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Política | 14/07/2025   04:00

|OPINIÓN|Bolivia al borde de un cambio político que la economía no ve| Rolando Mendoza|

El turismo sostenible ofrece un camino hacia una prosperidad más inclusiva, equitativa y duradera, distribuyendo beneficios por todo el territorio.

Uno de los foros organizados para conocer las propuestas de los candidatos. Foto APG
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Brújula Digital|14|07|25|

Rolando Mendoza

A través de redes, asistí, con gran entusiasmo, al último foro auspiciado por la prestigiosa Academia de Ciencias Económicas de Bolivia, en el que participaron representantes de los diversos frentes políticos que competirán en las próximas elecciones de agosto. 

Mi esperanza era encontrar un diálogo con propuestas que trascendieran las habituales recetas macroeconómicas –en las que casi todos coinciden, como la reducción del déficit fiscal y la necesidad de apoyo internacional– para escuchar ideas innovadoras sobre la economía real, más allá del extractivismo centenario.

Sin embargo, la realidad de este foro me reveló una decepción persistente. Las intervenciones se centraron, casi de manera unánime, en los supuestos beneficios de la explotación del oro, gas, litio y otros minerales. Para mí, estas propuestas son irracionales, inherentemente contaminantes y, sobre todo, ligadas a un modelo extractivista del pasado, que ha perpetuado la pobreza en nuestro país. Parecen ignorar la urgente necesidad de una visión económica genuinamente transformadora para Bolivia.

Es sorprendente cómo la discusión económica nacional parece estancada en paradigmas obsoletos. La insistencia en los beneficios del extractivismo –a pesar de su conocido y dramático impacto ambiental y social– contrasta drásticamente con el inmenso y democrático potencial del turismo sostenible.

La visión de algunos economistas respetados, quienes afirman que “cuidar la naturaleza es como cuidar un jarrón chino, no genera nada” (Foro de Jubileo, noviembre de 2024) resume y revela una profunda desconexión con las realidades económicas globales y con el valor estratégico de nuestros recursos naturales y culturales.

La experiencia de países como Costa Rica, que genera más de 5.000 millones de dólares anuales gracias a un modelo económico basado precisamente en el cuidado y valorización de su naturaleza, debería servirnos como un contraejemplo contundente y una fuente de inspiración. La publicación reciente del Banco Mundial sobre Costa Rica, Cabo Verde y Samoa refuerza esta visión, destacando cómo estas naciones han incrementado significativamente sus ingresos gracias a la industria turística. Cabo Verde, por ejemplo, experimentó un crecimiento económico del 16,5% en 2024, impulsado principalmente por el turismo, según el mismo informe.

Otro mito que debe ser desmantelado es la creencia –expresada incluso por respetados economistas– de que el turismo requiere una vasta infraestructura previa para ser viable. Como se ha demostrado repetidamente, la secuencia natural para el éxito turístico es la opuesta: primero se capitalizan los atractivos naturales y culturales (que Bolivia posee en abundancia incomparable), luego se mejoran los servicios, y solo entonces se desarrolla la infraestructura, la cual debe estar alineada con un modelo de desarrollo previamente definido.

Antes de la pandemia, Bolivia ya recibía cerca de 1.000 millones de dólares anuales por turismo, distribuidos equitativamente por todo el territorio nacional. Esto demuestra un potencial latente y una capacidad real de generar riqueza inclusiva, incluso en condiciones adversas.

La reticencia a adoptar un nuevo modelo de desarrollo suele deberse a la desinformación o al desconocimiento del vasto patrimonio natural y cultural del país. Recuerdo una conversación con un amigo economista, a quien respeto profundamente. Después de negar la viabilidad del turismo como vía de desarrollo, le pregunté si conocía el Salar de Uyuni (el más grande del mundo), el Parque Madidi (el lugar más biodiverso del planeta, ubicado en el norte de La Paz), o Toro Toro (destino de relevancia mundial por su valor paleontológico y geológico). Su respuesta negativa me reveló la profunda desconexión entre cierta teoría económica dominante y la práctica de nuestras realidades geográficas y culturales. En su desconocimiento residía, tristemente, la raíz de su resistencia a un cambio de paradigma.

Estudios serios, como los realizados por SDSN y Lykke Andersen, han demostrado que si se eliminan las trabas burocráticas y los errores de política pública acumulados durante los últimos 20 años, Bolivia podría generar 3.000 millones de dólares anuales y 300.000 empleos mediante el turismo, con un crecimiento sostenido del 10%, superando ampliamente a los sectores extractivistas.

Punto de inflexión

Si, como revela el informe del Banco Mundial, naciones como Costa Rica, Cabo Verde y Samoa –con un potencial considerablemente menor que Bolivia en términos de diversidad natural y cultural– han logrado esos niveles de éxito turístico, ¿qué nos impide a los bolivianos entender y replicar ese camino? Bolivia posee un potencial 10 veces mayor para el turismo de naturaleza y 100 veces mayor para el turismo cultural que muchos de esos países. Contamos con una riqueza inigualable en biodiversidad, paisajes impresionantes y una herencia cultural vibrante y milenaria. Y, sin embargo, seguimos aferrados a sectores extractivos que, en lugar de generar prosperidad generalizada, solo perpetúan la pobreza, la desigualdad y, sobre todo, la desesperanza.

Ha llegado el momento de un verdadero punto de inflexión, no solo en la política, sino en la visión económica del país. Necesitamos abrazar el turismo sostenible, no como una alternativa secundaria, sino como un pilar central del desarrollo futuro de Bolivia. Esto implica:

– un compromiso firme con la protección del medioambiente y de nuestras culturas,

– inversión estratégica en calidad de servicios,

– infraestructura respetuosa del patrimonio,

– y la formación de una nueva generación de economistas capaces de pensar más allá de los recursos agotables.

El turismo sostenible ofrece un camino hacia una prosperidad más inclusiva, equitativa y duradera, distribuyendo beneficios por todo el territorio nacional y generando empleos dignos para miles de bolivianos.

Dejemos atrás el extractivismo del pasado y abracemos el futuro sostenible que tenemos al alcance.



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