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Inclusión financiera| 27/12/2022

Inclusión a través de las microfinanzas

Inclusión a través de las microfinanzas

Visión Sostenible |27|12|22|

Uno de los sectores para lograr la inclusión financiera son las microfinanzas y ello puede lograrse mediante los servicios de préstamo y ahorro orientados a los micro y pequeños empresarios. Este tipo de actividad, una de las más grandes y potenciales en Bolivia, enfrenta un dilema que consiste en lograr un equilibrio entre el acceso a esos servicios por parte de la población más pobre y desfavorecida y la sostenibilidad que buscan las instituciones financieras. Esto se basa en el hecho de que el acceso del que hablamos significa para las instituciones financieras un costo más alto.

Para resolver este dilema se requiere enfrentar problemas como los siguientes: la fidelidad de los clientes a las instituciones microfinancieras ha sido afectada por la situación económica o por creencias en mitos sobre la banca. Por ejemplo, algunos grupos acusaban a las instituciones microfinancieras de fijar tasas de interés muy altas o de explotar económicamente a sus clientes. Entonces, ¿cómo lograr que la clientela sea fiel a sus instituciones?

La pregunta sobre cómo abaratar los créditos pequeños es relevante en este sentido. Optimizar los procedimientos internos de las instituciones, pero también dar una oferta mayor de productos financieros que sea apropiada para la población boliviana son asuntos que deben analizarse.

La autoexclusión del usuario es el efecto final o último eslabón de un proceso multicausal de exclusión, consecuencia de deficiente una oferta financiera y una regulación y una política gubernamental que no logran generar las condiciones apropiadas de acceso y calidad que fomenten el uso.

Para lograr el objetivo de reducir la autoexclusión, primero se debe entender de qué trata este concepto. En primer lugar, se debe al analfabetismo financiero y digital, que implica la presencia de usuarios que no se sienten con derechos o que no está en condiciones de consumir productos financieros. Sus limitaciones a la hora de resolver los desafíos tecnológicos o burocráticos lo disuaden de solicitar dichos servicios. Es decir, el acceso existe, pero las barreras de formación y educacionales impiden al potencial consumidor financiero de siquiera aplicar por dichos servicios.

Luego de haber creído que el crédito era un instrumento superado para la lucha contra la pobreza, se llega a la conclusión de que esto no es cierto. Siempre que hay crisis, el acceso al crédito es más difícil, como mostró el tiempo de la pandemia y sus secuelas. Hay que buscar nuevas formas de acceso al crédito para una clientela que, en crisis, las instituciones evalúan con mucho más cuidado y a la que exigen más garantías.

Mientras la situación económica se hace más difícil, las garantías se convierten en un tema serio por resolver. Las formas alternativas de financiamiento, el capital de riesgo, la titulización de riesgos, los contratos multirramo-plurianuales, productos multi-trigger, etc., deben servir para ello. Estos productos deben volver a agendarse en esta época. Se debe priorizar el mejoramiento de las políticas y estrategias institucionales, de la eficiencia interna y considerar el talento humano como la clave de todo. 

Esperar que los excluidos se autoeduquen o se formalicen a un costo mayor que los beneficios que otorga la formalización es difícil de imaginar. La responsabilidad está claramente del lado de la oferta, la regulación y la política gubernamental, quienes pueden allanar el camino para integrar a los excluidos. Con políticas activas de acceso y calidad se logra el uso. Por su parte, las tecnologías financieras representan una oportunidad para facilitar dicho proceso.

Para que la innovación financiera ocurra se tienen que dar ciertas condiciones. Y aquí puede jugar un rol muy importante el intercambio de experiencias, la investigación de las realidades internacionales y la creación de espacios académicos comprometidos con la inclusión financiera.

BD / RED