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Sociedad | 22/05/2022

La cría de insectos podría ser sostenible, pero ¿es ética?

La cría de insectos podría ser sostenible, pero ¿es ética?
Matilde Núñez del Prado Alanes / Brújula Digital |22|05|22
Las empresas alimentarias encontraron un nuevo animal para criar. En un esfuerzo por ser más sostenible, la industria está recurriendo a los insectos como fuente alternativa de proteínas. Pero nuevas investigaciones sobre la sensibilidad y el comportamiento de los insectos plantean cuestiones éticas sobre esta sorprendente tendencia.
Los seres humanos se han alimentado de insectos durante siglos y continúan haciéndolo en la actualidad. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, en 2013, los insectos todavía formaban parte de la dieta tradicional de al menos dos mil millones de personas en todo el mundo, principalmente en África, América Latina y Asia. La mayoría de los pequeños animales terrestres de seis patas que se consumen como alimento en la actualidad se recolectan en la naturaleza. Sin embargo, en algunos países, las granjas de insectos existen desde hace varias décadas.
Tal es el caso de Tailandia, donde expertos estiman que hay 20.000 granjas de grillos de pequeña a mediana escala y unas 5.000 de larvas de picudo rojo, y en China, donde existen incluso algunas granjas de cucarachas a escala industrial destinadas principalmente a la producción de medicamentos y alimentos para animales. Camboya, la República Democrática Popular Lao, la República Democrática del Congo (RDC) y Kenia también tienen granjas de insectos, principalmente de grillos. La mayoría de estas granjas son de pequeña escala y no están tecnológicamente desarrolladas.
En el Norte Global, la industria alimentaria basada en insectos es un sector emergente que está creciendo rápidamente. Hasta hace poco tiempo, además del rechazo cultural por parte de los potenciales consumidores, una de las principales barreras para el crecimiento de la industria estaba en el ámbito legal, ya que la mayoría de los países occidentales no contaban con regulaciones que permitieran la comercialización de insectos comestibles. Sin embargo, recientemente, la UE autorizó el uso de insectos como alimento para animales y Estados Unidos aprobó el uso de moscas soldado negras en alimentos para perros. Asimismo, Canadá permite la comercialización de productos alimenticios a base de insectos de algunas especies tanto para consumo humano como animal. Estas iniciativas están siendo replicadas en otros países, lo que crea un marco legal favorable para el crecimiento del sector.
Canadá cuenta actualmente con la granja de grillos para consumo humano más grande de América del Norte, donde se cosechan entre 8 y 10 millones de individuos cada semana, además de varias granjas de insectos cuya producción se destina a la alimentación de peces, aves y mascotas. Una de las granjas de insectos más grandes del mundo se abrió en los Países Bajos en 2019, y Francia también se encuentra entre los principales productores de insectos. Mientras tanto, se proyecta que Estados Unidos produzca alrededor de 60 mil toneladas métricas de alimentos para animales y 20 mil toneladas métricas de aceites para raciones para aves y cerdos por año en la granja de insectos más grande del mundo que se construirá en Illinois para 2024.
Según Statista, el mercado mundial de insectos comestibles podría crecer de 406 millones de dólares en 2018 a 1200 millones de dólares en 2023. Las proyecciones son tan altas que incluso algunos gigantes de la industria alimentaria, como Wilbur Ellis, Cargill Inc. y McDonald's, han demostrado su intención de ser parte de la tendencia.
La propaganda de la cría de insectosEn los últimos años, la industria alimentaria basada en insectos, con el apoyo de la FAO, ha defendido con éxito a los insectos como fuente sostenible de proteínas. Los insectos requieren mucha menos agua y tierra y emiten muchos menos gases de efecto invernadero que los animales de granja convencional para producir la misma cantidad de proteína. Además, la industria dice que podría contribuir a reducir los desechos alimentarios y agrícolas en todo el mundo. La lista de las llamadas ventajas es tan larga que varios prestigiosos medios occidentales, como The Guardian, Financial Times, National Geographic, BBC, The Times, New Scientist, The New York Times, Netflix & WWF, Wired, y Forbes, entre otros, celebran la iniciativa.
Pero, para que la cría de insectos cumpla estas promesas, la industria crecerá en grandes magnitudes, lo que a su vez podría presentar algunos problemas ambientales y de salud. En un artículo publicado en la revista Trends in Ecology & Evolution, un grupo de científicas afirma que “la falta de investigación básica en casi todos los aspectos de la producción significa que se desconoce en gran medida el futuro impacto ambiental de la cría masiva de insectos”.
En su opinión, no es suficiente comparar los índices de conversión alimenticia (FCR) de los insectos con los de otros animales de granja para determinar su sostenibilidad. “Si bien es cierto que los insectos pueden ofrecer FCR significativamente mejores y una huella de uso de la tierra más pequeña en comparación con los sistemas ganaderos tradicionales, esto no garantiza que la industria de los insectos como alimento sea respetuosa con el medio ambiente”, afirman.
