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Política | 26/11/2025   00:49

|OPINIÓN|Hacia una nueva política exterior boliviana|Arturo De la Riva|

La política exterior de Bolivia debiera estar guiada por un respeto incólume a los derechos humanos en lo doméstico e internacional, apoyando el derecho Internacional.

El edificio de la Cancillería de Bolivia. Foto ABI. Archivo.
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Brújula Digital|27|11|2025|

Arturo De la Riva

El titulo es extractado deliberadamente del libro del diplomático y maestro de las Relaciones Internacionales, Fernando Salazar Paredes (+) Hacia una nueva política exterior boliviana, obra publicada el año 2.000 por el CERID, en la perspectiva de dar algunos lineamientos en esa coyuntura al debate siempre controvertido del accionar externo del país. 

Parecería que no existe una conexión entre ese momento y el que vivimos hoy; sin embargo, ambas coyunturas parecen mostrar la oportunidad de cambios profundo en la orientación del país, tanto en el campo de la política externa, como en la dinámica de la política doméstica. 

Pero veamos el contexto actual en el que se debe desarrollar una nueva política exterior con identidad y voz propia de Bolivia y los bolivianos, en la lógica presidencial de que “Bolivia vuelva al mundo y que el mundo vuelva a Bolivia”. 

En primera instancia, vemos un mundo contemporáneo, que transita caóticamente de un orden internacional con una hegemonía militar y en menor grado económico de los Estados Unidos de América y sus aliados de la OTAN, paralelamente, los BRICS, a la cabeza de China, India y Rusia, no consolidan del todo un bloque económico con intereses comunes y de allí que no podemos hablar de la existencia de una alianza efectiva de contrapeso al poder occidental, en la perspectiva de un posible equilibrio multiplex variante de la idea de una globalización con segmentos de multipolaridad, fragmentación y características mixtas y multicéntricas del sistema internacional, entre las muchas otras “denominaciones” que buscan explicar este periodo de transición incierto, profundo y multidimensional.

Paralelamente, las corporaciones trasnacionales comienzan a tener un rol protagónico en la globalización y el globalismo, no solo a partir del uso de la Inteligencia Artificial, sino de los avances de una cuarta Revolución Tecnológica, Científica y Digital, que trae consigo nuevos objetivos internacionales, diferentes a los de la lucha geopolítica tradicional del poder en el mundo desde la paz de Westfalia, como, por ejemplo, ir más allá de nuestra última frontera y conquistar nuevos espacios, fuera del planeta.  

En ese contexto, la política exterior boliviana debería promover un pacifismo real y una neutralidad no funcional en la región y el mundo, siguiendo la doctrina de una “tierra de contactos y no de antagonismos” (Dermizaky P. Una Doctrina Internacional para Bolivia, 1970: 39). El pacifismo real, hace a una “neutralidad perpetua”, en apego al cumplimiento del Derecho Internacional Público y la solución pacífica de las controversias, pero no se circunscribe al balance de poder internacional de la realpolitik y menos a los alineamientos de orden político e ideológico, que proyectaría una remozada política exterior con voz e identidad propia, en todos los organismos internacionales multilaterales y las relaciones bilaterales. 

La geopolítica de Bolivia tiene la cualidad de ser de gravitación múltiple y en la época de la globalización y el globalismo, su rol debe ser de articulación de la subregión a partir de la construcción de una conectividad estable y eficiente, con corredores bioceánicos múltiples, la operatividad de Puerto Bush, para aprovechar la Hidrovía Paraguay - Paraná de noche y de día durante todo el año y una política de cielos abiertos que fomente la competitividad. 

Una nueva política exterior debiera enfatizar en el desarrollo y la integración fronteriza como una dinámica vinculada a nuestra integridad territorial, pero también, en función de nuestra vocación integracionista en el corazón de América del Sur. 

Asimismo, debiéramos construir una política de Estado flexible para el uso de los recursos hídricos transfronterizos, con los cinco países vecinos, ya que el agua es un recurso estratégico para Bolivia y el mundo.

Asimismo, se deben promover acuerdos comerciales de última generación, que permitan incluso poder alcanzar enclaves comerciales alrededor del mundo, como “cabeceras de playa” de nuestra inserción en el globalismo. 

Deberíamos apoyar el libre comercio regional y mundial a través de la liberación impositiva, la reducción de aranceles y el flujo de mercancías y personas, que dinamicen la globalización y el globalismo, recuperando, por ejemplo, el turismo israelí en el Madidi. 

