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Seguridad | 26/11/2025   05:58

|DIÁLOGOS AL CAFÉ|Narcotráfico y política antidrogas|

El panel reunió a Eduardo Gamarra, Simón Pachano y Rodrigo Uprimny, quienes ofrecieron una lectura estructural del fenómeno, sus mutaciones recientes.

Un efectivo antidrogas custodia estupefacientes decomisados. Foto ABI .Archivo.
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Brújula Digital|26||11|2025|

Diálogos al café 

En un contexto hemisférico marcado por redes criminales que se expanden más rápido que la capacidad de los Estados para contenerlas, Diálogo al Café Marcos Escudero abordó uno de los temas más complejos y decisivos de la agenda pública: el vínculo entre narcotráfico, degradación institucional y los dilemas de la política antidrogas en América Latina.

El panel reunió a Eduardo Gamarra, Simón Pachano y Rodrigo Uprimny, quienes ofrecieron una lectura estructural del fenómeno, sus mutaciones recientes y las tensiones que hoy definen el futuro democrático de la región.

Estados frágiles, zonas marrones y economíascriminales

Eduardo Gamarra planteó una tesis central: entre 2005 y 2025 Bolivia operó bajo una modalidad de “narco-autoritarismo competitivo”, un régimen híbrido donde la arquitectura política convivió funcionalmente con economías ilícitas que fortalecieron estructuras sindicales, territoriales y partidarias. Basado en Tilly y O’Donnell,

Gamarra describió un Estado con soberanía incompleta, salpicado de zonas marrones -Chapare, norte de Santa Cruz, el llamado “México Chico”, los Yungas- donde actores ilegales sustituyeron funciones estatales y la criminalidad prosperó a través de vacíos institucionales más que por confrontación abierta.

Esta dinámica se vio reforzada por una transformación decisiva: Bolivia dejó de ser un simple productor de hoja de coca para convertirse en un nodo logístico del crimen transnacional, conectado a redes descentralizadas. 

La presencia del PCC brasileño, el Comando Vermelho, mafias balcánicas, albanesas e incluso la ‘Ndrangheta italiana muestra que la lógica actual no es la de carteles verticales, sino la de sistemas multinodales que combinan pilotos, clanes familiares, lavadores, laboratorios y redes urbanas.

Simón Pachano añadió que este fenómeno no erosiona únicamente la seguridad, sino componentes esenciales de la democracia: Estado de derecho, procesos electorales, justicia, policía y gobiernos locales. 

En Ecuador -caso que analizó en profundidad-la expansión de mafias extranjeras, la cooptación de pandillas juveniles y el salto abrupto en homicidios revelan cómo las economías criminales capturan territorios, financian candidaturas y desdibujan la frontera entre política y violencia.

Para Pachano, seguir “la ruta del dinero” es hoy más crucial que concentrar los esfuerzos en la represión militar tradicional.

Prohibición y autoritarismo: dilemas latinoamericanos

Rodrigo Uprimny abordó el núcleo conceptual del debate: la imposibilidad de eliminar el narcotráfico bajo el régimen internacional de prohibición. 

Tras cuarenta años o más de “guerra contra las drogas”, no se ha reducido la oferta global ni el consumo problemático; en cambio, se han multiplicado la violencia, la corrupción y los incentivos perversos que alimentan economías ilegales. 

Para Uprimny, cualquier política realista debe reconocer que América Latina no puede resolver el problema mundial del consumo, pero sí puede reducir los daños democráticos que producen estas organizaciones.

El jurista insistió en que incluso dentro del marco prohibicionista existen alternativas más inteligentes que la militarización: regulación policial focalizada, reducción de incentivos para la violencia y coordinación regional que evite repetir los ciclos de represión inútil.

Puso como ejemplo la estrategia de disuasión focalizada utilizada en Boston, donde no se eliminó el microtráfico, pero se redujeron drásticamente los homicidios al condicionar la reacción estatal al uso de violencia. 

Según su criterio, el peor camino sería abrazar sin cuestionamientos el discurso del “narcoterrorismo”, que en América Latina podría provocar retrocesos institucionales severos.

Las intervenciones del público ampliaron estas tensiones geopolíticas.

Se destacó el papel de Estados Unidos -en particular bajo la administración Trump-, su diplomacia transaccional y la presión para alinear a los países andinos a políticas de “mano dura”, aun cuando estas contradigan prioridades económicas o regionales.

En contraste, se mencionó la postura de Brasil, que rechaza el marco de narcoterrorismo y defiende un enfoque más cooperativo.

También surgieron advertencias sobre el atractivo creciente del modelo Bukele, cuyos resultados visibles conviven con graves riesgos para el estado de derecho, la separación de poderes y los derechos civiles.

Consideraciones finales

El conversatorio coincidió en que el narcotráfico ya no es un fenómeno sectorial ni nacional: es una estructura global que articula tráfico de drogas, contrabando, trata de personas, lavado y redes financieras transnacionales. Intentar enfrentarlo desde lógicas locales o puramente represivas es inútil y, en algunos casos, contraproducente. 

En este escenario, Bolivia -en pleno proceso de reconfiguración política- enfrenta un desafío histórico: reconstruir institucionalidad, recuperar territorios capturados por economías ilegales y forjar una cooperación internacional que priorice inteligencia, soberanía y corresponsabilidad regional.

Los tres panelistas concluyeron que la región vive una encrucijada. Una vía conduce hacia respuestas autoritarias que prometen orden a cualquier costo; la otra exige reconstruir capacidades estatales, coordinar políticas hemisféricas y sostener la democracia incluso bajo presión. 

La magnitud del desafío es enorme, pero el riesgo de no enfrentarlo con lucidez lo es aún más






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