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Sociedad | 29/07/2021

La burbuja de Bruno Rojas

La burbuja de Bruno Rojas

Brújula Digital |29|07|21

Por Fadrique Iglesias

La nostalgia ya se masca. El domingo cuando amanezca en Japón, Bruno Rojas Da Silva, la persona más rápida de la historia de Bolivia, comenzará un nuevo mes, muy distinto a los previos. Por primera vez, tras 15 años de más éxitos que fracasos, será un exatleta profesional. Se le abre un nuevo mundo: ya egresado de medicina, con una pareja estable desde hace algunos años, visualiza su nueva normalidad: la de uno de los escasos 13 deportistas bolivianos que han estado en dos o más Juegos Olímpicos, entre ellos Inchauste, Roberts, Reyes, Sánchez, Camacho, Calizaya, Irusta, Moreno, Prudencio, Iglesias, Tórrez, Kninjemburg y ahora Rojas.

Bruno sabe bien el carácter efímero de esta profesión y por eso vive tranquilo en la burbuja que el Comité Organizador de Tokio 2020 ha preparado para los deportistas en la Villa Olímpica, en los campos de entrenamiento y en la pista de competición. Asepsia máxima para evitar riesgos de contagio, para los deportistas, que llevan cinco años esperando el momento, pero también para el país entero, que como el resto, ha abrazado estos juegos con mucho recelo de sus pobladores y sin público en la grada.

Pero la permanencia de Bruno en su burbuja personal, no es nueva. Se encierra para protegerse del coronavirus, de las trampas que hacen los atletas que se dopan, del ruido mediático, de los políticos que en lugar de ayudar perjudican y, sobre todo, de las críticas.

Hace unas semanas una entrenadora boliviana puso su nominación en cuestión, sin fundamentos objetivos, pues el sistema de nominación, aprobado hace tres años seguía la metodología propuesta por la federación mundial de atletismo, World Athletics, en base a una tabla de puntajes que consideran marcas y puestos en campeonatos nacionales e internacionales del último año y medio, además de una relativa variabilidad en los cupos según el evento: hay más plazas en los 100 metros o en maratón que en el salto de altura o 10.000 metros.

En virtud de este reglamento y del ránking de clasificación, Rojas, a pesar de haber tenido dos años complicados por las lesiones, logró ser el mejor calificado de Bolivia. Además, el argumento de aquel cuestionamiento se da de bruces contra la realidad estadística: la mejor marca masculina histórica del atletismo boliviano es la de Rojas en 200 metros, en comparación con el resto, según una tabla de regresiones matemáticas que la federación mundial ha ido perfeccionando desde hace más de un siglo.

Bruno no hace mucho caso de todo ese ruido. De hecho, no suele hacer declaraciones estridentes, a excepción de un post en redes sociales hace unas semanas en el que preguntaba por el paradero de la actual viceministra de Deportes, la persona en el cargo más joven en la historia de Bolivia, que asumió funciones con 19 años y escasas credenciales de gestión deportiva en su brevísima hoja de vida. Tras aquel reclamo, la funcionaria reaccionó con una reunión y algunas promesas, de las cuales Rojas ya no hará usufructo.

Pero Bruno y su entrenador Luis Daniel Valenzuela jamás han esperado ayudas de la administración pública. Las mejoras en la inversión en deporte competitivo en Bolivia en la última década y en su estructura burocrática no han traído una correlación en los resultados deportivos, a nivel competitivo.

Solo el presupuesto ministerial en Deportes en Bolivia ha crecido entre 1997 y 2017 cerca de un 2.000%, es decir de 10 a 310 millones de bolivianos, pero los resultados en competiciones de alto rendimiento han mantenido una línea similar e inclusive han existido retrocesos en los resultados.

El despilfarro en infraestructura deportiva durante el gobierno de Evo Morales ha sido un signo distintivo. Entre 2007 y 2018 se han invertido más de 4.500 millones de Bs. en infraestructura deportiva, sin que haya evaluaciones costo-beneficio de carácter social, deportivo o económico. No parece tampoco que el gobierno de Luis Arce tome decisiones que apunten a que Bolivia deje de ser el único país de Sudamérica sin un deportista en el top10 en la historia de los Juegos Olímpicos.

