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Sociedad | 06/11/2025   10:08

El 83% del maíz amarillo en Santa Cruz es transgénico pese a prohibición legal, revela estudio de Fundación Tierra

El estudio analizó 251 muestras de maíz recolectadas en seis zonas productoras de Santa Cruz.

Maíz que fue analizado en el estudio. Foto: Fundación Tierra
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Brújula Digital|06|11|25|

Sumando Voces, Yenny Escalante

Un nuevo estudio de la Fundación Tierra reveló que el 83% del maíz amarillo duro producido en Santa Cruz es transgénico, a pesar de que la normativa boliviana prohíbe el uso de organismos genéticamente modificados (OGM) en este cultivo. 

La investigación, titulada “Maíz transgénico en Santa Cruz: evidencias y futuro del agro cruceño”, documenta la adopción “generalizada” de semillas modificadas en las principales zonas productoras del departamento y alerta sobre un modelo agrícola que, lejos de mejorar, muestra signos de agotamiento.

“El 83% de las muestras analizadas resultaron positivas para la presencia de una o más proteínas asociadas al maíz genéticamente modificado (GM)”, refiere el primer punto de los principales hallazgos del documento.

El estudio enfatiza que “no existe autorización legal para las semillas GM de maíz en Bolivia, pero su presencia y uso, concretamente en Santa Cruz, ha sido reconocida abiertamente por los propios productores y gremios agropecuarios, e incluso por autoridades gubernamentales”.

El estudio analizó 251 muestras de maíz recolectadas en seis zonas productoras de Santa Cruz, de las cuales 208 (83%) dieron positivas para una o más proteínas transgénicas, mientas que el 17% resultó negativo. 

La investigación señala que la siembra y comercialización de maíz genéticamente modificado se realiza al margen de la ley y sin control estatal efectivo.

Uso por zonas

La adopción de maíz transgénico es total en zonas como Cabezas (100%), y casi total en San Julián, Cuatro Cañadas y Guarayos, con porcentajes que superan el 90%. En la zona Chiquitana Sur el porcentaje llega a 75%, en la zona Chiquitanía Norte, el porcentaje llega a 66 y en la zona Norte Integrado el porcentaje llega a 44.

El fenómeno atraviesa a todos los tipos de productores: menonitas (100%), pequeños productores (87%), comunidades interculturales (90%), e incluso alcanza a campesinos (62%) e indígenas (48%).

Según Fundación Tierra, este uso masivo se explica por la alta presión de plagas y malezas, el aumento de costos de producción y la falta de fiscalización estatal, sumado a la libre circulación de semillas ilegales procedentes de países vecinos como Brasil, Argentina y Paraguay.

El mito de la “biotecnología salvadora”

Pese a la expansión del maíz transgénico, los rendimientos agrícolas no muestran mejoras significativas. De acuerdo con el informe, el rendimiento promedio de maíz en Santa Cruz cayó de 3,7 toneladas por hectárea (2001–2010) a 2,88 toneladas (2011–2024).

“Los cultivos genéticamente modificados no están programados para rendir más granos por hectárea, sino para evitar que rindan menos en contextos de presión biológica”, señala Fundación Tierra.

El dato contradice la narrativa promovida por los gremios agropecuarios como la CAO y ANAPO, que sostienen que la legalización de los transgénicos impulsaría un salto productivo, según el estudio.

Fundación Tierra califica de “irreales” las proyecciones de alcanzar hasta nueve toneladas por hectárea, y sostiene que las tecnologías transgénicas están diseñadas para reducir pérdidas en condiciones adversas, no para aumentar la productividad estructural.

“La exigencia de “biotecnología” no tiene como argumento principal la legítima preocupación de los agricultores por frenar la proliferación de plagas y las pérdidas de cosechas, sino se sustenta en el supuesto de que los transgénicos aumentan radicalmente los rendimientos y, con ello, traerán beneficios productivos y económicos de alcance nacional”, se lee en el documento.

La práctica de monocultivos, particularmente la expansión de la soya, ha reducido la rotación: en 2024 se sembraban ocho hectáreas de soya por cada hectárea de maíz, lo que disminuye la fertilidad y aumenta la vulnerabilidad del suelo. A ello se suma la pérdida de bosques y cortinas rompevientos, que agrava los efectos del cambio climático: en cuatro décadas, la temperatura media en Santa Cruz subió 1,1°C y la precipitación pluvial cayó 27%.

Los desafíos

Para Fundación Tierra, el desafío no pasa por legalizar lo ilegal, sino por transformar la agricultura hacia la sostenibilidad. El informe propone medidas como rotación y diversificación de cultivos, restauración de cortinas biológicas, investigación independiente y manejo responsable del suelo.

“El problema no es la semilla, sino el modelo. Necesitamos una agricultura que alimente sin destruir, que produzca sin excluir y que respete los límites ecológicos del país”, señala el documento en sus conclusiones.

El estudio abre un debate urgente sobre el futuro del agro cruceño y plantea una pregunta de fondo: ¿podrá Bolivia construir un modelo agrícola productivo y sostenible sin hipotecar su biodiversidad ni su soberanía alimentaria?

BD/



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