Aquel proyecto político que logre aprovechar este momento histórico, romper el status quo y construir un discurso sólido y bien definido será, sin lugar a dudas, el nuevo proyecto hegemónico de Bolivia.
Brújula Digital|19|09|25|
Fabián Freire
Durante dos décadas, el panorama político en Bolivia se dividió entre quienes apoyaban al MAS y quienes se oponían a él. Dentro del electorado antimasista, existen múltiples sectores, muy diversos, unidos únicamente por el hecho de oponerse al MAS, pero sin compartir necesariamente una visión de país o una ideología concreta.
Esto hizo que la mayoría de los componentes de la oposición no fueran realmente de derecha, sino que, en muchos casos, tuvieran simpatías con la izquierda o hayan coqueteado con ella en distintas oportunidades. La ideología quedó relegada, lo que derivó en una oferta política deficiente.
Las elecciones del pasado 17 de agosto nos demuestran que el status quo comienza a romperse. Como consecuencia, muchos sectores que antes eran afines al MAS han decidido apoyar a Rodrigo Paz. Además, un hecho sumamente positivo es que el área rural también se ha alejado del masismo y sus vertientes, depositando su confianza en el proyecto de Paz, que no es precisamente indigenista ni masista. Esto demuestra que quienes alguna vez votaron por el MAS pueden cambiar de postura política, dependiendo de las condiciones y de las ofertas emergentes.
Me alegra profundamente que muchos de estos sectores, donde antes el MAS ganaba por goleada, se hayan cansado del socialismo y estén dispuestos a abrirse a nuevas ideas. Esto será beneficioso para cualquier proyecto político que sepa aprovecharlo. Durante años, la oposición tradicional ignoró a estos sectores, haciendo poca o nula campaña enfocada en los mismos, demostrando falta de voluntad y visión política. Sin embargo, ya quedó claro que, con un discurso claro y dirigido, estos votantes pueden apoyar nuevos proyectos.
Volviendo a la composición del electorado opositor y a la pérdida de ideologías durante estos años, parece que, finalmente, esta etapa nefasta está llegando a su fin. Ha sido muy dañino para un electorado conservador, patriota o liberal, verse obligado a apoyar proyectos socialdemócratas o progresistas, como Comunidad Ciudadana, Movimiento Sin Miedo o Demócratas. Para muchos, no había otra opción que recurrir al “voto útil”, eligiendo al candidato “menos malo” con tal de vencer al MAS, debido a la falta de proyectos políticos que los representaran.
De manera similar, esto también se refleja en sectores antes masistas, en los que hay una diversidad de posturas políticas. No todos los que apoyaron al MAS son socialistas; muchos fueron engañados por el nefasto socialismo del siglo XXI. Dentro del área rural y los sectores populares encontramos más conservadurismo, incluso tendencias nacionalistas, que podrían aliarse naturalmente con proyectos de derecha tradicional. Sin embargo, al no ser atendidos por la oposición tradicional y al ser ignorados por un electorado opositor radicalizado han quedado marginados.
La dupla Paz-Lara, con su propuesta de “capitalismo popular” y una campaña directa en bastiones tradicionalmente masistas, logró captar el voto de muchos sectores que se sintieron defraudados por el socialismo del siglo XXI. No obstante, el proyecto de Paz aún no es un “monstruo político” consolidado: carece de una ideología claramente definida y de un discurso estructurado. Todavía hay muchas directrices políticas que deben definirse.
En lo personal, considero que para un proyecto nacionalista que busque orden en Bolivia es mucho más fácil llegar a los sectores populares y campesinos que han sido engañados por el masismo durante tanto tiempo que a sectores progresistas.
Aquel proyecto político que logre aprovechar este momento histórico, romper el status quo y construir un discurso sólido y bien definido será, sin lugar a dudas, el nuevo proyecto hegemónico de Bolivia. Su prioridad deberá ser consolidar la nación boliviana