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Política | 07/12/2025   23:46

|OPINIÓN|El desportillado fútbol boliviano|Juan Pablo Guzmán|

Ojalá que quienes en Bolivia forman parte del fútbol y toman decisiones sobre su norte intuyan que sus acciones, aun siendo secundarias, serán capitales para millones de corazones.

Una toma del estadio Hernando Siles de la ciudad de La Paz. Foto ABI. Archivo.
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Brújula Digital|08|12|2025|

Juan Pablo Guzmán

Los expertos dicen que una obra de arte puede mantener e incluso incrementar su valor a lo largo del tiempo, independientemente del desgaste natural de sus componentes. Solo se devalúa si sufre un daño que altera su integridad material y estética y dinamita la conexión emocional con el público. Si una pintura pierde una parte de su superficie o si una pieza de porcelana o bronce sufre una mutilación no quedarán condenadas a la indiferencia, pero inevitablemente serán llevadas al territorio que mezcla el lamento con el desencanto.

El fútbol nunca aspiró a ser una obra de arte, pese a que sus mejores exponentes en la cancha podrían ser considerados como verdaderos artistas del juego con el balón, pero tras décadas de evolución ha llegado a ser un espectáculo sublime en el que la táctica y la efectividad de un equipo es el resultado de un armonioso trabajo colectivo, mezcla de talento, empresa y saber, que apuntan permanentemente a la superación.

Pero este fenómeno global tiene matices: la versión más refinada desde luego está en las grandes ligas europeas y en una que otra de otros continentes, pasando por un grupo “medio” que trabaja para progresar hacia el límite máximo, hasta llegar a un tercer escalón que, aunque dice tratar de avanzar, en realidad involuciona hasta desportillar el encanto de este deporte y convertirlo en un barato utensilio de mercadillo.

El 2025 que está a punto de expirar encuentra al fútbol boliviano en ese último escalón, pero incluso con la perspectiva de situarse más abajo, en un inframundo en el que todo puede ser aún peor. 

El exfutbolista y exentrenador argentino Jorge Valdano, llamado “el filósofo del fútbol” por su enriquecedor aporte reflexivo sobre este deporte, dice que “el fútbol no es la vida, pero es un gran simulador de lo que es la vida”. Quizás en esa reflexión pueda hallarse la génesis del actual estado del fútbol boliviano, porque en un marco nacional de profunda descomposición tras dos décadas de masismo, el fútbol no podía escapar a la generalizada degradación de valores que impulsaron con frenesí Evo y sus secuaces.

Las señales del crítico estado del fútbol nacional son muchas, pero entre ellas sobresalen los campeonatos deficientemente organizados (dos torneos en el año, uno de ellos sumido en la intrascendencia), dirigentes filibusteros cuya aspiración máxima es hacerse con un botín, técnicos que divagan en sus declaraciones por el mundo del absurdo, árbitros de dudosa capacidad y credibilidad, transmisiones televisivas con un pobrísimo y elemental lenguaje, hordas de periodistas que deambulan con celulares y  preguntas descabelladas, hinchas desaforados que cultivan violencia en los estadios y futbolistas que navegan en la modorra de la mediocridad.

En varios de esos estratos seguramente se hallará una que otra excepción, pero el panorama general es no solo desalentador, sino bochornoso. Si lo peor que le puede pasar a una economía es una hiperinflación, en la que el conjunto de los indicadores económicos está no solo descompuesto, sino fuera de control, lo más crítico que puede sucederle al fútbol es desportillarse en todos sus componentes hasta apenas quedar convertido en un manojo de piezas sin brillo ni valor.

El hincha común, el que asiste a un estadio albergando en el amor a su camiseta una mezcla profunda de identidad, pertenencia, catarsis, comunidad y entretenimiento, probablemente acaba la mayor de las veces con una sensación de decepción al constatar que las reglas del juego no se cumplen, que el mínimo esfuerzo es más fácil de asumir que el reto de la excelencia y que quienes están mandados a brindar un espectáculo global de calidad apenas ofrecen una opereta.

¿Todo tiempo pasado fue mejor? Desde luego que no, pero cada vez parecen más remotos los cortos y espasmódicos periodos en los que esfuerzos individuales e institucionales sembraban éxitos, generaban adhesiones y movían multitudes pegadas a un relato periodístico de calidad en radios, periódicos y canales televisivos.

Así como hoy el principal reto de los bolivianos y de su gobierno es reconstruir el país para devolver a la gente la fe en su propio destino, el fútbol enfrenta el desafío de refundarse para salir del fangoso pozo en el que se halla. Y aunque tal vez lo primero resulte más probable que lo segundo, no por ello habrá que estancarse en la inacción y el conformismo que paralizan el espíritu y prolongan la incompetencia.

El mismo Valdano dice que “el fútbol es lo más importante de lo menos importante”. Ojalá que quienes en Bolivia forman parte del fútbol y toman decisiones sobre su norte intuyan que sus acciones, aun siendo secundarias, serán capitales para millones de corazones.

Juan Pablo Guzmán es comunicador social.



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