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Política | 10/01/2024

|OPINIÓN| Chicha, limonada, la transición y el futuro |Julio Aliaga|

|OPINIÓN| Chicha, limonada, la transición y el futuro |Julio Aliaga|

Brújula Digital |10|01|24|

Julio Aliaga Lairana

Peleamos contra “una tiranía oscurantista, de un poder despótico, corrupto e impune, que gobierna Bolivia bajo el imperio del narcotráfico, apoyado en una burocracia mafiosa e ineficiente”; eso es también el MAS, pero está también más allá del MAS.

He leído con atención la columna de Ronald McLean “Ni chicha ni limonada, la razón del fracaso de la oposición boliviana” publicada en Brújula Digital, y su argumentación me ha llevado a escribir este comentario, en calidad de respuesta:

Yo le creería a nuestro amigo Ronald, y hasta podría apoyar un proyecto hegemónicamente liberal como él propone, en tanto este respete los derechos humanos y laborales conquistados hasta ahora, si nuestro país no tuviera cuentas pendientes con el pasado y hubiéramos superado el tiempo nacional/democrático/popular y construido un tejido social ciudadano.

Pero no, estamos aún atrapados en ese tiempo, los procesos de urbanización y modernización no han calado aún lo suficiente como para permitirnos pensar que la mayoría de la población, urbana y de clases medias, haya asumido su rol de ciudadanos, conscientes y practicantes de sus derechos, deberes y de su papel en el diseño y construcción del futuro. El sueño de una élite liberal y moderna, es un espejismo ideológico de tres gatos en Santa Cruz y alguno en La Paz (en el resto del país, ni siquiera hay gatos aún).

La sociedad boliviana está lista para dar el salto, pero aún no sabe hacia dónde. Los valores que guían los derroteros de la modernidad y que son sin duda democráticos y liberales están sesgados por una narrativa identitaria que ha racializado nuestras diferencias e intereses ante el poder político y estatal. Esto es aún taras contra karas, cambas contra collas, colonizadores que nadie sabe dónde están, contra colonizados que ni entre ellos mismos se entienden.

La narrativa que ha hecho carne y que está en la médula de la cultura política boliviana es populista y autoritaria, a más de prebendal y patrimonialista. Está con nosotros desde hace décadas, desde que los hitos transformadores han hecho y construido historia; es la interpretación popular de lo nuestro. La concepción de lo que es y el rol que juega el Estado (1952), las formas democráticas de articulación del poder social y político (1982) y la igualdad, inclusión e integración social (2006), han reiterado, para ser sí mismas, los tópicos que nos otorgan una forma de pensar y vivir el mundo, con la cual nadie está contento, pero que no ha sido desplazada por otra hasta el momento.

En esas condiciones es que debemos enfrentar y superar al decadente masismo, construyendo una mayoría alternativa. Y es por eso que reniego de quienes nos llaman a no expresar una propuesta de futuro desde una narrativa integradora y quieren hacernos creer que podemos hacer mayoría desde la pureza de un discurso de la derecha liberal; por esa derecha liberal no está dispuesta ni a considerar y menos a votar una parte importantísima de la población, que cree otro cuento y que ha vivido (en el sentido de la cultura asentada en la experiencia) avances sustanciales en su desarrollo personal.

Un amigo vino desde Estados Unidos para un tratamiento odontológico en un consultorio de Santa Cruz en el que la dentista es hija de la que fuera la empleada (sirvienta se decía hasta hace no mucho) de su familia en La Paz. Conozco a una ingeniera que es hija de otra empleada, de danzante y orgullosa pollera, que trabaja en un banco del sistema financiero nacional. A ver si a ellas y a sus madres las podemos convencer de que el movimientismo, el mirismo y el masismo fueron la base de un discurso populista que nos está enterrando y convirtiendo en otra Cuba.

Nuestros amigos liberales tienen que entender que el tiempo que viene es de transición, que se necesitan los votos y el consentimiento de al menos un tercio de quienes han votado por el MAS y que se beneficiaron de lo que vino después, y que han crecido bajo el convencimiento de que su bienestar y crecimiento es fruto de ese tiempo; esa opinión no va a cambiar, en el corto plazo, aunque quienes creemos en la institucionalidad democrática, la independencia de poderes, el gobierno de las leyes y las instituciones y la igualdad ciudadana prediquemos que quienes dirigieron el proceso de cambio han desperdiciado la siembra de decisiones tomadas por gobiernos anteriores.

Por eso, para enfrentar al etnonacionalismo masista de Evo Morales o el populismo autoritario del presidente Luis Arce, la UNIDAD POSIBLE debe convocarse bajo un arco desde el liberalismo hasta la izquierda democrática, incluyendo varios “ismos”: indianismos, indigenismos, regionalismos, feminismos, ecologismos, animalismos. Todo ello con la condición de mirar hacia adelante, es decir sin una vocación restauradora de privilegios pasados y actuales, sino creando una propuesta progresista, libertaria, igualitaria, abierta y conectada con el mundo.

BD



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