El periodismo es, dice el autor del libro, el arte de contar historias. Su esencia radica en mirar, averiguar y relatar con precisión y asombro lo que ocurre en el mundo, continuando una tradición que viene desde los narradores primitivos hasta los grandes cronistas e historiadores.
Brújula Digital|01|12|25|
“El periodista es un contador de historias. Mirar y contar está en la esencia del reato periodístico, porque las noticias satisfacen un instinto básico del hombre, el instinto de estar informado”. Así presenta Juan Carlos Salazar su nuevo libro Manual de periodismo en los primeros párrafos de la introducción. Y agrega: “ver, averiguar y conocer por experiencia propia lo que ocurre en el mundo, recrear la realidad con el asombro de quien la observa por primera vez, es el objeto del periodismo y el afán del periodista”.
La obra, editada por las carreras de Comunicación Social y de Comunicación Digital Multimedia de la Universidad Católica Boliviana, fue presentada en ambientes de la universidad.
Esta es la introducción al libro:
El periodismo nació para contar historias. “¿En qué consiste ser periodista? ¿Qué necesito hacer?”, preguntó el joven Mark Twain (1835-1910) a su primer director cuando decidió ganarse la vida como reportero después de probar suerte en otros oficios. “Salga a la calle, mire lo que pasa y cuéntelo con el menor número de palabras”, le respondió el experimentado editor. Es lo que hizo el novel periodista y futuro escritor a partir de ese momento. Mirar lo que ocurría en la calle y describir los hechos de los que era testigo.
El periodista es un contador de historias. Mirar y contar está en la esencia del relato periodístico, porque las noticias satisfacen un instinto básico del hombre, el instinto de estar informado.
John Carlin, un “contador de historias” de profesión que recorrió medio mundo como corresponsal de varios medios ingleses, solía decir que el oficio más antiguo del mundo es el periodismo, no otro, porque nació en la época de las cavernas, cuando un miembro de la tribu se puso a narrar a sus familiares y compañeros la aventura de la última caza de mamuts.
El hablador, protagonista de la novela homónima de Mario Vargas Llosa, era un “contador historias” que recorría las tribus primitivas de la Amazonía llevando las novedades que recogía de las comunidades que visitaba.
Ver, averiguar y conocer por experiencia propia lo que ocurre en el mundo, recrear la realidad con el asombro de quien la observa por primera vez, es el objeto del periodismo y el afán del periodista.
Si el periodismo nació para contar historias, el formato que adoptó desde épocas tempranas fue el de la noticia. Si aceptamos que la noticia es el anuncio de un hecho de importancia e interés, sorprendente o trascendental, como la define Alex Grijelmo, bien se podría considerar como tal el relato bíblico de la expulsión de Adán y Eva del paraíso terrenal o el del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín.
Y también está la crónica, uno de los géneros más utilizados para transmitir sucesos y conocimientos históricos desde antes de la era cristiana.
La historia del diluvio universal, que recoge el Génesis, escrito en el siglo V antes de Cristo, es la crónica de una catástrofe natural, un texto magistral de apenas 650 palabras. Y crónicas son los evangelios que recogen la vida de Jesús. El evangelio de la multiplicación de los panes y los peces, de escasas 200 palabras, podía haber sido un reportaje dominical de haber existido un periódico en los tiempos del evangelista Marcos.
Heródoto (484 a.C.–425 a.C.), quien narró lo que vio y escuchó en sus viajes por el mundo antiguo, es considerado el “padre de la historia”, pero su nombre bien podría figurar en los anales del periodismo como el primer “corresponsal viajero” de que se tenga memoria. En el Libro de Euterpe, describe su quehacer de la siguiente manera: “Cuanto llevo dicho hasta el presente es lo que yo mismo vi, lo que supe por experiencia, lo que averigüé con mis pesquisas”. Es decir, hizo lo que hace todo reportero.
El oficio ganó nombre y alcanzó difusión masiva a partir de la invención de la imprenta en China, entre 1041 y 1048, y su posterior desarrollo, con la imprenta moderna de tipos móviles, en 1440, a cargo de Johannes Gutenberg, pero el periodismo sufrió muchos cambios a partir del lanzamiento del primer periódico de que se tiene registro, el Relation aller Fürnemmen und gedenckwürdigen Historien, publicado en 1605 por Johann Carolus en Estrasburgo.
Su historia está ligada al desarrollo de la tecnología, desde la aparición de la imprenta hasta la actual revolución tecnológica, pasando por otros adelantos, como el telégrafo, la fotografía, la radio, la televisión, el Internet, etc., que pusieron la información del mundo entero al alcance de todos.
La revolución digital ha multiplicado la oferta informativa gratuita, ha vaciado los quioscos de prensa y mermado las audiencias de los medios audiovisuales; la caída de las ventas ha provocado, a su vez, una dramática disminución de los ingresos publicitarios, que ya se habían visto diezmados por la crisis económica de la primera década de este siglo.
Sin embargo, no es la primera vez que los medios de transmisión de noticias viven un momento de crisis o de transición. Ha ocurrido siempre en momentos de cambios tecnológicos significativos, pero ni la radio supuso la muerte del periodismo impreso ni la televisión la del radiofónico, aunque esta vez el choque sea más dramático con el auge de Internet y la irrupción de las redes sociales, porque la “guerrilla cibernética”, como la denomina el periodista mexicano Raymundo Riva Palacio, cambió los paradigmas y movió todos los referentes del mundo contemporáneo.
La revolución tecnológica ha puesto en cuestión no solo la viabilidad económica de los medios convencionales, sino también su rol de mediadores únicos entre la realidad social y las audiencias. Al mismo ritmo de su evolución, los medios han ido cambiando como soportes de la información, pero la elaboración de los contenidos sigue siendo objeto del periodismo y su producción continúa en manos de los periodistas, porque los periodistas y los medios no se limitan a “reproducir” la realidad cual espejos, sino que la elaboran y recrean para presentarla a sus audiencias.
Como dicen Bill Kovach y Tom Ronsenstiel, no es la tecnología ni las técnicas que emplean los periodistas los elementos que definen el periodismo, sino los principios éticos que lo guían y la función que desempeña en la sociedad y en la vida de los ciudadanos.
No es el periodismo el que está cambiando, sino los medios que le sirven de plataforma. Son los formatos y canales de distribución de la información los que se van adaptando a los tiempos y necesidades de las audiencias, pero detrás de cada contenido está y seguirá estando el periodista.
La paradoja de nuestro tiempo es que estamos viviendo en un mundo hiperconectado y con un acceso sin precedentes a la información de todo tipo, pero, por eso mismo, estamos más expuestos que nunca a la manipulación y al engaño.
El ejercicio del periodismo supone ética y rigor; la sujeción a principios que garantizan la búsqueda de la verdad y la independencia de quienes informan respecto de sus fuentes de información, por un parte, y el rigor de la verificación y contrastación de la información, por otra. El periodismo es el único antídoto, el anticuerpo natural, de ese mal del siglo XXI que es la desinformación.
Juan Carlos Salazar, autor del libro Manual de periodismo, fue director de la carrera de Comunicación Social; es autor de numerosos libros.