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Política | 10/02/2025   05:34

|ANÁLISIS|Adios al soft power de EEUU|Lily Peñaranda-Ferrufino|

En 19 días, Trump desmanteló 70 años de política exterior de EEUU, que usaba la cooperación para influir en otros países. El fin de USAID y el uso de coerción comercial crean incertidumbre global.

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Brújula Digital|10|02|25|

Lily Peñaranda-Ferrufino

En 19 días de mandato, Donald Trump desmanteló siete décadas de política exterior que permitieron a Estados Unidos diseñar el orden mundial y ser el hegemón global.

En la década de 1950 Estados Unidos Introdujo la nueva estrategia de Política Exterior utilizando países como Bolivia de laboratorio de prueba. La nueva estrategia consistía en ofrecer ayuda al desarrollo a cambio de concesiones en el ámbito político y económico que promovieran el nuevo orden mundial y los intereses de este nuevo gran hegemón en términos comerciales y económicos.

¿Cuál era la hermenéutica de la nueva estrategia?

La Ley de Desarrollo y Asistencia del Comercio Agrícola de 1954 o Public Law 83-480 (conocida en Bolivia como PL480) tenía como propósito: “…expandir el comercio internacional entre Estados Unidos y naciones amigas, para facilitar la convertibilidad de las divisas, para promover la estabilidad económica de la agricultura americana y el bienestar nacional, para máximo y eficiente uso del excedente de commodities agrícolas para promover la política exterior estadounidense, … para promover el desarrollo económico, para adquirir materiales estratégicos, para pagar obligaciones estadounidenses en el extranjero, …”

La Ley para promover la política exterior, la seguridad y el bienestar general de los Estados Unidos asistiendo a los pueblos del mundo en sus esfuerzos hacia el desarrollo económico y social y la seguridad interna y externa, y para otros fines, o Ley de Desarrollo Internacional de 1961, también conocida como Public Law 87-195, manifiesta el propósito de “…promover la política exterior, seguridad y bienestar general de los EEUU a través de la asistencia a los esfuerzos de lograr el desarrollo económico de las personas del mundo, y su seguridad interna y externa, además de otros propósitos”. Como herramienta de ejecución esta ley crea la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos o USAID por sus siglas en inglés.

Estas son dos leyes de entre otras, que manifiestan transparente y nítidamente una estrategia de política exterior que ofrecía ayuda económica, alimentaria o técnica a cambio de concesiones como la eliminación de individuos ligados al comunismo de los gobiernos de turno, leyes que favorecieran a los inversores norteamericanos, o una cartera de crédito con tasas interesantes para la banca norteamericana y la de Bretton Woods (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional).

Los primeros años de prueba en Bolivia entre abril de 1952 y finales de 1953, la estrategia no garantizaba resultados, sin embargo, para 1954, el departamento de Estado tenía toda la certeza de que la nueva estrategia de Política Exterior funcionaba.

Un informe de inteligencia emitido el 19 de marzo de 1954 por el Departamento de Estado de Estados Unidos concluye que: “Cuando el MNR llegó al poder por primera vez, las exigencias políticas internas y su incertidumbre respecto a las intenciones de Estados Unidos lo hicieron bastante crítico de los Estados Unidos. Sin embargo, como resultado de la posterior ayuda estadounidense y la actitud tolerante de Estados Unidos hacia el régimen, el MNR se ha vuelto cada vez más pro-estadounidense en su perspectiva y ha adoptado la posición de que los intereses de Bolivia serán mejor servidos cooperando con Estados Unidos.”

Se requiere de más investigación para precisar si esta nueva estrategia de Política Exterior fue probada en otros países simultáneamente, mas no es casualidad que la Ley de Desarrollo y Asistencia del Comercio Agrícola de 1954 (Public Law 83-480) se haya promulgado 4 meses después del informe.

De lo que no cabe duda, es de que el precursor de esta estrategia es el Plan Marshall, proyecto fundamental para la reconstrucción de Europa después de la segunda guerra mundial.

Lo verdaderamente significativo es que, en el concierto internacional, Estados Unidos logra que otros actores realicen lo que desea sin recurrir a la fuerza, sino mediante el condicionamiento. Este logro representa una política exterior exitosa y la acumulación eficiente de poder. El denominado soft power cobra relevancia en la sociedad internacional.

Por los siguientes 70 años Estados Unidos empleó esta estrategia haciendo de este un modelo a seguir para las instituciones de Bretton Woods y otros países occidentales de poder considerable y medio a fin de promover sus intereses.

