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Magazine | 06/08/2022

Algunas tesis del libro “El racismo en Bolivia”

Algunas tesis del libro “El racismo en Bolivia”

Fernando Molina / Brújula Digital |08|08|22|

(Este texto pertenece a Tres Tristes Críticos-Libros y Artículos)

Sigo la consigna de publicar siempre algo en la Feria del Libro de mi ciudad natal. Es un desafío personal que me mantiene productivo, aunque, claro, no siempre lo logre cumplir. El año pasado y este 2022 tuve suerte y logré producir mi cuota anual de palabras impresas. En ambos casos lo hice para tratar el mismo asunto, que es uno de los más importantes de la estructuración de esta impactante y compleja realidad que llamamos Bolivia. Me refiero al racismo. De un modo algo indecoroso, voy a aprovechar este espacio en el que suelo hacer comentarios de libros para contarles un poco, esta vez, del mío.

El texto se llama “El racismo en Bolivia” y comienza definiendo lo que debe entenderse por este concepto. Igual que ocurre con el tiempo, todos creemos saber lo que es el racismo hasta que se nos pide definirlo. Entonces, comienzan las imprecisiones.

El racismo en Bolivia es una forma de violencia social que surge por la realización en la vida cotidiana de identidades que necesitan afirmar su no-indianidad para existir. Por un conjunto de procesos sociales que se remontan muy atrás, estas identidades están compelidas a establecer, entre otros atributos de poder, superioridad y riqueza, su “blanquitud”. De lo contrario no se realizan como tales identidades ni rentabilizan el prestigio asociado a ellas.

Esta necesidad se traduce en un conjunto de “estrategias” sociales que finalmente resultan racistas. Estrategias matrimoniales que evitan cuidadosamente el matrimonio entre quienes asumen estas identidades con blanquitud y los indígenas; estrategias educativas que aseguran a los primeros no toparse con indígenas a lo largo de su profesionalización; estrategias de ocupación del espacio, a fin de que este sea capaz de expresar y afirmar la identidad no indígena, por ejemplo por medio de urbanizaciones y condominios con “derecho de admisión”; estrategias de designación de los otros grupos sociales que bloquean las aspiraciones de estos a “blanquearse”.

El libro señala que viejas relaciones sociales, las provenientes de la tragedia colonial, se combinan con las relaciones modernas que han ido apareciendo en el país a causa de su continua modernización. Este “abigarramiento” permite que el racismo colonial se reproduzca en la actualidad bajo las nuevas formas. Por ejemplo, la reforma agraria y la vertebración caminera produjeron, desde los años 50, la progresiva urbanización de la población rural. Gracias a tal proceso, las condiciones de vida de los descendientes indígenas dieron un gran salto.

Sin embargo, no importa cuán grande fuera este progreso, no libró a los nuevos citadinos migrantes de la pobreza, la enajenación cultural y la subalternidad. En especial porque el mejor mecanismo de movilidad social con el que contaban, la educación masiva, presentó ante ellos su naturaleza monocultural, por lo que siempre será mejor aprovechada por los castellanohablantes de larga data.

Se puede decir lo mismo de las demás oleadas modernizadoras bolivianas: que no han dejado de reproducir la ventaja y el privilegio de quienes viven en nuestra sociedad poseyendo recursos como el castellano, una cultura eurocentrista o su familiaridad con la globalización. Bolivianos que, además, realizan esta su ventaja mediante la afirmación tout court de una identidad de tipo étnico-racial, lo que les lleva a aplicar las anotadas estrategias de diferenciación, las cuales son racistas.

El libro incluye un capítulo sobre la geopolítica del racismo, que ha despertado mi interés en el último tiempo. En él intento responder a preguntas tales como ¿por qué no hay casi descendientes blancos viviendo en el altiplano? ¿Por qué se han formado guetos de descendientes indígenas (“collas”) en ciertos municipios y barrios de Santa Cruz? ¿Por qué el enriquecimiento de los descendientes indígenas tiene esta modalidad del gueto, no solo territorial, sino también económico? ¿Cómo la vieja división colonial entre ciudad española y ciudad de indios se ha transformado y multiplicado en las urbes contemporáneas? Etcétera.

Sobre todo espero que este libro permita que mis puntos de vista sean conocidos por los lectores de una forma más clara, ordenada y convincente.

Fernando Molina es periodista y escritor.



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