Bruějula Digital 1000px x 155px
Bruějula Digital 1000px x 155px
Política | 25/03/2024

Entrevista a John Crabtree y Jonas Wolff: El empresariado boliviano siempre fue extractivista y dependiente del Estado

Entrevista a John Crabtree y Jonas Wolff: El empresariado boliviano siempre fue extractivista y dependiente del Estado

Brújula Digital|25|03|24|

Diego Ayo

Dos de los más importantes latinoamericanistas contemporáneos, el británico John Crabtree y el alemán Jonas Wolff, se unieron al recientemente fallecido investigador peruano Francisco Durand para escribir un libro sobre un tema imprescindible en la coyuntura actual: estudiar el rol político de las élites económicas en tres países andinos: Bolivia, Ecuador y Perú. La reciente visita de Crabtree y Wolff en ocasión de la presentación del libro en La Paz ha sido uno de los eventos académicos más importantes de los últimos meses.

Estado y poder empresarial en Bolivia, Ecuador y Perú ofrece una perspectiva de comparación histórica. Basado en las teorías del poder empresarial y la captura del Estado, de los que los tres autores son especialistas, este estudio examina la interacción entre los grupos empresariales y las autoridades estatales en los tres países mencionados desde mediados del siglo XX hasta principios del siglo XXI.

Durante este período, destacan los autores, se observan tres modelos de desarrollo económico que se distinguen por sus diferentes configuraciones de poder empresarial y las relaciones entre el Estado y el empresariado: el período del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones centrado en el Estado (1950-1970); el auge del neoliberalismo (1980-2000); y el giro hacia un modelo posneoliberal de los socialismos del Siglo XXI a partir de los años 2000. El libro analiza también acontecimientos más recientes como los efectos de la pandemia de Covid-19 y diversas turbulencias políticas.

El libro ha sido financiado por la Fundación Friedrich Ebert y publicado por editorial Plural.

Existe la imagen en Bolivia de que existe un empresariado todopoderoso: cohesionado, adinerado y político. Gracias a esta divina omnipresencia habríamos sido casi prisioneros de un modelo de mercado armónico. La tesis de partida del libro desmiente esa hipótesis tan grandilocuente.

John Crabtree: Sin dudas, esa es la tesis de partida: el empresariado boliviano era endeble. Era un empresariado rudimentario. No hay distinción entre la economía de la plata de principios del Siglo XIV y la economía abocada a la exportación de gas del Siglo XX. ¿Podemos imaginar un empresariado amplio y tecnificado capaz de dedicarse a variadas actividades no sólo circunscritas a la plata o al estaño sino a lo que George Gray-Molina denomina una “economía de base ancha”? No, definitivamente no. 

Ese es el actor que hemos estudiado. Un actor débil casi circunscrito al negocio de la agricultura y/o a la gran minería. Nada más. Con una inmensa fortuna, pero más parecido a los barones del estaño de la primera mitad del Siglo XX que al empresariado de diversos países del mundo de finales del mismo siglo. No es casual el nombre del excelente libro de Catherine Conaghan y James Malloy, Unsettling Statecraft: Democracy and Neoliberalism in the Central Andes (que podría traducirse como “Desestabilizando al poder: democracia y neoliberalismo en los Andes centrales”), que hace referencia al desconcertante arte de gobernar que caracterizaba a Bolivia.

Jonas Wolff: Sí, esa es la tesis de partida: el desarrollo industrial era incipiente. Tenía su origen en la Revolución del 52 como empresariado agroindustrial indudablemente pujante, pero incipiente. De ese modo, resulta un despropósito sostener la tesis de que hayan defendido gremialmente a la dictadura de Hugo Banzer o, a su reverso: la democracia. Es cierto que se valieron de la organicidad del empresariado, pero lo hicieron individualmente. Insisto: fueron algunos empresarios los que trabajaron con el régimen a título personal.

No lo hicieron como un actor institucional único. No fue, pues, una cuestión corporativa, fue personal: alguna amistad y/o cercanía familiar con el general Banzer los acercaba o alejaba. Ese es el punto que debemos entender: los lazos íntimos propios de una sociedad pequeña se manifestaban con todo rigor. Sin embargo, la torpeza de Luis García Meza fue decisiva para que el empresariado como un actor unívoco exigiera transitar hacia un nuevo modelo: la democracia. Banzer podía ser conflictivo, pero García Meza era caótico, abusivo e ignorante. Mejor, para los empresarios, fue tomar el riesgo y aventurar la posibilidad de progresar en democracia. Era una apuesta difícil, pero supeditarse a la personalidad de este militar era inconcebible. Había que apoyar la democracia y la apoyaron. Es un momento excepcional, pero decisivo de incidencia empresarial conjunta.

