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Política | 09/07/2025   00:52

OPINIÓN|Los desafíos del siglo XXI para la diplomacia boliviana|Carlos Alarcón Escobar|

El pragmatismo en beneficio propio debe ser el elemento central para lograr acuerdos beneficiosos en cualquier escenario, sin ataduras políticas ni estigmas ideológicos.

El Presidente Luis Arce en la cumbre de los BRICS realizado en Brasil, el 5 y 6 de julio. Foto ABI.
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Brújula Digital|09|07|25|

Carlos Alarcón Escobar

Desde la fundación de la República, Bolivia ha enfrentado muchos conflictos con sus vecinos, debidos principalmente al descuido de nuestras fronteras. Fue un largo período marcado por negociaciones fallidas, guerras y cesiones territoriales. Esto transcurrió desde la fundación hasta la Guerra del Chaco, que marcó un punto de inflexión, de reconocimiento de la identidad nacional. Se consolidó finalmente la patria boliviana frente a los intereses destructivos de algunos o de todos nuestros vecinos. Por tanto, nuestras relaciones internacionales, en ese largo período, estuvieron marcadas por la consolidación de nuestro territorio y, desde 1879, por la necesidad de buscar vías de salida al mar, lo que marca hasta hoy el axioma territorial de “país de contactos”.

La irrupción del nacionalismo y la Revolución Nacional de 1952 dio inició a otra fase en la agenda externa, buscando posicionar al país bajo la lógica de apertura regional y presencia internacional que, en medio de diversos matices, hasta inicios de la década de los años 2000, logró posicionar un país en vías de desarrollo con lineamientos más o menos estables. Éstos podrían calificarse como políticas de Estado en materia internacional, destacando entre ellos la demanda irrenunciable de acceso soberano al Océano Pacífico; participar en todos los acuerdos y foros de desarrollo regional; así como establecer una política de no alineamiento frente al conflicto de las superpotencias que derivaron en la Guerra Fría.

La diplomacia como reflejo del país

En todo ese tiempo, especialmente desde los años 80, se estableció un cuerpo diplomático formado con enorme sacrificio del Estado. Este equipo fue el encargado de llevar adelante dichas tareas con no pocas dificultades y se fue configurando una verdadera carrera diplomática profesional, tratando de emular lo que hacían nuestros vecinos para la defensa de sus intereses nacionales. 

Todo eso cambió radicalmente a partir de la llegada del gobierno de los 20 años de un movimiento contestatario que remeció las bases mismas de la nacionalidad y, por supuesto, de la institucionalidad establecida en todos los campos del quehacer nacional. Hizo explotar por los aires todos los avances logrados, en nombre de la inclusión y el falso derecho adquirido de ciertos grupos, autodenominados como “reserva moral”, para ocupar puestos para los que nunca se prepararon. 

Así, la presencia boliviana en el ámbito externo tuvo una radical transformación: de ser el país de contactos, de presencia seria y constructiva en el ámbito multilateral, pasamos a ser el país incómodo y obstructor de cualquier acuerdo, con la excusa de asumir posiciones de una agenda multinacional de corte populista que le hizo mucho daño al país y nos hizo retroceder en lugar de avanzar.

Con miras a las próximas elecciones generales de agosto, en las últimas semanas, distinguidos colegas diplomáticos y otros analistas, con la mejor buena voluntad, vienen presentando diversas propuestas sobre cómo debemos reinsertarnos en la escena internacional. Muestran los pro y contras de los pasos que se dieron en este último tiempo y cómo se debe reposicionar al país en función de dos objetivos: optimizar la presencia boliviana en todos los escenarios internacionales y promover una diplomacia comercial agresiva que coadyuve en la tarea de ampliar la matriz productiva nacional, logrando mercados para productos hechos en Bolivia. Debe retornar y fortalecerse la carrera diplomática profesional como elemento esencial de seguridad, defensa y desarrollo del país.