La estrategia comenzó a perder efectividad cuando George W. Bush decidió no acatar la resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que desautorizaba la invasión de Irak en 2003, tras el desastre sucedido en Afganistán en 2001. Sería la primera vez que el gran forjador de normas internacionales desobedece mandatos del sistema de gobernanza global que creó y lideró por tantos años. Iraq y Afganistan significan el primer paso en el abandono de la estrategia del soft power y de los principios de Política Exterior basada en un esquema de gobernanza global institucionalizado y relativamente ordenado por los principios del condicionamiento.

Estos errores restan hegemonía y poder a Estados Unidos, resultando en un cambio radical en la política internacional además del desprestigio de las Naciones Unidas. Adicionalmente, la crisis financiera de 2008 que desemboca en una crisis económica global termina de fulminar la estrategia de Política Exterior basada en el condicionamiento, gracias a la reducción en su financiamiento. La falta de un objetivo claro para USAID y su ineficiencia actual es una muestra contundente de todo ello.

En diciembre de 2019, Donald J. Trump promulgó la Ley de Apropiaciones de 2020 (Public Law 116-94) bajo cuyo título V de la División J incluye La Ley de Fragilidad Global que tiene el objetivo de: “… Mejorar la efectividad de los programas y actividades de asistencia exterior de los Estados Unidos para llevar a cabo dicha política, incluyendo la mejora en la evaluación, el monitoreo y la evaluación llevados a cabo por los departamentos y agencias federales correspondientes…

Para contribuir a la estabilización de áreas afectadas por conflictos, abordar la fragilidad global y fortalecer la capacidad de los Estados Unidos para ser un líder efectivo en los esfuerzos internacionales para prevenir el extremismo y el conflicto violento. La estrategia debe centrarse en abordar las causas a largo plazo de la fragilidad y la violencia.”

Durante la Gestión de Joe Biden, la ejecución de esta Ley fue un fracaso debido a la sobreburocratización y al insuficiente financiamiento del programa. Dado el rotundo fracaso de los esfuerzos por reconducir la estrategia de Política Exterior que alguna vez fue exitoso en promover los intereses de Estados Unidos, el estallido de más conflictos bélicos de importancia mayor después de 2019, como ser los de Ucrania contra Rusia, y de Israel contra Palestina, no son una sorpresa.

Con los nuevos actores globales y la balanza de poder inclinada cada vez más a favor de China, Trump resuelve tirar por la borda 70 años de estrategia de Política Exterior en 19 días. Si bien George W. Bush ya había debilitado el modelo, Obama y Biden no hicieron nada para restablecerlo, pero tampoco lo desmantelaron. Lo poco que logró hacer Donald J. Trump al promulgar la Ley de Fragilidad Global, no funcionó para revivir el modelo.

En su actual mandato Trump decide finalmente desmantelar lo que queda del cadáver de USAID, y recurre a la coerción directa y frontal a nivel comercial. México, Canada y China son los primeros en ser objetivo de esta nueva estrategia de Política Exterior.

La poca sofisticación de esta estrategia y su alto nivel de improvisación, hacen poco predecibles sus resultados a largo plazo. Idealmente se pueden predecir resultados de la ejecución de Política Exterior cuidadosamente diseñada y probada previamente. Es muy difícil saber cuál será el resultado si se omiten los procesos de prueba con actores de baja incidencia en la política internacional. México, Canadá y China son peces gordos y las consecuencias, cuales quiera que sean, son significativas.

La coerción frontal no es garantía de éxito, puede verse ignorada, o en el peor caso, contrarrestada con violencia. Especialmente si se trata de la China, un actor de la política internacional que tiene un ejército en constante crecimiento y desarrollo, capaz de confrontarse con el que otrora fuere el único hegemón del mundo.

No se descarta la probabilidad de que Estados Unidos recobre algo de poder en la balanza internacional, reviviendo su rol de vigilante. A pesar de ello, no volverá a ser el único hegemón. Cuando la Unión Soviética era su mayor problema, no se asemejaba a la capacidad que tiene China actualmente, ni en su mejor momento.

Para Bolivia este viraje solo genera incertidumbre y ninguna garantía de estabilidad en las relaciones diplomáticas con el gigante de América. Al ser Bolivia un país altamente dependiente de la cooperación al desarrollo, el peligro es que el desmantelamiento de USAID ocasione una reacción en cadena en los países europeos que también se valen del mismo mecanismo para promover sus intereses. A diferencia de USAID, las agencias de cooperación europeas trabajan en Bolivia, promoviendo proyectos principalmente ligados al medioambiente, políticas de género y otros. En todo caso, Bolivia tiene mucho que perder. Lejos de atacar a los gobiernos “progresistas” de la región Trump está cambiando las reglas del juego de la política global y deja a todos en vilo.





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