En esa línea de acción, deberíamos defender internacionalmente el patrimonio cultural del país, estableciendo los acuerdos que sean necesarios con otros países y redes de cooperación que coloquen en una vitrina, el carácter astronómico de la cultura Tiahuanacota, dejando de lado, los reconstruidos rituales “culturales” y biocidas del “proceso de cambio”. 

También, se debería buscar armonizar un rol activo de Bolivia en la Alianza para la Prosperidad Económica en las Américas (APEP), en el esquema de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), sin dejar de ser parte de los BRICS. No debemos ser un simple país espectador de estos esquemas, sino, pasar a la parte proactiva, con propuestas concretas de desarrollo económico compartido, la búsqueda de mayor integración y fortalecimiento de las instituciones del sistema democrático.

 Nuestra estrategia debiera ser, generar sinergias de los esquemas de integración bajo la premisa de amistad con todos, enemistad con nadie, ni en la región, ni en el mundo, como parte de un pacifismo y neutralidad activa, pero no funcional a intereses foráneos y peor a dogmas ideológicos oscurantistas. Se debiera regenerar la institucionalización de la carrera diplomática de Bolivia, con base en la historia de los escalafones diplomáticos, dejando de lado el rol de alineamiento ideológico, que nos ha aislado de la comunidad internacional, por casi veinte años. 

Las embajadas y consulados, debieran convertirse en promotores de la “Diplomacia del desarrollo”, explorando, identificando y concretando mercados externos, donde se pueda exportar la “vocación” productiva agropecuaria de los municipios que incrementen sus rendimientos a través de insumos tecnológicos y conocimiento. 

Estos esfuerzos deben estar conectados y propiciados a través de solidas Alianzas Público Privadas (APP) entre comunidades locales y empresas nacionales, internacionales y trasnacionales, dando paso a una visión glocal de la economía. 

Las legaciones diplomáticas, también debieran difundir el turismo naranja y verde. Además, crear nexos institucionales en la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) para Bolivia, retornando para ese fin al CIADI y/o concretar acuerdos bilaterales que den seguridad jurídica a los empresarios externos y trasnacionales. 

 De igual forma se debiera restablecer relaciones diplomáticas con Chile, asimismo, de cara al restablecimiento de relaciones con Israel, se debería abrir una embajada en Jerusalén y en el marco del restablecimiento de relaciones a nivel de embajadores con los Estados Unidos de América, se debiera reconocer y asumir que el narcotráfico, ha puesto en “jaque” el primer objetivo de toda política exterior de Bolivia, que es el sostenimiento de la integridad del territorio a través del “monopolio legítimo de la fuerza” y la existencia de un Estado de Derecho, que, por el contrario, el “proceso de cambio”, lo ha convertido en un “Narco Estado”.

Paralelamente, se debería dar fin a la estigmatización de ser un narco-Estado, reconstruyendo instituciones de lucha efectiva y eficiente contra el tráfico de drogas en el territorio nacional, nacionalizando la comercialización de la hoja de coca y dignificando la imagen de los bolivianos en el exterior. 

En esa tarea, el retorno de la DEA, es un primer paso de una relación mas fructífera, diversa y profunda, que no solo reconstituya la apertura del mercado estadounidense, sino, que incluso, pueda garantizar una zona de defensa mutua en la región.  

 En el marco de la defensa del medio ambiente, se debería retomar el planteamiento de zonas protegidas a cambio de cooperación para el desarrollo y condonación de deuda externa a cambio de sostenibilidad. 

Debiéramos promover una nueva posición con relación a la seguridad alimentaria universal y la reducción del posible calentamiento global a través de la reforestación y la eliminación total de la quema indiscriminada de bosques para ampliar las tierras de cultivo de coca. 

Cabe resaltar que el rol del oriente de Bolivia, es pieza clave, en la perspectiva de la seguridad alimentaria a futuro, para el país y el mundo. 

También, deberíamos incorporar la temática tecnológica y científica y la transferencia de conocimientos, como eje de nuestro accionar externo, para buscar equiparar el desarrollo de la inteligencia artificial en países del primer mundo; que nos permita enfrentar de forma adecuada la cuarta Revolución Tecnológica, Científica y Digital. Desplegando y rescatando para ello, una diplomacia del Litio, las tierras raras, el oro, otros minerales exclusivos y reposicionar nuestra capacidad hidrocarburífera en la región.

La política exterior de Bolivia debiera estar guiada por un respeto incólume de los derechos humanos en lo doméstico e internacional, apoyando el derecho internacional, la búsqueda de la paz y equilibrio mundial de forma activa y estratégica.


Arturo de la Riva es diplomático de carrera.



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