Los desafíos estratégicos del presente siglo

En lo que va del presente siglo mucha agua ha corrido debajo del puente y en el próximo gobierno también se debe asumir decisiones de corte estratégico en lo interno que marcarán definitivamente nuestra agenda internacional. Todo indica que el fracaso del modelo endógeno, cuyo ciclo concluye dramáticamente, dará paso a un modelo de apertura económica y política y de ajuste estructural, que también es arduamente analizado por los expertos y seguramente por los equipos de campaña de los candidatos serios y con mayores posibilidades. 

A modo de aporte puedo señalar que, en lo concerniente al ámbito externo, se tendrá que tomar efectivamente decisiones sobre la pertinencia de completar la adhesión de Bolivia al Mercosur, que al parecer tiene más desventajas por las ataduras que significaría frente a negociaciones con terceros, que es lo que Bolivia deberá hacer para abrirse a un mayor comercio.

También debe evaluarse el resguardo y fortalecimiento de nuestra presencia en la Comunidad Andina. Con nuestros vecinos se debe restituir relaciones de confianza en base a agendas comunes y repensar en la conveniencia de mantener acuerdos viables y positivos para el país, compatibles con una posición independiente y soberana. 

Asimismo, se debe promover una presencia de calidad en organismos que han demostrado eficacia para el comercio, como la Alianza del Pacífico, que podría convertirse en otra importante plataforma hacia el Asia-Pacífico, o promover una complementación o convergencia comercial regional entre la Comunidad Andina y el Mercosur.

Para recuperar seriedad, la diplomacia profesional boliviana tendrá que esforzarse por alcanzar acuerdos convenientes, en escenarios multilaterales especializados de diversa índole, con el objetivo de recobrar presencia con propuestas realistas que no sean sólo apoyos para, literalmente, recibir honorables saludos a una bandera.

Es precisamente la agenda política multilateral la que debe tener una atención especial debido al momento crítico que vive el mundo, por los diversos conflictos que se desarrollan y que configuran una nueva escena internacional multipolar. Los tres principales actores: Estados Unidos, China y Rusia, de uno y otro modo, han abierto sus cartas y muestran que sus intereses son contrapuestos, así como sus estrategias de posicionamiento global son distintas. El primero pretende mantener su hegemonía y los otros dos, a partir de sus diversas fortalezas, le hacen saber que ya no existe el mundo unipolar y que, en aras de la paz mundial, deben saber convivir, respetando sus áreas de influencia e intereses nacionales.

Mientras Estados Unidos se viene enfrentando al mundo con su guerra de aranceles, Europa viene confrontando una crisis económica, de seguridad y también de identidad, resultado de haber entregado gran parte de su soberanía y su seguridad a quien hoy le dice que debe aumentar sus gastos en defensa, Por tanto, la cooperación europea hacia Bolivia será siempre limitada en adelante. 

Por otro lado, Rusia y China vienen situando en el imaginario mundial la idea de un Sur Global, el cual sagazmente viene consolidándose a través del posicionamiento y ampliación de los BRICS en todos los continentes. Brasil, miembro BRICS, jugará ese rol de consolidación para América Latina.

En estos tiempos de interconectividad en tiempo real y redes sociales, estas tres potencias no son las de antes; actúan también en el campo virtual, promoviendo consignas, apoyos o invalidaciones. 

La verdad y la posverdad también están en juego, y en Bolivia se tendrá que generar, con la diplomacia profesional, nuevos espacios de análisis y debate para tomar mejores decisiones desde los centros de poder nacional. El pragmatismo en beneficio propio debe ser el elemento central para lograr acuerdos beneficiosos en cualquier escenario, sin ataduras políticas ni estigmas ideológicos. 

Lo que se viene a partir de noviembre de 2025 será de crucial importancia para el país en los próximos 30 años. Quien gane las elecciones debe recuperar la identidad nacional, el alma de la nación boliviana. Quien triunfe en los comicios debe saber que tal recuperación será integral si además de los ajustes internos se hacen, a la par, los ajustes en el campo internacional.

Carlos Alarcón Escobar es analista y diplomático.



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