¿Y cómo se dio esa relación, ya en democracia?

Crabtree: La democracia abre el Estado y sus distintas instituciones al empresariado. Ese fue un avance considerable. Los diversos gobiernos democráticos no cooptan a alguna camada de empresarios como había sido la práctica usual de “estatización” empresarial. Ya no: el empresariado actúa institucionalmente como gremio.

Sin embargo, de 2006 en adelante ese encomiable avance se rompe. El empresariado es suplido por un nuevo actor hegemónico: los “movimientos sociales”. No es un asunto menor. La institución empresarial sufre un quiebre mayúsculo y sus miembros empiezan a actuar al salvataje. Se supeditan al gobierno como gremio, pero, sobre todo, como empresarios dedicados a algún rubro. En el mejor de los casos, es el empresariado agroindustrial de Santa Cruz que actúa en bloque y se entrelaza con el Gobierno. Ya no actúan bajo la férula de la Confederación Nacional de Empresarios Privados, lo hacen bajo el paraguas institucional de la CAINCO. Una organización cruceña que hablaba en nombre de los cruceños.

Wolff: De todas maneras, de 2011 o 2012 en adelante, el empresariado empieza a ser un actor determinante. Recobra su peso orgánico, aunque de la mano del Gobierno. Por ejemplo, es indispensable mencionar que en la Constitución de 2009 se insertan concesiones para el empresariado y aquello ya no se puede modificar. Es un momento de empate estratégico: Morales estatiza las principales empresas bolivianas, pero reconoce al empresariado privado constitucionalmente.

Su libro incluye a Ecuador y a Perú. En Perú es un empresariado poderoso que se apropia del Gobierno, en Ecuador es un empresariado menos poderoso, pero que logra acceder a islotes estatales; en Bolivia no es poderoso, se acopla el Estado.

Wolff: Sí, en los tres países el desarrollo es desigual. Acá en Bolivia el empresariado se limita al agro cruceño y, en el mejor escenario, a desarrollar una banca sólida. Una burguesía agroindustrial y una burguesía especulativa. Nada más. ¿Podemos, pues, hablar de la incidencia del empresariado en el Gobierno? No. Lo que atestiguamos ha sido el auge de las materias primas y su reprimarización. ¿Cómo llamamos a este tipo de actividad empresarial? Extractivismo. Punto. Eso es lo que hubo y hay.

Eran los años del denominado “neoliberalismo”.

Crabtree: En ese sentido, hay que ser claro: lo “neoliberal” fue un discurso político exitoso que casi no se condice con la realidad. Una realidad sólo marginalmente abocada al mercado. Es llamativo que el argumento de ilusión social tenga que ver con ese odiado término que poco tiene que ver con lo acontecido. Ha sido la muletilla de la izquierda. Una muletilla poderosa, pero irreal.

Tengamos presente la siguiente certeza: lo neoliberal no existió, con la excepción de Perú. Este país logró conformar un modelo de mercado claro o, usando el lenguaje teórico del trabajo, logró capturar al Estado: ¡Los empresarios capturaron al Estado para sí mismos! Indudablemente, la derrota de la izquierda senderista sentó las bases para una victoria del contendiente antagónico: la derecha. Una derecha empresarial.

Wolff: Eso no significa que el mercado no haya sido el pivote central del desarrollo. Hoy mismo vemos que el presidente Luis Arce no tiene ningún control sobre el dólar. La liberalización surtió efecto a mediados de los 80 y 30 años después sigue teniendo la última palabra.

Crabtree: Claro, lo que significa que este es un modelo estatista, pero jamás un modelo socialista. Es, a lo sumo, posliberal.

