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Mundo | 18/05/2025   02:24

|ANÁLISIS|Perder la hegemonía en el Pacífico|Sascha Hannig|

Trump debilita la influencia de EE.UU. en Asia-Pacífico al condicionar apoyo a aliados como Taiwán. China aprovecha para expandir su poder con bases militares y alianzas. La región podría reconfigurarse si Washington no cambia su enfoque confrontacional.

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Brújula Digital|18|05|25|

Sascha Hannig  

Los efectos geopolíticos de la revuelta política internacional de Trump son debatibles pero impredecibles. También cómo impactarán en la proyección de poder de Estados Unidos. En particular en Asia Pacífico, luego de una serie de decisiones geopolíticas incluida la llamada “traición” de Trump a Ucrania o el condicionamiento de la defensa a Japón o Taiwán, echando por la borda su tradición de defender la democracia global. Según algunos expertos, estamos ante una “segunda guerra fría” con el Pacífico como nueva cortina de hierro y Taipéi en el epicentro. 

Pese a que Trump busca limitar la influencia de Pekín, sus acciones generan incertidumbre y pérdida de confianza en Washington. La suspensión de los aranceles no es garantía para sus aliados luego de la hostilidad de la Administración Trump. Una hostilidad que es aprovechada por China para tender puentes políticos en Asia Pacífico, pese a la oposición que su política belicista en la región despierta en los países vecinos. 

Recientemente inauguró en Camboya el puerto de Ream, que podría ser de doble uso militar-civil. Pekín ha creado además islas artificiales en el mar del sur de China, conducido ejercicios militares alrededor de Taiwán, anunciado la capacidad de cortar cables submarinos y afianzado alianzas económicas con sus vecinos (incluso con rivales históricos como Japón y Corea del Sur), mostrándose como una alternativa amigable frente a las medidas estadounidenses.

La estrategia de Trump tiene dos caras aparentemente incompatibles. Por un lado, la idea de “América primero”, una propuesta con aroma aislacionista que deja al resto del mundo desconcertado; y, por otro, la idea de dominar el escenario internacional y aislar a China, aunque sin entrar en conflicto directo. En respuesta, Pekín advierte que no hay “vuelta atrás” y responde con el mismo lenguaje político: tarifas, amenazas y dar prioridad a la seguridad, como muestra su reciente libro blanco sobre seguridad nacional. 

Este nuevo escenario demuestra que el mundo ha cambiado y que la geopolítica y el poderío primarán sobre la cooperación y la interconexión global que caracterizaron las dos primeras décadas del siglo. Todo ello condiciona el futuro de Taiwán, cuya democracia podría caer en manos de la dictadura china. Dicha pérdida significaría el fin del control estadounidense del Pacífico. El entramado geopolítico que requirió casi un siglo en construirse quedaría considerablemente desmantelado: sus bases en Japón, sus alianzas con Australia y Filipinas, sus bases en Guam, e incluso la isla Diego García. Ello sin mencionar las implicancias económicas de un bloqueo en el tránsito marítimo, que Rhodium Group cifra en dos billones de dólares.

Expertos como el historiador Niall Ferguson han sido abiertamente críticos con Trump, quien pese a presentarse como un reconciliador en busca de corregir los errores de Biden, se enfrenta a una China que ya habría ganado la carrera y que sólo tiene que decidir cuándo hacer el movimiento contra Taipéi. Pese a este diagnóstico, lo cierto es que no es seguro que China tenga capacidad real de apoderarse de la isla, y si la tuviera sería a un costo desproporcionadamente alto. 

En teoría, Taiwán aún no ha sido abandonado. Así lo atestiguan los rumores de conversaciones de altas autoridades de Taipéi con miembros de una delegación norteamericana, las visitas de bajo perfil y las declaraciones de Taiwán de no responder a los aranceles de Trump.

¿Y el resto de los aliados regionales? Japón, que en los años 80 tuvo su propia guerra comercial con aranceles del 100% durante el gobierno de Reagan, ha aumentado su capacidad militar y sus herramientas institucionales de defensa, además de haber mostrado en reiteradas ocasiones su compromiso y amistad con Taiwán. Al mismo tiempo, es un aliado militar de Estados Unidos, parte del paraguas nuclear norteamericano, y está en la primera línea de contención frente a China, Rusia y Corea del Norte, por lo que su importancia estratégica no puede pasarse por alto. 

En ese contexto, las políticas estadounidenses, que también golpean económicamente a Japón, colocan al país nipón en una posición complicada. Por su parte, Australia, país que también se negó a dar respuesta a las tarifas estadounidenses y que mantiene una actitud de cautela hacia China, se vio recientemente afectada por la polémica en torno a los derechos de operación del Puerto Darwin, que están bajo control de una empresa china por un plazo de 99 años. El episodio ha puesto en el centro del debate los intereses estadounidenses en la región. 

Por tanto, la clave para evitar una pérdida irreversible de la influencia de EEUU en la región reside en una reevaluación estratégica que implique actuar con mayor diplomacia y visión a largo plazo. Si EEUU continúa por el camino de una política exterior basada en imposiciones y confrontaciones, es posible que, paradójicamente, acabe siendo la causa de su propia exclusión de un Asia-Pacífico en constante metamorfosis.

Sascha Hannig, de nacionalidad chilena, es analista internacional especializada en tecnología y Asia-Pacífico y colaboradora de Análisis Sínico en www.cadal.org





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