Se entiende por proceso de inclusión social la participación creciente en la clase media, en el sistema educativo, en las oportunidades laborales, en los niveles de decisión, en la asistencia a lugares públicos como cines, restaurantes, etcétera y en el reconocimiento social.
En este artículo se repasa la evolución de algunas variables importantes concernientes a la inclusión social y al crecimiento de la clase media en lo que va de este siglo.
En lo que va de este siglo, el progreso en materia de pobreza y desigualdad ha sido notable. El nuevo siglo comenzó con un índice de incidencia de la pobreza de 66,6% y el índice de desigualdad de Gini de 61,6%. Para 2022, la pobreza rebajó al 36.5 % y el índice de Gini a 42%, siendo uno de los más bajos del continente americano. La pobreza extrema que afectaba al 45,3 % bajó al 14%.
El progreso se originó en el crecimiento económico, en la baja tasa de desempleo, en el crecimiento de los salarios mínimos por encima de la tasa de inflación, en el progreso en educación y en alguna medida en la distribución de bonos y subsidios.
Con la disminución de la pobreza por ingreso en 25 puntos porcentuales, alrededor de 2,8 millones de personas dejaron de ser pobres, engrosando la clase media. La disminución del índice de desigualdad en la distribución de ingresos se debe al aumento de los ingresos de los que eran pobres.
Medida la pobreza a partir de la satisfacción de necesidades básicas, el Censo 2024 mostró que algo más de 1 millón de personas dejaron de ser pobres entre 2012 y 2024. Este indicador está construido con base en el acceso a servicios urbanos (agua, alcantarilla, electricidad, etcétera), tipo de materiales de la vivienda e indicadores de salud y educación.
El progreso en el acceso a los servicios urbanos es el resultado de importantes inversiones públicas en este campo, a las que habría que añadir las relativas al mejoramiento de los barrios.
La clase media se caracteriza por incluir a los no pobres, pero no ricos, tener buenos niveles de capital humano o en formación, y ejercer sus derechos sociales y políticos. Los servicios de atención a la salud se han extendido y mejorado, particularmente, los relativos a las madres y los niños. Es una importante componente del capital humano.
En educación, el otro importante componente del capital humano, se registró avances cuantitativos impresionantes, en particular con relación a las mujeres y a los jóvenes indígenas. La población nacional entre 16 y 30 años logró un promedio de 11,8 años de escolaridad y las jóvenes indígenas 11,6. El 61% de estas jóvenes, entre 19 y 30 años, tienen por lo menos 12 años de escolaridad.
Es importante destacar el gran salto que se ha dado desde comienzos de siglo, cuando sólo un 16% de estas jóvenes habían logrado el bachillerato. Está claro que hay importantes problemas de calidad educativa, pero los datos anteriores son valiosos al mostrar el progreso en el acceso a los servicios educativos.
La educación facilita el ejercicio de los derechos sociales y políticos. Por supuesto que esto es aún un proceso, pues los progresos detectados en educación y salud conciernen especialmente a los jóvenes.
No es un dato menor que el Censo 2024 revelara que el 76% de los hogares bolivianos tiene acceso al Internet, facilitándose el acceso a la información nacional e internacional, y ayudando a la producción y al comercio.
Finalmente, como otro indicador de inclusión social, cabe destacar la evolución de la composición de la burocracia estatal dominada, anteriormente, por las elites criollas y mestizas, que mantuvieron discursos que deslegitimaban a la población indígena.
Además de los progresos en educación, algunas disposiciones de la CPE coadyuvaron a la inclusión de los marginados a instancias de poder, como la participación indígena obligatoria en los poderes Legislativo, Judicial, Electoral.
También la política de contratación de funcionarios públicos tuvo importancia en la inclusión. Es así que por primera vez en la historia de Bolivia se tuvo autoridades (ministros, viceministros, directores) que no pertenecían a las élites tradicionales. En la mayor parte de las instituciones públicas se contrató a señoras y señoritas de pollera para realizar trabajos diversos.
La clase media tradicional se sintió incómoda con la llegada de los nuevos clasemedieros.
El progreso en materia de inclusión social fue uno de los mayores logros del gobierno del MAS, pero, como es bien conocido, descuidó inversiones y políticas para impulsar la producción. Cabe destacar que esta orientación de las políticas públicas es similar (no igual) a las recomendaciones de los organismos internacionales de invertir sobre todo en infraestructura social y abstenerse de participar activamente en proyectos productivos (lo que ocurrió parcialmente y mal en el gobierno del MAS). Algo así propusieron también varios de los candidatos presidenciales en la primera ronda de las elecciones 2025.
Rolando Morales es economista.