Wolff: O, para ser más precisos y siguiendo a Karl Polany, lo que se instaló en Bolivia fue un modelo de “doble movimiento”: de un lado, el control sociocomunitario de la tierra, la fuerza laboral e incluso la moneda; del otro lado, el mercado como el centro neurálgico de la nueva Bolivia, marcaron un derrotero diferente al (puramente) neoliberal. O, en otros términos, los movimientos sociales crecieron durante el periodo del MAS tanto como los derechos indígenas y la misma soberanía estatal, pero lo hicieron en convivencia con una heterogeneidad de actores sólidamente incorporados al mercado. La fuerza democrática boliviana permitió este doble engranaje. El rostro inverso ocurrió en el Perú. En este país se consolidó una suerte de “dictadura de mercado” que impidió la revitalización de los derechos medioambientales, indígenas y sociales. Ese es, pues, un punto destacado de la realidad boliviana.

En todo caso, es preciso aclarar que las políticas públicas puestas en marcha desde 1985 fueron políticas de mercado. Quizás el actor vital para ponerlas en práctica, el empresariado, tuvo menos peso, pero lo cierto es que el modelo mismo, incluyendo al Estado, fue un modelo de democracia de mercado o, dicho en los términos usuales, fue un modelo neoliberal. Los empresarios son sólo una parte de ese modelo mayor.

Crabtree: Es correcto. Lo que tuvimos fue un modelo. Tengamos en cuenta que las políticas públicas puestas en marcha tienen un claro componente de mercado: la apertura comercial, la eliminación de subsidios, la privatización, la liberalización de la economía y reducción de aranceles y/o la política monetaria son la base del modelo. Distinguen ese modelo de las políticas del Estado del 52. Aquel Estado inauguró tras la Revolución del 52 un modelo de estatismo innegable que en 1985 fue derruido por el mismo presidente, Víctor Paz Estenssoro.

Wolff: En todo caso, el Estado nunca se apartó del destino nacional. Conviene recordar que la solidez empresarial cruceña nace al amparo del Estado. Son las enormes partidas de inversión pública que posibilitaron la consolidación del modelo agroindustrial cruceño. Aprovecharon este espaldarazo para afianzar una política económica liderada por actores privados. De ahí en adelante es preciso aclarar que los empresarios privados lograron obtener una presencia privilegiada en el funcionamiento del gobierno, pero jamás al grado de tener el control. Eso no sucedió. Aportaron, claro que sí, pero sin penetrar al Estado con sus directrices particulares.

Crabtree: Es cierto. Los empresarios cruceños no lograron el control. No es casual que su principal política haya sido la descentralización. ¿Qué tiene que ver un proceso de apertura subnacional con la necesidad de tener mayor control? Precisamente eso: la posibilidad de controlar. Asirse, por fin, de ese control etéreo y consolidarlo. ¡Tener el control!, aunque ya no desde el gobierno central sino desde la pujanza regional.

¿O sea una descentralización para lograr más poder?

Wolff: A ver, cabe agregar que los gobiernos a lo sumo, ofrecieron ayudas fiscales que no consiguieron trascender como pilares de una mayor autonomía empresarial. Estas ayudas no alcanzaron a tener mayor incidencia política. Creían, los receptores de la descentralización, que daban pasos gigantes, pero el avance, en realidad, era mínimo. No era cierto, pues, que la descentralización pudiese haber dado un poder omnímodo al empresariado a través del control gubernamental departamental. Definitivamente no. Fueron transferencias fiscales y nada más. Fundamentales, pero jamás con la posibilidad de poner la semilla del control. El control sigue siendo ejercido por el gobierno central.

El otro tema importante aquí es el rol que juegan los recursos naturales en la conformación y solidificación de ese empresariado. O, para decirlo con la palabra exacta, cómo combinamos esa aparente pujanza empresarial con nuestro consabido extractivismo.

Crabtree: Sucede algo preocupante en Bolivia: las empresas del exterior se distancian cada vez más del modelo extractivista y, por ende, de Bolivia. Este país, lamentablemente, carece de empresas relativamente sofisticadas que permitan creer en un modelo alternativo. Eso no existe. La precariedad empresarial reina por acá y la desventaja de esta situación es que los países vecinos se van alejando. Brasil o Chile, por citar a dos de los más emprendedores, producen armas o salmón desligándose de ese extractivismo tan agobiante propio de Bolivia.

