Todo el entorno de la casona colonial siniestrada quedó trastocado. Cuatro comerciantes cuentan sus experiencias.
Brújula Digital|10 |12 |2025
El grave incendio del lunes en una casona colonial del centro de La Paz, causó millonarias pérdidas en residentes y dueños de comercios, pero la magnitud del fuego y el caos alcanzaron a todo el barrio. El daño emocional es peor, aunque quede invisibilizado.
“No sabemos cómo ha sido el incendio, cómo se ha levantado el fuego. Creo que son más de 30 personas que perdieron todo… años de trabajo”, comenta una señora que tiene una tienda a pocos metros del inmueble afectado, y lamenta que aún no se pueda volver a la normalidad. “Hasta ahora no podemos salir adelante, no sabemos qué se va a hacer, no hay ninguna solución”.
En torno a la plaza San Francisco y la aledaña Pérez Velasco, gira buena parte de la dinámica económica de La Paz: hay mercados, centros comerciales, restaurantes, tiendas varias y decenas de oficinas públicas, a lo que se suma un fuerte movimiento turístico. Por eso el fuego en la casona de la calle Sagárnaga, ocasionó el trastorno de la cotidianidad de mucha gente que ve alterada su rutina laboral ya por tres días.
Otra comerciante –ninguna de las que conversaron con Brújula Digital se animó a dar su nombre– se refiere a la incertidumbre en torno a “¿quiénes serán los dueños de este edificio?”. Recuerda que, originalmente, ahí funcionaba una ferretería de un alemán, pero que ya hace muchos años decenas de personas se adjudicaron los diferentes ambientes en los que se dividió la enorme casa. “Ahora no sabemos qué pasará. Las cosas tienen que ser legales”, sostiene, en referencia a las responsabilidades y consecuencias.
Tres días después del siniestro, y una vez que desde Bomberos aseguraron que no hay peligro de un rebrote de llamas, este miércoles aún se podía ver humo saliendo por puertas y ventanas. Aún, la gran mayoría de los propietarios e inquilinos, no podían ingresar a ver si algo se salvó. Las esperanzas son pocas.
“Ha sido un poco complicado por la cuestión del humo, porque seguía saliendo humo”, comenta la dueña de un negocio cercano que aún no puede retomar actividades. “No hemos podido abrir la galería… Moralmente nos ha afectado bastante, porque todos somos compañeros, nos apoyamos y hemos tratado de ayudar en todo lo que hemos podido”. Muy emocionada, la señora muestra su empatía y lamenta la magnitud de las pérdidas: “nos ponemos en el lugar de las personas que han perdido su mercadería… piezas de alpaca, chompas, medias, guantes, objetos de cuero, mochilas, billeteras, estuches… y las cerámicas”.
Finalmente, algunos de los afectados –muy pocos– pudieron ingresar, por pocos minutos, a revisar si algo se salvó de las llamas. Se espera que en las siguientes horas el acceso sea mayor. Pero la normalidad está aún muy lejos de retomar.
Otra de las vendedoras de las inmediaciones cuenta: “es el primer día que estamos abriendo aquí, y el ambiente es un poquito pesado, es difícil respirar… pero ahí estamos, tratando de reactivar la economía”. Como ella, sus compañeras de oficio también temen que el flujo de visitantes y compradores tarde mucho en retornar. Hay temor por el aire pesado, y reticencia a acercarse para no entorpecer las labores. La lucha por retomar la normalidad, no hace sino empezar.


BD/MZS