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Sociedad | 21/03/2025   03:20

“El Compadre era mi Padre”“ la historia detrás del mito en la voz de sus hijos

"El Compadre era mi Padre" (2025) explora la vida y legado de Carlos Palenque a través de sus hijos, revelando heridas, omisiones y tensiones. Con testimonios reveladores, el documental desató un intenso interés en el país.

H Parlante.
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Brújula Digital|21|03|25|

Rafael Archondo

Un día después del estreno en RTP de “El Compadre era mi Padre” (2025), documental producido por Jorge Luis Palenque, no hay manera de soslayar el análisis de un material audiovisual, que fue capaz de movilizar más de mil comentarios en este nuestro perfil, en un lapso menor a las 24 horas. 

Los que insisten en que el tema no le interesa a nadie (“puro chisme”), por favor, interrumpan ahora mismo su lectura y déjennos seguir en paz. 

El anuncio del lanzamiento del documental, solo en La H, fue leído por más de 319.000 personas entre la mañana y la noche del martes. El interés por la vida y descendencia del venturoso Caminante está intacto en Bolivia, 28 años después de su repentina partida.

¿Qué aprendimos anoche? Vayamos punto por punto.

1. A Jorge Luis le faltó generar un contexto previo que ayude a entender a sus entrevistados. A los más jóvenes o a quienes no viven ni vivieron en Bolivia les será imposible aquilatar la importancia de esta familia. El menos prevenido de los espectadores puede llegar incluso a creer que los seis hermanos crecieron juntos en el seno de una familia unificada biparental. Esta omisión del penúltimo de los Palenque es, sin embargo, comprensible. Quien nació en La Paz o El Alto en los estertores del siglo XX, lo hizo en un mundo “condepista” y debería tener su propio mapa para guiarse por este laberinto.

2. La frase que más taladra la mente del espectador es la de Sayuri Loza cuando dice: “Yo siempre he sido la hija escondida”. En efecto, aquel día del desgarrador entierro de 1997, ni Sayuri, ni Jorge Luis, ni Anita acudieron al sepelio. La primera, por no haber sido reconocida como hija, y los dos últimos por ser los hijos de quien, “las masas” consideraban la destructora de aquel hogar inundado de serpentinas y mixtura. 

La tensión en el documental trepa a la cima cuando el propio Jorge Luis le pregunta a su hermana Pupi (Adriana Valeria): “¿Tú te acuerdas dónde estábamos nosotros el día del entierro)?” (minuto 24). Ella contesta: “en el fondo, no sé”. Es cuando la narrativa que glorifica al padre compartido toca fondo. Las heridas que Jorge Luis trata de sanar mediante cámaras están ahí, sangrando profusamente y solo el público experto puede descifrar aquel quebranto sin interrupciones.

3. Por lo dicho en el punto anterior, “El Compadre era mi Padre” evita tomar al toro por las astas. Como queda prohibido decir que la familia Palenque fue una víctima directa del involucramiento político del progenitor, a sus seis hijos solo les queda recordar los instantes en los que jugaron “a tomar tecito”, a “morderse”, a caminar “porín porón” y a esperar a la figura pública en su paso fugaz por la Feria de Alasitas. 

Vaciado de lo que realmente duele, es decir, del boquete dejado por un padre “famoso”, el documental pasa a ser un homenaje superficial al donante del apellido principal. Gracias, gracias, gracias... así no lo recuerdes, así te haya contestado el teléfono “con una voz muy rara”, así solo se haya fijado en tus malas notas o, lo peor, no se haya atrevido a reconocerte como rama de su tronco. 

4. Para los bolivianos, los Palenque son el primer intento sistemático por construir una dinastía política. El costo que pagaron por ello (una decisión que no les fue consultada) es inmenso. Nunca antes en el país se había expuesto ante el ojo público la vida privada de tantas personas. Cae (Carlos Eduardo) lo dice mejor que nadie: “A mí me costaba mucho de joven convivir con la idea de que, por el simple hecho de ser hijos del Compadre, la gente tenía un derecho adquirido a decir qué estaba bien, qué estaba mal”. 

No cabe duda de que ese es el mensaje central e involuntario del documental de RTP. Carlos Palenque expuso a los suyos, a los más cercanos, a la jauría de la opinión pública y con ello no solo los dejó en la estacada, sino que los obligó a seguirse validando ante la gente por la vía de la exhibición de intimidades y confesiones. Veintiocho años después, el “reality show” sigue en marcha y nunca declina en el rating. 

5. Lo dijimos en todos estos años siguiendo de cerca el florecer de dichas vidas: la sensibilidad familiar paga a quien la explota con fines políticos. 

La tentación es grande por el simple hecho de que quien habla desde la alcoba o el jardín, parece adquirir la cercanía de un primo o un hermano. Sin embargo, así como los usuarios de este modo de hacer política se inundan de adscripción empática, también les ocurre, y no vale quejarse, que, como dice Cae, cualquiera se sienta en el derecho de opinar, con base en una foto, quién es tu padre o tu madre verdadera. Ello, sin embargo, no significa que se deba tolerar así sin más el pisoteo de la dignidad al amparo de una cuenta real o ficticia en las redes sociales. De los mil comentarios recibidos, solo uno o dos valen la pena. Las peores canalladas se hacen bajo el disfraz del anonimato. 

6. El mayor logro del documental es haber incluido a Sayuri Loza en igualdad de condiciones en la lista de descendientes del amado charanguista. Con ello, la familia paga una deuda que Palenque no quiso o no pudo saldar en vida. Golazo de media cancha, querido Jorge Luis (el futbolero de la familia también se lleva los laureles).

Rafael Archondo Q. es periodista. Este texto fue tomando de La H Parlante. Se puede leer el texto original aquí.






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