Wolff: El saldo es una inserción asimétrica de mercado que sitúa a Bolivia en un lugar poco auspicioso. Cabe comentar que en Bolivia viene fortaleciéndose una fuerza laboral educada y, ello, aunque meritorio, es absolutamente insuficiente. La dependencia plena del extractivismo condiciona a esos profesionales educados y los desmotiva a trabajar en un ambiente que parece despreciarlos. Ese es el problema que no puede verse en una época de auge. No parece existir problema alguno en tiempos de bonanza. Sin embargo, el final de ese ciclo de prosperidad ligada a los recursos naturales, concluye y ha concluido, posibilitando abrir los ojos y darse cuenta que estamos donde estábamos. Ya sin fluidez fiscal, pero con una economía extractivista inmodificable.

Y con extractivismo no se logra desarrollo…

Crabtree: Lo peor no es eso. Lo peor es que inclusive la posibilidad de preservar esa economía extractivista puede difuminarse velozmente. Los chinos, por ejemplo, prefieren hacer sus negocios a lo largo y ancho de sus puertos. ¿Qué supone esa nacionalización de su economía? Pues que aquellas dinámicas de industrialización de las materias primas ocurren en su territorio. No requieren quedarse en tierras alejadas del mundo como es el caso de Bolivia. El mejor ejemplo es el litio: tienen su litio y lo van a industrializar en su propio territorio. Por tanto, la angustia en Bolivia, vaya paradoja, es por mantener el extractivismo a flote. ¡Vengan por favor, no nos olviden! En ese sentido, Evo Morales se limitó a recibir alguna inversión y no ahuyentarla. Ese fue su rol, pero jamás tuvo la posibilidad de alejarse de esta economía extractivista. No pudo, o quizás ni siquiera lo planteó, promoviendo un modelo alternativo.

Wolff: De todos modos, es imprescindible tener en cuenta que ese extractivismo tiene, al menos, dos caras. La cara neoextractivista que observa con cierta pasividad como determinadas empresas internacionales se llevan los recursos fiscales extraídos. Los recursos que entran al país productor como ganancia, terminan en cuentas del exterior con poco rédito para el país. La otra cara permite dar la vuelta la tortilla y alentar un extractivismo redistributivo: las ganancias del comercio de las materias primas nacionales se utilizan en ciencia, educación, salud del propio país productor. El rédito se nacionaliza. La economía sigue dependiendo del extractivismo, pero los resultados son favorables. Esto fue lo que sucedió con la nacionalización del gas durante el gobierno de Evo Morales.

Crabtree: Sí, es necesaria esa aclaración. Tengamos en cuenta que, en el Perú el extractivismo erigió una economía criminal. La minería a cielo abierto es perversa. Es una economía contaminante, pero eso no es lo peor. Lo peor es que si se protesta contra ese abuso, pueden eliminar a quien lo haga. No hay, pues, duda alguna: el extractivismo puede tener un semblante criminal, lo que permite ver con un matiz particular al extractivismo boliviano.

El libro presenta una importante teorización sobre el poder empresarial: el poder de partida, el poder instrumental y el poder discursivo. No es un poder en bloque indiferenciado. Todo lo contrario, tiene particularidades dignas de mención. Si pueden abundar sobre ello…

Crabtree: Es cierto que el poder se manifiesta de diversos modos. Ya vimos que el poder de partida o general es aquel que se ve con evidente claridad en el Perú. Es un empresariado que ha tomado el Estado. La pregunta que cabe formularse es desde cuándo sucedió esa toma. Ya vimos que ese empresariado precario de la primera mitad del siglo veinte e incluso hasta los años 80, fue un empresariado menudo. Casi insignificante. Es el retorno a la democracia lo que crea los incentivos para ser partícipes de las decisiones en política. Ya no es sólo participar en una reunión o aceptar el cargo de ministro de algún gobierno. Ya no: este retorno marca un antes y un después. Esa forma provisional de insertarse en el poder adquiere una tonalidad institucional. El empresariado habla en nombre del empresariado. Esa es la diferencia.

Wolff: Aunque carecemos de cifras que respalden nuestra hipótesis es necesario aclarar que el poder instrumental también adquirió prestancia. ¿En qué consiste este poder? En la posibilidad de incidir en las campañas electorales, en labores de lobby y/o en las famosas puertas giratorias. Ya vimos que en Bolivia el candidato del MNR fue Gonzalo Sánchez de Lozada, uno de los empresarios más poderosos del país. Este es un poder que no se remite a cuestiones sobre el desempeño empresarial, sino sobre el modelo económico en juego, vale decir, sobre las políticas a implementarse, la posibilidad de atraer capitales internacionales, la vinculación con el Fondo Monetario Internacional y/o el Banco Mundial, entre diversas actividades en curso.

