Se requiere un cambio de cultura que demanda una mirada más amplia de la propuesta conservadora Dios, patria y familia. Está en sus manos darle un nuevo significado, señor Presidente.
Brújula Digital|08|12|2025|
María Machicado
Según Wikipedia, el slogan Dios, patria y familia vertido por el Presidente Paz en su posesión y reivindicado por el nuevo comandante de las Fuerzas Armadas, es un lema que “refleja los valores tradicionales de ciertos movimientos político/sociales conservadores con expresión cristiana” usado por el Estado fascista de Mussolini. Actualmente se argumenta que podría estar asociado a “principios democráticos y nacionales” por un partido conservador en México. Recordemos que la frase también la empleó Bolsonaro.
¿Qué significa invocar a Dios en un Estado laico? Si bien hay libertad de culto, y estuvo bien pedir en la posesión de ministros y ministras que juren según su creencia, debemos garantizar que las políticas públicas se definan por principios universales y no por dogmas o ideologías. No deben estar en función de la Biblia ni del Corán.
¿Y la Patria? Desde una mirada feminista, esta noción remite a la conexión entre la dominación masculina (patriarcado) y los conceptos de nación o pertenencia (patria). El patriarcado se ha entretejido en las estructuras de poder y la identidad nacional, validando un sistema social que otorga a los hombres la supremacía y control en la familia, la política y la economía.
Finalmente, hablemos de las familias, en plural, “grupo de personas vinculadas por relaciones de matrimonio, parentesco, convivencia o afinidad”. No hay una única forma, por más que algunos insistan. Nos detendremos en ellas, donde el patriarcado y las iglesias tienen mucha influencia. Como proxy usaremos el Censo 2024, que presenta datos de los hogares como “unidad estadística que analiza la relación de parentesco de las personas que cohabitan en una misma vivienda”.
Hoy somos más de 11 millones de personas que vivimos en 334 mil hogares, 70% en el área urbana y 30% en el área rural. En ambos ámbitos, solo un tercio son hogares nucleares completos; es decir, que viven papá, mamá e hijitos.
Lo que algunos llaman “la familia tradicional”, que romantiza el modelo del padre trabajador y de la madre “abnegada” que se queda en casa y asume las tareas del cuidado, desconociendo que las mujeres entran al mercado laboral para desarrollar su autonomía económica, sin que se modifique esa responsabilidad ni la carga doméstica. Este concepto también juzga a mujeres que deciden no casarse, no tener hijos o salir de relaciones abusivas.
Y, ¿qué pasa con el 70% de los hogares que tienen otra conformación? El 17% son monoparentales. En ellos vive una sola persona adulta, en su mayoría mujer (82%) a cargo de sus hijos. La mayoría de estos hogares están en el área urbana (75%). Si bien el Censo no analiza sus ingresos normalmente es dudosa la corresponsabilidad paterna, en 2024 se presentaron más de 30 mil casos de demanda de asistencia familiar.
La categoría de hogares que más ha crecido en las últimas dos décadas, es la de unipersonal. ¡En el 26% de los hogares bolivianos las personas viven solas! Todavía no está publicado cuántos son hombres o mujeres. Sabemos que el 25% están en el área rural y que la mayoría son personas mayores de 40 años; la mitad supera los 60 años, es decir, ya no están en edad reproductiva. En el 75%, en el área urbana, una cuarta parte son de 18 y 26 años, y un tercio son adultos mayores. Si a estos datos sumamos que la pareja nuclear sin hijos representa el 17% de los hogares, ¿por qué nos sorprendemos de que no haya crecido la población?
Para concluir, el 12% de hogares son extendidos porque incluyen otros parientes y solo el 0,1% incluye otros no pariente. Por su parte, aquellos que no caben en ninguna de las categorías mencionadas terminan siendo “otros hogares”, el 4%, categoría que merece ser estudiada, ya que podría abarcar parejas del mismo sexo y personas que comparten vivienda sin vínculo familiar.
Estos datos muestran que el perfil de hogares está cambiando seriamente. Cada vez más jóvenes se independizan y viven solos en el área urbana. Aparentemente los y las jóvenes no quieren tener hijos muy rápido o quizás nunca, y hay más adultos mayores viviendo solos, sobre todo en el área rural, que necesitaran cuidado. Para el diseño de políticas públicas, requerimos saber si son hombres o mujeres quienes viven solos o si hay parejas del mismo sexo.
El enfoque familista o tradicional asume que las mujeres tienen la responsabilidad del cuidado de sus propios hijos y de sus padres. Ello genera una doble jornada cuando trabajan en el mercado laboral o las limita cuando buscan trabajo.
Cuando los hombres se involucran, tampoco quieren muchos hijos ni tener descendencia muy pronto, porque empiezan a entender el gran trabajo y los costos de criarlos. Mientras no compartan las responsabilidades equitativamente, el mercado laboral no los castigará.
Ojo que ya no estamos hablando del hogar, acá entra el análisis de los roles de género en la familia. El imaginario de una única familia “tradicional” representa grandes riesgos en la definición de políticas públicas y en la estigmatización de otras formas de organización familiar. Por ello, solo observar la conformación de los hogares es insuficiente.
Hay que analizar las interrelaciones con entre miembros de la familia que viven en distintas viviendas. Adultos mayores viviendo solos; madres (o padres) solas a cargo de niños, niñas y adolescentes: ¿Cómo se financian? ¿Como se organizan? ¿Quién los cuida?
Como sociedad nos preocupa cuando quedan desprotegidos niñas y niños, adultos mayores y personas enfermas o con capacidades diferentes. Fácilmente la sociedad culpabiliza a la “mala madre” o “mala hija” por no atenderlos. Mas aún, desconoce que hay familias de personas del mismo sexo, no permite que ejerzan sus derechos, como legalizar su unión en matrimonio (solo se reconoce como parejas de hecho) o adoptar niños para crear una familia.
Para garantizar los derechos de manera equitativa e incrementar nuestra competitividad y productividad con mayor y mejor capital humano se requiere políticas públicas que aborden los derechos de las mujeres. Si no logramos compartir la responsabilidad del cuidado entre el Estado, la sociedad y al interior de la familia, se mantendrá a las mujeres en posiciones subordinadas para que continúen siendo dependientes ejerciendo su rol de madres.
Dado que las mujeres estamos tomando más decisiones sobre nuestros cuerpos, y no hay servicios de cuidado ni corresponsabilidad, la población solo irá en decremento. Incluso en países donde hay sistemas de cuidado y mayor involucramiento masculino, la población está decreciendo.
Se requiere un cambio de cultura que demanda una mirada más amplia de la propuesta conservadora Dios, patria y familia. Está en sus manos darle un nuevo significado, señor Presidente.