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Reportajes | 03/04/2020

Algo huele a podrido en el mercado de animales donde surgió el coronavirus

Algo huele a podrido en el mercado de animales donde surgió el coronavirus

Mercado de animales de Huanan, en Wuhan, es el lugar donde se sospecha que se originó el coronavirus. Foto: ABC.ES

ABC.ES

Pablo M. Díez

Ni el desinfectante ni los tres meses que han pasado desde su cierre han acabado con las tufaradas que salen del mercado de animales de Huanan. En esta enorme lonja de dos plantas, dividida en dos naves separadas por la calle Xinhua (Nueva China), se sospecha que se originó el coronavirus en la ciudad de Wuhan, donde pudo haber mutado procedente de los murciélagos en otra especie para transmitirse al ser humano. Aunque el olor a podrido es nauseabundo, se agradece en estos días extraños que nos ha tocado vivir, ya que la pérdida de olfato es uno de los síntomas de la temida enfermedad Covid-19 provocada por el coronavirus. Por mucho que nos moleste el hedor, que se cuela tras la máscara, es señal de que no nos hemos contagiado… todavía.

Cerrado desde el 1 de enero, después de que varias decenas de sus comerciantes y empleados se infectaran, el mercado permanece vallado con paneles azules rodeados por una cinta policial. Asomando el móvil por encima, se ven sus puestos abandonados entre restos de basura, algunos de los cuales han sido tapados con una lona negra y, extrañamente, con carteles de la propaganda del Partido Comunista. Además del mal olor, seguramente por el agua estancada de las cañerías porque los animales fueron sacrificados, de su interior se escapan voces y el ruido de chorros de agua. Como se aprecia en los operarios protegidos con monos blancos que pasan de una nave a otra, siguen las tareas de desinfección y recogida de muestras en busca del supuesto origen del coronavirus, que ya ha contagiado por todo el mundo a más de un millón de personas y matado a unas 53.000.

Mercado de Huanan, en Wuhan, donde se cree surgió el coronavirusMercado de Huanan, en Wuhan, donde se cree surgió el coronavirus - Pablo M. Díez

Pero eso es todo lo que podemos averiguar porque enseguida aparecen cuatro policías, capaces de detectar a un «laowai» (extranjero) incluso aunque este vaya cubierto con mascarilla, gafas de esquiador, gorro y bufanda. Sin dar más explicaciones que este es un «lugar especial y peligroso», obligan a borrar las últimas fotos, pero no se dan cuenta de las que habían sido tomadas antes. Tras la eliminación de las imágenes, un policía nos sigue hasta que nos marchamos de allí.

Aunque poco disimulada, su táctica intimidatoria funciona. Alrededor del mercado de Huanan, donde hay un hospital y un hotel de cuarentena para los pacientes dados de alta, nadie quiere hablar con un extranjero. Para Wuhan y el resto de China, el origen del coronavirus se ha convertido en una cuestión de Estado por la catástrofe que ha desatado en todo el planeta. Además del coste en vidas humanas, la ruina económica que traerá por la paralización del planeta con los confinamientos amenaza con dañar el auge internacional del régimen de Pekín y despertar una ola xenófoba contra los chinos.

Por ese motivo, tanto las autoridades sanitarias como diplomáticas ya están intentando cambiar la narrativa de la epidemia. Sin pruebas, insinúan que el coronavirus pudo haber surgido en otro país o dan pábulo a una teoría de la conspiración que culpa de su origen a un laboratorio militar de Estados Unidos. Aunque 49 de los 99 primeros casos del coronavirus estaban vinculados al mercado de Huanan, algunos expertos creen que son demasiados los que no tienen ninguna relación. Además, una exclusiva del periódico «South China Morning Post» aseguraba, citando haber visto documentos secretos oficiales, que los primeros enfermos de esta nueva neumonía fueron diagnosticados el 17 de noviembre fuera de dicho mercado. A tenor de algunos estudios, el coronavirus habría sido introducido en el mercado desde otro lugar, pero no se sabe si a través de animales infectados o personas ya contagiadas.

Hasta que se descubra la verdad, la comunidad científica internacional da por buenas las primeras explicaciones de la Comisión Nacional de Salud de China, que señaló a Huanan como el origen del coronavirus. Como allí se vendían y cocinaban todo tipo de animales salvajes, como serpientes, cocodrilos, civetas, puercoespines, ratas de bambú, crías de lobo, perros, avestruces o pavos reales, se sospecha que en alguno de ellos mutó un coronavirus procedente de los murciélagos. Pero todavía no está claro si esta especie se incluía en el largo y variado menú del mercado, que prácticamente era un zoológico con los animales hacinados en jaulas diminutas y hediondas. A pesar de esas pésimas condiciones higiénicas y de los rastreos, los limpiadores encontraron el mes pasado a una familia de cuatro miembros que llevaba 43 días escondida en el mercado. Sorprendentemente, habían pasado todo ese tiempo sin protegerse ni con una simple mascarilla, por lo que fueron puestos en cuarentena.

Mientras se aclara el misterio sobre el mercado de Huanan, la Policía ahuyenta a los curiosos y Wuhan sigue luchando por recuperar su normalidad y limpiar su estigma como origen del coronavirus. «La situación es muy buena ahora porque no hay nuevos contagios desde hace cinco días, todos llevamos máscaras y los controles son muy estrictos para cumplir el confinamiento», explica Vincent Sun, quien regenta una tienda de zapatos franceses. A su juicio, «el Gobierno chino ha solucionado la crisis muy bien, pero ahora es un problema global y a Wuhan vienen muchos extranjeros, por lo que el problema durará todavía un año pese al cierre de fronteras».

En honor de los 3.300 fallecidos por el coronavirus en China, hoy sábado se guardan tres minutos de silencio con motivo del festival de Qingming, el Día de los Difuntos en este país. Pero las familias no pueden ir a los cementerios a cumplir la tradición de «barrer las tumbas» para que no haya rebrotes. En medio de las crecientes dudas sobre las cifras oficiales de China, que muchos creen mayores, el Gobierno ha declarado mártires a 14 sanitarios, policías y trabajadores sociales que dieron su vida en la epidemia. Entre ellos Li Wenliang, el oftalmólogo que alertó de la enfermedad y fue reprendido por la Policía. Tras el coronavirus, algo sigue oliendo a podrido en Wuhan, y no es solo el mercado de Huanan.



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