Crabtree: El poder discursivo, a su vez, sirvió para legitimarse frente a la sociedad. Los medios coadyuvaron a ese propósito: el Clarín, el Comercio, el Mercurio, O Globo o El Deber tenían y tienen esa finalidad. ¿Está mal esa necesidad de legitimarse? No, necesariamente.

Les recuerdo que en el indicador sobre “libertad de prensa” estamos abajo. Por ejemplo, el indicador de Chapultepec que mide ese derecho sitúa a Bolivia con 33 de 100 puntos posibles. Vale decir, estamos mal…

Crabtree: Sí, pero conviene comprender que el poder omnímodo de los medios en el periodo de democracia de mercado despertó una reacción antagónica casi obvia.

Wolff: Puede ser peor aún. Comprendamos que es la posesión del poder político lo que cuenta. Si ese propósito conlleva la pérdida del poder mediático para la oposición, mejor. Ese es el problema en una situación como la que atraviesa América Latina: los gobiernos de izquierda van a sacrificar este poder –la libertad de expresión– siempre y cuando mantengan el control. Acorralar al empresariado mediático es el objetivo si de eso depende la posesión del poder en favor del gobierno.

Crabtree: Exacto. No podemos negar lo evidente: los medios más influyentes de la historia democrática boliviana ya no son tan influyentes. Página Siete fue un actor clave de la oposición política boliviana y el Deber juega similar rol en Santa Cruz. Sin embargo, Página Siete cerró y el Deber está contra las cuerdas. Tan sólo en Perú la empresarialización mediática parece inamovible: el Comercio maneja el 70% de los medios.

Pasemos a otro tópico. Es importante evitar la visión ideologizada del asunto. Tengamos presente que en el continente ha habido una pléyade de empresarios que han copado la presidencia. ¿Cuál es el balance que tienen ustedes de los presidentes-empresarios señalados?: Gonzalo Sánchez de Lozada, Vicente Fox en México (2000), Mauricio Macri en Argentina (2015), Sebastián Piñera en Chile (2010 y nuevamente en 2018), y Pedro Pablo Kuczynski en Perú (e incluso el banquero Guillermo Lasso). Para ponerlo en versión gráfica, ¿es mejor para un país como Bolivia un Gonzalo Sánchez de Lozada o un Evo Morales?

Crabtree: Ambos presidentes son fundamentales en la historia de Bolivia. No se puede alegar que el presidente indígena fue mejor que el presidente empresario. No lo creo. Ambos cumplieron un rol crucial, tanto Goni como Evo.

Wolff: Es cierto que Goni mantuvo una estructura oligárquica en la economía, pero abriendo espacios democráticos vitales. La democracia funcionó con la municipalización del país, el reconocimiento de los derechos indígenas, la promoción de normas medioambientales. No es poco, aún si la economía transitó por un sendero de empoderamiento empresarial internacional.

Crabtree: En todo caso, no se puede caer en una visión dual: estos empresarios tuvieron un papel destacado en la historia de sus países. Hoy parece un tanto diferente: cayó su injerencia y no podemos creer que hay una política de los empresarios para los empresarios. No existe, con la excepción de Perú. Incluso Noboa, el hijo del poderoso empresario bananero, no tiene la capacidad de tomar decisiones económicas relevantes. Está atado al pasado y su “poder empresarial” es mínimo.

Y, hoy, con Bukele o Milei, ¿no entramos acaso al periodo de “regreso de la oligarquía” como lo señala el profesor Maxwell Cameron?

Wolff: Hay que ver qué sucede. Sin embargo, ya tuvimos destellos que conviene comentar. Jeanine Áñez tomó el poder, pero el empresariado no alcanzó a tener una representación institucional en el Gobierno. Para decirlo en pocas palabras, no fue chicha ni limonada: ni pudo alentar al empresariado ni tuvo la sagacidad de sobrepasar la herencia estatista. A lo sumo, tuvo algún acercamiento menor con empresarios cruceños. Lo propio sucede con Noboa, como lo dijimos. Su antecesor Lasso jamás tuvo más del 20 por ciento de representación congresal. Las fracciones de izquierda lo acorralaron y su figura de empresario fue sólo eso: una ilusión sin verdadero poder empresarial.