En una entrevista con Reuters, Asa Berggren, bióloga conservacionista de la Universidad Sueca de Ciencias Agrícolas y coautora del artículo, expresó su preocupación por los impactos en gran medida desconocidos de la cría masiva de insectos. “¿Cómo se produce el alimento que comen, dónde se lo produce, qué alimento se usa?” y “¿Vamos a usar combustibles fósiles para calentar y enfriar las instalaciones (donde se cultivan insectos)? ¿Qué pasa con el transporte?” son algunas de las preguntas que pone sobre la mesa.
Teniendo en cuenta que actualmente, según el Eurogrupo para los Animales basado en un análisis del IPIFF, un grupo que promueve los insectos para el consumo humano y la alimentación animal, “alrededor de un tercio de los productores de insectos utilizan piensos comerciales que incluyen soja”, las preguntas de Bergreen no parecen tan fuera de lugar.
Otros cuestionan los posibles efectos negativos de la industria sobre la biodiversidad. “Para que la cría de insectos funcione, los científicos necesitan construir un insecto mejor”, dice un titular. Efectivamente, para que la industria obtenga suficientes ganancias para mantenerse a flote, necesita reducir los costos de producción tanto como sea posible y, a su vez, generar más mercancías. En el caso de la cría de insectos, esto significa que necesitan insectos que crezcan más y en menos tiempo. La industria ya ha puesto a sus mejores científicas a la tarea, para crear versiones modificadas genéticamente de los insectos que más se crían actualmente: gusanos de la harina, grillos y saltamontes para la alimentación humana, y moscas soldado negras, moscas domésticas y otros para la alimentación animal.
“¿Qué sucede si los insectos se liberan accidentalmente en un país al que se importan? Los insectos son diminutos y se escapan”, dice Bergreen. Poco se sabe sobre los posibles impactos de una fuga, mucho menos en el caso de una fuga que involucre animales genéticamente modificados. De manera alarmante, tampoco hay mucha información sobre las enfermedades zoonóticas que podría causar la producción masiva de nuevas especies de insectos.
¿Y qué hay de los propios insectos?Incluso si la cría de insectos resulta ser más sostenible que criar vacas, pollos y cerdos como alimento, los defensores de la industria rara vez mencionan las preocupaciones éticas que ésta plantea. La investigación en torno a la sensibilidad, las emociones, el comportamiento, la inteligencia y otros aspectos relevantes de la vida de los insectos es bastante reciente, por lo que la comunidad científica aún no ha llegado a un consenso en términos de cuánto dolor y sufrimiento causaría la cría de insectos. Sin embargo, cada vez más y más estudios respaldan la idea de que muchas especies de insectos experimentan una variedad de emociones diferentes.
Andrew B. Barron y Colin Klein, científicos de la Universidad de Macquarie, consideran que “los cerebros de los insectos pueden ser capaces de tener una ‘conciencia fenomenal’” y tener “la capacidad de ser consciente de las sensaciones y las emociones”. En un camino similar, un reciente artículo de la BBC menciona que “hay evidencia creciente de que los insectos pueden experimentar una notable variedad de sentimientos” y que pueden ser “optimistas, cínicos o asustarse, y responder al dolor como lo haría cualquier mamífero”. Según Jonathan Balcombe, Ph.D. en Etología y autor del libro Super Fly, las moscas exhiben vidas sociales exigentes, comportamiento idiosincrásico y sensibilidades a estímulos que podrían ser muy similares a los nuestros. Por ejemplo, las moscas de la fruta pueden aprender de lo que hacen sus compañeras, incluso sufren de insomnio y reaccionan a los analgésicos efectivos para el dolor crónico en seres humanos de manera similar a nosotros.
“Si las predicciones de la industria resultan precisas, estas granjas pronto podrían matar más de 50 billones de insectos al año. Son más insectos asesinados para alimentarse en un solo año que la cantidad de mamíferos asesinados por humanos para alimentarse en toda la historia de la civilización”, escriben Jeff Sebo, Director del Programa de Maestría en Estudios Animales de la Universidad de Nueva York, y Jason Schukraft, Gerente Senior de Investigación en el grupo de expertos Rethink Priorities. Además, las condiciones a las que se ven sometidos los insectos pueden provocar su muerte prematura, así como canibalismo, algo habitual entre otros animales de granja cuando están sometidos a mucho estrés.
Incluso si aún no es seguro que los insectos sean sintientes, los últimos estudios sugieren que hay muchas posibilidades de que lo sean. Según el Dr. Steve Cooke, Profesor Asociado de Teoría Política en la Universidad de Leicester, “es importante no excluir a los insectos de la consideración, y tal vez adoptar un principio de precaución dado el riesgo de estar equivocados”.
Las preocupaciones éticas en torno al rápido crecimiento de la cría de insectos están aumentando, en parte porque los productores planean vender la mayoría de los insectos como alimento para animales. Según el Fondo Europeo de Bioeconomía Circular, “las cifras crecientes revelan que la mayor parte de la harina de insectos producida se utilizará para la alimentación del ganado y los peces”. El Fondo afirma que los productores confían en “el mercado de alimentos para animales como la oportunidad comercial y de crecimiento más inmediata para la industria de los insectos”. Esto significa que, a pesar de la promesa de la industria de ser más sostenible que la ganadería tradicional, será prácticamente imposible que sea más ética. La cría de insectos no reducirá el sufrimiento animal. Solo agregará más especies al sistema alimentario.
Artículo original publicado en inglés por Sentient Media.

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