Por su parte, el club de Bruno, Ciclón, ha preferido eludir disputas y obstáculos burocráticos –dificultades de acceso a recintos deportivos, malas caras con la dirigencia local– y han acondicionado un lote en desuso para poder realizar sus ejercicios en paz, apoyados en las posibilidades que da la tecnología. Un ejemplo es la novedosa “1080 Sprint”, de 1080 Motion, una máquina que va lastrada de la cintura del corredor y que simula un aumento de peso mientras que les mide la potencia, que permite ganar y medir los incrementos de la resistencia a la fuerza. La 1080 Sprint, al igual que el lote, han sido un intento exitoso por dar soluciones creativas a carencias que el gobierno no ha podido satisfacer, y que el club ha alcanzado mediante un concurso internacional.

Pero Bruno también ha buscado corazas fuera de la pista. Se ha encerrado durante años, por las noches o en momentos en los que no corre ni sueña, en la burbuja de su casa para poder estudiar y titularse en medicina. El siguiente paso seguramente sea hacer la especialidad en traumatología, tema con el que convive “de facto” todo velocista, pues las lesiones son parte de la cotidianidad de un corredor de 100 metros.

El entrenador cubano Santiago Antúnez, preparador de varios medallistas olímpicos, solía insinuar que aquellos velocistas que no se lesionaban estaban entrenando por debajo de sus posibilidades y que lo más complicado de preparar en esta especialidad era la capacidad de entrenar al límite sin caer al abismo de la lesión, y más todavía en deportistas con carreras extensas como la de Rojas, que debutó en la eliminatoria 2 de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con una victoria de su serie que será recordada durante años.

Este 2021, año atípico para unos Juegos Olímpicos discontinuados por primera vez desde la II Guerra Mundial, la batalla va a ser más dura. Un éxito sería superar sus 10,36 segundos de aquella vez y por supuesto los 10,74 que marcó su predecesor boliviano en los 100 metros, Jorge Castellón, en los ya lejanos Juegos de Atlanta en 1996.

En cualquier caso, luego de estas olimpiadas, que buscan al sucesor de Usain Bolt, vendrá para los bolivianos, y particularmente para el equipo entrenado por Luis Daniel Valenzuela, un cambio de generación.

La prioridad ahora está en captar nuevos talentos para alimentar la cantera nacional. Bruno ya tiene un posible relevo en el mismo club: Sebastián Vargas, que con 20 años, ya es el segundo atleta más rápido de la historia de Bolivia, con 10,55 segundos, solamente 19 centésimas por debajo de la marca histórica de su compañero.

En el mismo equipo han entrenado los plusmarquistas nacionales de 400 metros, Fernando Copa y Cecilia Gómez, cruceños que emigraron a Cochabamba para aprender de las técnicas de Valenzuela, quien desde que se dedica profesionalmente a entrenar hace dos décadas, no ha parado de sacar talentos, aun cuando el gobierno en estos años no ha sido capaz de proporcionarle un salario justo ni tampoco de promulgar legislación por la cual potenciales mecenas reciban incentivos fiscales como ocurre en Colombia, Chile o Brasil desde los años 90.

En cualquier caso, eso no le quita el sueño ni a Valenzuela, ni particularmente a Bruno, que sueña con los 10 segundos que durará la carrera, los 30 minutos de calentamiento y elongación, los tensos instantes en cámara de llamadas, en soledad con los otros siete rivales incomunicados por la concentración y la diversidad de idiomas. Con disfrutar esa última tarde a rendimiento máximo sueña Bruno, con esa última imagen que le devuelve el espejo, muy parecida al musculoso atleta griego que el mito de Olimpia nos legó.

A partir del domingo Bruno será un exatleta, de los mejores que tuvimos, y la carrera del sábado en Tokio (viernes por la noche en Bolivia), habrá sido un feliz recuerdo, que seguramente no se coronará con una medalla, sino con centenares de tardes de alegrías y algunos fracasos sobre la pista. Gracias, Bruno, por tu contribución a elevar el nivel de este deporte.

Fadrique Iglesias es un exatleta boliviano que compitió en los JJOO de Atenas (2004) y Beijing (2008); compitió en 800 metros planos.

BD



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