Sin embargo, en algún párrafo de su libro, otorgan un poder omnímodo al flanco empresarial cruceño. Cito: “En Santa Cruz, el movimiento regional contra el gobierno central también tuvo un trasfondo racista bastante explícito, yuxtaponiendo a los 'cambas' supuestamente trabajadores, emprendedores y predominantemente 'blancos' de las tierras bajas, contra los 'collas' indígenas, vagos y estatistas de las tierras altas". Esto no parece algo menor…

Wolff: Conviene afirmar que esas pulsiones racistas si existieron, aunque es necesario añadir que el empresariado es más que eso o no es sólo eso. Es un actor de mayor alcance, no identificable sólo con ese racismo. Y ese es un rasgo novedoso que no podemos olvidar.

Crabtree: Santa Cruz ya no es una “casta” hoy en día como lo fue en 2005. Es indispensable reconocerlo. Podemos estar seguros de que estas élites políticas ya no corren por la senda pavimentada desde 1980. Hay un evidente progreso y el racismo parece menos beligerante.

Wolff: Incluso conviene decir que esa idea de la secesión como propuesta “clave” tanto en Ecuador como en Santa Cruz ya no es la tesis predominante. Tengamos en cuenta que en Ecuador la asintonía entre Guayaquil y Quito es tan marcada como la existente entre Santa Cruz y La Paz. Las élites regionales son verdaderamente pujantes, pero no por eso demandan la ruptura del Estado nacional. Estas nuevas élites son bolivianas y, posiblemente, más bolivianas que nunca.

La calidad de la investigación es indiscutible, sin embargo el empresariado hoy incluye actores que no fueron tomados en cuenta: las transnacionales, las burguesías indígenas, los empresarios chinos y, sobre todo, los narcotraficantes. Ese parece ser un vacío preocupante…

Crabtree: Nuestro enfoque fue desde la óptica de las élites nacionales. Ese es el eje. Incluso, el beneficio de las élites transnacionales es, ante todo, un conjunto de beneficios para la élite empresarial nacional. Vale decir, mediáticamente la separación de empresariados parece obvia: de un lado, aquellos extranjeros, del otro, aquellos nacionales. Sin embargo, analizando al empresariado nacional pudimos ver su cercanía con los actores nombrados. Ese fue nuestro objeto de estudio y nuestra unidad de análisis.

Wolff: Asimismo, las reconocidas como burguesías indígenas son actores informales marginales. Hemos privilegiado el estudio de las élites económicas relevantes, aquellas formales.

¿Élites empresariales marginales? Tengo dudas al respecto…

Crabtree: Más que marginales, son élites que se retroalimentan entre sí: si eres narco necesitas abogado, fuerzas de represión, autoridades a tu favor. Exactamente igual que con los ejemplos de los mineros del oro y/o los cocaleros. Funcionan en la informalidad/legalidad. Con otros actores se añade la ilegalidad. Todo en uno, repercutiendo sonoramente en las políticas.

Wolff: De todos modos, es importante reconocer que el complejo coca/cocaína debilita la formalidad de las políticas. Tengamos en cuenta que estos “actores criminales” restan peso a los actores sociales/sindicales que en Bolivia fueron los actores centrales del denominado “proceso de cambio”. No sabemos qué pueda pasar…

Crabtree: Aunque algo sabemos. Sabemos lo perversa que fue la influencia de los empresarios formales en la marcha democrática. No hay dudas que el caso Lava Jato y Odebrecht fueron decisivos. Incidieron ilegalmente en el destino empresarial formal.

Wolff: Respecto a los chinos, es cierto que penetran cada vez con mayor fuerza en todo el continente. Sin embargo, más que expandir un “autoritarismo empresarial” actúan con pragmatismo.

Crabtree: Si, no es injerencia política, es pragmatismo.

Diego Ayo es Dr. en ciencias políticas y colaborador de Brújula Digital.

BD/DA/RPU



FIE-BANNER--BRUJULA-DIGITAL-1000X155-PX_1
FIE-BANNER--BRUJULA-DIGITAL-1000X155-PX_1


GIF 2 vision-sostenible-gif-ok
GIF 2 vision-sostenible-gif-ok
bk-cuadrado
bk-cuadrado