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Política | 27/12/2025   03:00

|OPINIÓN|Cleptocracia institucionalizada|Freddy Machaca|

Es momento de conocer quiénes son los dueños–captores del Estado, porque sabemos que las ramificaciones de los beneficiarios del poder continúan vigentes. Se necesita con urgencia que sean expuestos y puestos ante la justicia.

Una concentración del MAS en la ciudad de La Paz. Foto ABI. Archivo.
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Brújula Digital|27|12|2025|

Freddy Marca

La entrada a una nueva gestión política trajo una ola de optimismo. Ver que la flamante gestión inicia actos concordantes con sus promesas electorales, especialmente respecto a la fiscalización de actos de corrupción hallados en menos de dos meses de gestión, es, sin dudas, un cambio refrescante a lo que estábamos acostumbrados.

Aun cuando resta conocer el verdadero talante de nuestros nuevos gobernantes y si podrán llevar adelante la reconstrucción del país, no podemos ignorar que nuestro optimismo por el nuevo ciclo político debe pisar tierra firme. Debemos abrir los ojos al desastre que dejo la administración pasada y a su fruto más nefasto: una estructura de corrupción cultivada por más de dos décadas de impunidad.

Ante esto la historia nos recuerda que no somos el primer país que deja atrás un régimen político de fuerte control estatal. En su libro Sociología de la corrupción– patrones de la asociación ilegal en Hungría” , el autor David Jancsics investiga los tipos de corrupción que generó el desmantelamiento del sistema comunista de la Hungría de los años 80 y cómo una crisis económica y social desembocó en una crisis moral, que permitió la aparición de cuatro tipos de corrupción: corrupción de mercado, soborno social, organización corrupta y captura estatal.

La “captura estatal” es la forma más compleja de corrupción. No se basa en un intercambio transaccional directo, en favores o en regalos, como lo son las primeras formas de corrupción, más básicas y menos lesivas al bien de todos. La captura estatal es una forma sistemática de corrupción del más alto nivel, en la que los intereses privados, de empresas o individuos poderosos, se adueñan de las instituciones y decisiones del Estado para servir a sus propios intereses.

En este tipo de corrupción no solo se rompen las reglas, se diseñan nuevas para neutralizar los controles, influenciando la reforma de leyes, favores de la justicia, posicionándose en lugares ventajosos para conseguir contratos inflados, para controlar industrias y anular a la competencia. De esta manera, las instituciones, que ya no fiscalizan ni aplican la ley para prevenir la corrupción y menos para castigarla, desvían fondos públicos destinados a salud y educación para beneficio de unos pocos y perjuicio de todos. 

Así consiguen que las acciones corruptas sean legales en papel, porque las leyes fueron diseñadas a la medida de los beneficiarios. Este tipo de corrupción cambia sistemáticamente las reglas del juego, una labor tan compleja y desplegada por los actores más importantes del estado, quienes logran que lo ilegal ya no lo sea más.

Lo sucedido en nuestro país es un reflejo de lo que David Jancsics relata: un país que al alejarse del socialismo se enfrenta no solo a una crisis económica y social sino también moral. 

A una semana de haber asumido el cargo, el Presidente Paz informó que el robo detectado a las arcas del Estado suma más de $us 15.000 millones. El mes pasado conocimos de la corrupción en Botrading, la cual asciende a un aproximado de $us 355 millones. Exautoridades del país, líderes sindicales, son dueños de bienes millonarios y otros tienen más de 150 inmuebles a su nombre.

Aunque estos casos son los más visibles, forman parte de una red más amplia que atravesó distintos gobiernos y consolidó mecanismos de apropiación estatal difíciles de desmontar. Es indudable que hubo una captura, un secuestro total del Estado por estos actores quienes manipularon la ley y se adueñaron de las instituciones a su antojo.

En el libro mencionado, el autor toma como punto de partida el colapso del sistema comunista de los años 80, cuando estos tipos de corrupción descritos se hicieron más frecuentes por la gran crisis económica que disparó el desempleo y muchas de las empresas quedaron en bancarrota o migraron a países vecinos. La similitud con Bolivia es enorme. La crisis económica y social trajo consigo una crisis moral, por la cual las personas comenzaron a sacar de sus puestos de trabajo todo lo que podían. 

El libro relata que uno de los trabajos más buscados era el de policía de tránsito, porque permitía hacer un montón de dinero con sobornos. Más similitudes aún.

Poco a poco el juego cambio en Hungría. Un pequeño cúmulo de elite política capturó el Estado y practicó con exclusividad la corrupción. 

Los Estados modernos luchan abiertamente contra la corrupción, que no esté relacionada con la que ellos practican. Por ejemplo, existen mayores controles a los sobornos que se pretendan hacer a un policía de tránsito, a un doctor o a una enfermera para obtener un buen servicio médico. 

Los Estados evolucionan su capacidad y voluntad de luchar contra la corrupción, sin embargo evitan aquella más grave: la que ellos ejercen, puesto que esta es exclusiva de la elite política, empresarial y bancaria.

El manejo del poder que hizo el MÁS es escandaloso. Hay corrupción, fortunas ilícitas, manipulación de la justicia, favorecimiento de particulares con dinero público y mucho más. 

Es momento de dar el siguiente paso. Conocer quiénes son los dueños–captores del Estado, porque bien sabemos que las ramificaciones de los beneficiarios del poder continúan vigentes y se necesita con urgencia que sean expuestos y puestos ante la justicia.



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