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06/12/2021
Articulista Invitado

Un lento despertar

Carlos Armando Cardozo
Carlos Armando Cardozo

Henry Hazlitt, célebre filosofo libertario, educador que se encargó de presentar la Escuela Austriaca al público de habla inglesa a partir de su trabajo en el Wall Street Journal, New York Times, Newsweek y The American Mercury entre otros.

Dentro de sus grandes obras se encuentra “El tiempo no volverá atrás” donde narra el ascenso de un nuevo dictador que creció en una isla ajeno a los acontecimientos de un mundo regido bajo los preceptos del socialismo, el sueño de Marx consolidado en su etapa previa al comunismo.

El Dictador manda a llamar a su hijo Peter Uldanov ante su inminente muerte, este tiene la obligación de despertar a un nuevo mundo, Mundo Triunfal, lejano a su entorno en aquella isla olvidada donde vivía con su madre, para cumplir con un destino para el cual no estaba preparado.

Dentro de su inducción acelerada dentro de un nuevo mundo con su propia historia, evidenció que tenía grandes abismos entre ciudadanos, la cúpula gobernante y el grueso de población que estaba obligada a responder a la planificación central en absolutamente todos los aspectos de la vida diaria. La racionalización de los bienes, la codificación de las personas, la restricción al libre pensamiento a través de medios de difusión en control del Gobierno Tiránico y la asignación de funciones específicos dentro del esquema global de la economía.

Esta obra nos presenta un escenario ficticio donde el mundo no tenía concepto previo al socialismo imperante, todos los “pecados” del capitalismo fueron borrados de la historia, las personas incluso tuvieron que adoptar un nuevo lenguaje con terminología que no hacía referencia ni remotamente al capital, mercado, beneficios, competencia o libertad.

Bolivia tras 15 años de un modelo que enarbola estas ideas, con algunos adornos “plurinacionales” de por medio, tiene ya en su población generaciones que se criaron bajo un solo modelo, una sola idea de administrar el Estado. Preocupa que su única noción de progreso sea a través de la función pública, sin meritocracia, sin esfuerzo, sin mayor sacrificio que el rendirse ante la única verdad: en este país se te abren las puertas únicamente si eres oficialista, si tienes credencial del partido, si eres orgánico en alguna de los movimientos sociales más poderosos, y que tanto estés dispuesto a sacrificar por el partido.

Sin embargo, conforme las libertades del individuo se van restringiendo, estas generaciones empiezan a abrir los ojos hacia una propuesta nueva de país, una que, si les permite pelear por sus sueños, asumir las riendas de sus vidas y construir su destino.

El mercado y sus mecanismos nos elevan por encima de las vacías discusiones donde el oficialismo entronado desea llevarnos como sociedad. Desigualdad, justicia y una torcida moralidad de rebaño que nos invita a criticar al exitoso, especular acerca de su origen y sentirse con la autoridad para someter a juicio la moralidad de sobresalir por encima del resto.

A esos extremos se llega para reclamar que alguien gana en “exceso” y que esto no es justo para los demás, dejando de lado por obvias razones el mérito, el trabajo, el esfuerzo y sacrificio intrínseco a cualquier logro, por más pequeño que sea.

Hoy el mensaje entrelineas que el Gobierno Totalitario desea imprimir en las mentes de sus allegados es el siguiente: el éxito es una senda plana siempre y cuando rindas tus libertades individuales ante la dictadura de las mayorías. Es mejor ser parte de la mayoría atendida por el Gobierno que ser la minoría acosada, presionada y humillada que se resiste a dejar su proyecto de vida en manos de un burócrata.

Un burócrata como el Ministro de Obras Públicas que no tiene idea de los costos laborales que asume un empresario, claro porque un trabajador bajo la ley del funcionario público es poco más que un camarada de Mundo Triunfal que tiene el honor de servir a las élites iluminadas que saben mejor que uno que es lo que necesita hoy, mañana y siempre.

O un presidente que no tuvo nunca la necesidad de pagar el Impuesto a las Utilidades Empresariales, además del IVA, el IT cada mes sin falta. Claro está que ante esa ignorancia uno puede vilipendiar al privado y exigir compartir un aguinaldo más para sus trabajadores a título de reconocimiento al esfuerzo que el trabajador hace en favor de la empresa. La animadversión que tiene Luis Arce Catacora con el privado llega a límites insospechados como el de declarar abiertamente su repudio y odio casi visceral a Santa Cruz.

Santa Cruz es el departamento que pudo lograr una diversificación económica y modelo de desarrollo a pesar del Estado, no solo esta administración sino las que la presidieron. El fracaso de Arce y su modelo se hace visible porque tenemos aún margen de comparación, vemos el Occidente y Valles y solo vemos problemas, los mismos problemas estructurales desde hace 70 años. Pobreza y desempleo sin incentivos para invertir, arriesgar y ganar gracias a la libre competencia.

Arce cae impotente ante la evidencia, la cruda realidad dicta que el país gira hacia el mercado, la migración gira hacia donde el mercado prevalezca, el boliviano se refugia en el último resquicio de progreso en el país.

Henry Hazlitt nos da la esperanza de volver en el tiempo y reconocer la imposibilidad de la Planificación Central para abrazar los mecanismos de mercado. Este país está obsesionado con el poder de los incas, pero al mismo tiempo olvida que como cualquier imperio este sucumbió por faltarle ese único ingrediente, aquel que son incapaces de reconocer y respetar, la libertad.

Carlos Armando Cardozo Lozada es economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Especialidad en Gestión del Riesgo de Desastres y Adaptación al Cambio Climático, Presidente de Fundación Lozanía



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