Las rencillas internas motivadas por intereses particulares entre jerarcas del régimen harían pensar que, finalmente, dado que su principal figura ha quedado fuera del escenario –aunque sigue dando batalla mediante llamados a la convulsión si no se sale con su gusto–, Bolivia se habría, por fin, librado del monstruo que le infligió un daño inconmensurable.
Nada más lejano de lo cierto: el monstruo ahora aparece con tres cabezas visibles y algunas encubiertas. Vale decir que tres personajes criados a imagen y semejanza de Evo Morales pretenden continuar en el poder. Se trata de una dispersión relativa que, probablemente, tienda a reconcentrarse en una posible segunda vuelta, si acaso logra meter una de sus cabezas en ella. Lo hará por puro instinto de conservación en aras de reproducirse. De ocurrir algo así estaremos atestiguando lo impensable hace no mucho: el “voto útil” masista. Siendo optimista, y con un voto opositor también reunido, no le alcanzaría para ello. Todo depende de que el soberano caiga en cuenta de que, a pesar de la imagen joven/renovador/mujer que presenta este Cerbero es solo una extensión del proyecto más nefasto que se produjo en nuestro país. Y por más que, a efectos electorales, intenten diferenciarse, son exactamente igual de funestos para el futuro.
A su turno, sin éxito, cada uno de estos “evitos” intenta darle otra cara al “proceso”. En realidad, es la misma cara –con caras no del todo “nuevas”, puesto que vienen de medrar del Estado más de una década–. Al que más le cuesta romper el cordón umbilical con el jefazo es al señor Rodríguez.
Para certificar lo dicho hay que ver dos aspectos: sus “propuestas” y los sujetos que los rodean. En cuanto a lo primero, las tres cabezas pregonan una fe ciega en la “mátrix”: el infame proceso de cambio.
Rodríguez lo hace explícitamente: “No venimos a romper lo construido” cuando de lo que se trata es, precisamente, de desembarazarse de toda la podredumbre que ha generado el régimen durante veinte años. “Potenciar las empresas públicas”, las causantes de un desangramiento de recursos, es una de las “grandes ideas” compartidas dentro monstruo tricápita, así como el mismo léxico rancio: “organizaciones sociales”, “Estado plurinacional”, “revolución cultural”, etc.
Vayamos a lo segundo: el entorno.
Sonia está rodeado de los restos del tilinismo: empleados públicos, empezando por ministros y terminando en supernumerarios cuyo voto no si quiera está asegurado, a menos que ejerza un control-chantaje. De las tres, es la cabeza más pequeña, pero tiene algo que las otras no: un manejo residual de los órganos públicos, incluidos los más sensibles en el proceso electoral: el TSE y el TCP –el intruso desagradable– y cierto margen de operación para un desaconsejable fraude.
Rodríguez es la creatura del infame García Linera, cuyo distanciamiento del jefazo parece ser circunstancial, a decir de la candidata a Vicepresidenta en la dupla: “Sigo considerando mi jefe a Evo”. Cabe mencionar que dos promotores de la candidatura de Rodríguez se encuentran con “licencia”: Mario Cronenbold, siempre al borde de la sospecha, e Israel Quino, consejero político de aquel, investigado por abuso sexual.
Finalmente, el de Copa: Iván Lima, evista-arcista-copista, principal gestor del putrefacto estado de la justicia actual y de otras maravillas, nada menos que su jefe de campaña; y el émulo de Linera, un campeón de la acomodación, nada menos que su acompañante de fórmula.
El monstruo en cuestión se llama Soniandrónicopa. MAS de lo mismo.