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Política | 16/06/2025   01:42

|ANÁLISIS|Del horror al desasosiego y más allá| Jenny Ybarnegaray|

¿Por qué todavía hay gente que sale a bloquear las carreteras poniendo sus cuerpos en demanda de su habilitación como candidato, aun cuando saben que a Evo Morales ya le cerraron todas las puertas?

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Brújula Digital|16|06|25|

Jenny Ybarnegaray Ortiz

Cada mañana me despierto esperando las malas noticias. Lo que sucedió en Llallagua los días pasados me ha sumido en una profunda tristeza. Enterarme de que ¿los “bloqueadores evistas”? fueron capaces de reventar (literalmente) el cuerpo desnudo de un policía me ha sacudido el alma; no recuerdo un acto similar en alguna movilización social, un acto de tal brutalidad, de absoluta deshumanización (¿o mi memoria elimina inconscientemente lo más abyecto de la conducta humana?). 

Sin embargo, por eso mismo, pienso que éste es el momento oportuno para bajar nuestras emociones y elevar nuestra capacidad de pensar. Es momento de sobreponernos al horror para procurar entender qué es lo que está pasando.

¿Acaso todo se reduce a la figura de un hombre demenciado por el poder, incapaz de asumir que se acabó su ciclo, aterrorizado por lo que le pueda suceder una vez que el gobierno pase a manos de "sus enemigos"? ¿A un grupo de sanguijuelas que siguen viviendo del mito creado y sostenido por ellos mismos?

¿Por qué todavía hay gente que sale a bloquear las carreteras poniendo sus cuerpos en demanda de su habilitación como candidato, aun cuando saben que ya le cerraron todas las puertas? No me basta la explicación de que lo hacen porque les pagan. No me basta suponer que el narcotráfico sostiene esas movilizaciones. Lo uno y lo otro puede ser cierto, pero no me es suficiente para explicarme tales grados de brutalidad y deshumanización. Y no lo sabremos hasta cuando pase este momento de terror.

Es tal el grado de descomposición del Estado, que en nadie podemos confiar. El presidente (órgano ejecutivo) no hace más que exigir que se aprueben (órgano legislativo) los créditos que le ayuden a sobrellevar la crisis (el desabastecimiento de combustibles principalmente). Pero ¿quién puede confiar en un presidente cuyos propios hijos están acusados de corrupción? ¿Quién presta dinero (impagable) para comprar combustibles? ¿Hasta dónde nos podemos endeudar cuando ya sabemos que la deuda externa sobrepasa el 95% del PIB?

La gente clama justicia ¿a quién? Aun cuando hubiesen jueces probos y abogados honestos, el sistema está podrido hasta sus raíces, comienza en las facultades de derecho y termina en los altos tribunales. Para ejemplo, ahí está el TCP y las salas departamentales constitucionales, que sabotean el proceso electoral día por medio, para no hablar de los tribunales penales donde todo se "arregla con plata".

Finalmente,   el órgano electoral, elevado a nivel de los otros tres en la CPE aprobada en 2009, timorato, incapaz de asumir su poder independiente, rehén del TCP.

¿Serán las elecciones de agosto la luz al final del túnel o simplemente una curva que nos conduzca a otro túnel más oscuro?

Cuando veo la papeleta electoral de agosto (aún sin definiciones absolutas), siento un absoluto desasosiego, nadie que me inspire confianza. Es tal el desastre que estamos viviendo, que quien sea que asuma el nuevo gobierno la tendrá difícil, muy difícil. Así es que hágannos el favor de ser honestos, no pretendan engañarnos con vanas promesas electorales (tipo “100 días”), no somos tan estúpidos como nos creen.

Más allá de todo esto, estamos nosotros, bolivianos y bolivianas, que queremos vivir en paz, que tenemos que tener capacidad de discernimiento, que nos negamos a abandonar nuestras casas, nuestro país, las tumbas de nuestros ancestros, para aventurarnos por caminos inciertos. Estamos las personas de "la tercera edad" que tenemos la responsabilidad de apaciguar los ánimos más beligerantes y recordar a los jóvenes que éste es año del bicentenario de la república de Bolivia, que en estos doscientos años hemos atravesado todo tipo de crisis y, no obstante, seguimos existiendo como país (defectuoso). Así es que también saldremos de este atolladero, no sé cómo ni cuándo, pero lo haremos. ¡Ánimo, gente!





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