Tres analistas ayudan a recapitular incidentes de ruptura y shock entre los primeros mandatarios.
Brújula Digital|26|11|25|
“No apoyo al gobierno en esta acción. No puedo aceptar, como ciudadano ni como hombre de principios, que la respuesta sea la muerte ante la presión popular y no creo que el diálogo que ha propuesto el gobierno sea suficiente”, declaró Carlos Mesa el 13 de octubre de 2003, cuando Bolivia ya contaba por decenas los muertos de la llamada Guerra del Gas; y de esta manera se desmarcó del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, al que solo le quedaban cuatro días.
Tras una serie de desencuentros públicos, aunque entonces no tan sonados por las limitadas condiciones mediáticas, en 1984 Jaime Paz Zamora no solo dejó de apoyar la gestión de Hernán Siles Zuazo, sino que empezó a perfilar su candidatura a la presidencia cuando aún restaban dos años para las elecciones (que luego, finalmente, se adelantaron para 1985). En el complejo periodo de la UDP (1982-1985), el padre del actual presidente Rodrigo Paz Pereira se alejó del líder del ala de izquierda del MNR, según contó tiempo después, “porque se transfiguró con el poder absoluto”, y porque encabezó una gestión “prosaica y a veces sucia”.
La historia de la relación entre la primera y la segunda autoridad del Estado, en Bolivia, está llena de ideas y vueltas, giros inesperados y desenlaces que dejaron huella. Desde esta perspectiva, los impasses que Rodrigo Paz y Edmand Lara muestran en menos de 20 días desde que tomaron las riendas del país, no deberían sorprender. No pueden dejar a la ciudadanía indiferente, claro está, porque tienen en sus manos el mandato de salir de un momento económico complejo. En todo caso, como recapitulan tres politólogos y analistas del contexto sociohistórico boliviano, las pugnas que ahora nos toca espectar –si se cumple el axioma de la historia– determinarán ante todo el futuro político, la carrera de servicio público que Paz y Lara, sobre todo este último, recién empiezan a recorrer.
Limitaciones y nuevos roles
“Ha habido muchas disputas, ya se ha visto esto”, rememora Diego Ayo, a propósito de los cruces que Paz y Lara protagonizan estos días. “René Barrientos le dio un golpe de Estado a Víctor Paz Estenssoro –prosigue–; Paz Zamora dejó solo a Siles, el MIR se salió de la UDP en un acto virulento, durísimo, que sentenció el gobierno”. El analista remarca estos dos ejemplos que reflejan crisis, en contraposición con las relaciones fluidas: vicepresidentes que sirvieron de mucho al propósito de los jefes de Estado: “Víctor Hugo Cárdenas fue un vicepresidente distintivo. El MNR había perdido el electorado rural, y Cárdenas lo recuperó, al menos en La Paz; Tuto Quiroga también representó la persona perfecta para el cargo y el momento: tecnócrata al 100 %; Carlos Mesa lideró el rol de lucha contra la corrupción y era un mago de los medios”.
También menciona Ayo a los “vices” decorativos, como Julio Garret y Luis Ossio, que “no ejercieron una autoridad sólida”, al no poder sobreponerse a las limitaciones constitucionales del cargo. Y en un lazo con la coyuntura, advierte: “no pensemos que Lara va a actuar sometido al régimen institucional: o le abren una nueva institucionalidad o simplemente rompe con el gobierno”.
Vladimir Peña, analista político, coincide en que los eventuales desencuentros o desmarques de los vicepresidentes, tienen asidero en “un problema institucional: el papel muy relativizado, la dualidad del vicepresidente que, en Bolivia, es presidente nato del Legislativo, aunque sin posibilidades reales de acción; y a la vez no tiene un papel real en la conducción del gobierno”. En torno a la actualidad, detecta dos posibles salidas: “una conversación directa entre el presidente Rodrigo Paz y el vicepresidente Edmand Lara, para llegar a acuerdos mínimos”, o, caso contrario, “si no se impone una visión conjunta, deberían transmitir los desencuentros y la ruptura, de manera honesta, y el proceso tendría que ser lo menos traumático posible”.
El especialista cruceño destaca un ejemplo internacional que puede hacerse referencia: “en Argentina, Milei y Villarruel protagonizan un divorcio pactado; uno no se mete en el accionar del otro y, en los hechos, no se ve afectada la gobernabilidad del presidente”.
Finalmente, el comunicador César Rojas, tras una recapitulación de los casos Sánchez de Lozada-Mesa, Morales-García Linera y Arce-Choquehuanca, concluye: “y llegamos a la vicepresidencia de Edmand Lara: si Mesa fue oportunista, García Linera era ideológico y Choquehuanca un intrascendente, Lara es declaradamente crítico”.
Pero no solo eso, Rojas advierte: “si (Lara) forma una estructura partidaria, como anuncia, puede ser un franco opositor insider. Una novedad digna de estudio, para los politólogos, pero de franco padecimiento para el presidente Paz y su gabinete”.
La historia, con sus axiomas, devaneos y eternas enseñanzas. Solo queda esperar, el paso del tiempo da las respuestas.
BD/MZS