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El 30% de los votos obtenidos por Milei en las elecciones primarias de Argentina, que lo coloca muy cerca de la Presidencia, ha abierto un amplio debate ¿Cómo lo hizo?, ¿qué tiene en su cabeza?, ¿podría ocurrir aquí? son algunas de las preguntas.

Son muchas las diferencias entre Bolivia y nuestros vecinos por lo que no es aconsejable pensar que esto se va a repetir aquí. De entrada en Bolivia hay un partido hegemónico frente a un archipiélago de opositores, casi todos marginales. Donde hay coincidencia entre los analistas es en temer el surgimiento de un “outsider”, concepto que se utiliza para referirse a aquellas personas que incursionan en la política institucional sin contar con una trayectoria de clase, de género o de etnia que nos permitan imaginar como posible estar en el umbral de la presidencia. En el caso de las mujeres aun no hay outsiders pues debido a la naturaleza patriarcal del sistema político, muchas tienden a escalar de la mano de sus parejas, clanes familiares y padrinos políticos. Los outsiders son fenómenos súbitos, inesperados, disruptivos y en general surgen, como ocurre con Milei, desafiando las instituciones y hasta proponiendo destruirlas, en este caso por la derecha extrema.

Carlos Palenque fue en cierta forma un advenedizo en la política dominada por los jailones; Max Fernández, cuya principal virtud fue su cercanía con los sectores populares, también surgió gracias a su carisma cervecero. Ambos no tuvieron que esforzarse mucho para llegar a un electorado ávido de alternativas en un momento en que la democracia todavía constituía una esperanza. Ambos abrazaron sin problema el ideario neoliberal que incluía algunas respuestas a las demandas de inclusión. Ambos reprodujeron el estilo machista en la política, diversificaron los atuendos con los que salían en público y aunque desataron las fobias racistas no quebraron las normas mínimas de la mal llamada clase política: fueron prebendales, machistas y rosqueros.

Evo Morales tampoco fue un outsider en el sentido que él construyó un liderazgo apoyado por y apoyando a los cocaleros convertidos hoy en parte de la élite que gobierna el país. Los cocaleros son, en el fondo, un bastión populista y neoliberal si se considera que su lucha ha consistido principalmente abrir los mercados, eliminando las barreras para la comercialización de la coca utilizando el estado para su protección.

Morales construyó redes internacionales de apoyo a las luchas por el agua, la tierra y los derechos indígenas seduciendo a activistas y funcionarios. Tan atractivo fue Morales en el exterior que reunió un enorme capital conformado por blanquitos y mestizos como Chávez, Lula, Fernández, López Obrador y hasta los jovencitos españoles de Podemos.

Se construyó una red alimentada por la necesidad de los “países del siglo XXI” por acabar con sus adversarios y la emergencia del liderazgo de Morales que les permitió dotarse de una retórica lo suficientemente coqueta como para entusiasmar a la corriente populista instalada en la política regional. Un indio en el poder. Morales no fue un outsider, fue una construcción sustentada en los cocaleros –productores neoliberales si los hay– a los que se sumaron otros grupos de interés conocidos antes como movimientos sociales. Fue un líder que alimentó la corriente principal de la política regional con acciones contrarias a sus palabras.

En Bolivia no hemos visto todavía a nadie que busque dinamitar el Estado –nadie con posibilidades electorales– aunque es posible que algunos políticos, todavía dentro del closet, vean a Milei con admiración y envidia como lo hacen con Bukele.

Milei, a quien no hemos visto gobernar todavía, es un político sin filtros, abiertamente machista, partidario del porte de armas, del tráfico de órganos y quien ya ha integrado a sus filas operadores políticos que buscan edulcorar su perfil en caso de ganar. Ha surgido con el apoyo transversal de jóvenes, viejos, empresarios ricos y trabajadores pobres, que se sienten ajenos y víctimas del descalabro político en que el kirchenirsmo y la derecha tradicional han sumido a la Argentina. No solo viene de afuera, quiere cambiarlo todo, pero su victoria es aun incierta.

Mientras tanto en Bolivia, diciendo una cosa y haciendo otra, el MAS ha destruido las instituciones, ha violado los derechos humanos y desmantelado las instituciones. Como dijo Silvia Rivera Cusicanqui hace ya 10 años: la derecha es el Evo.

Sonia Montaño Virreira es socióloga feminista.



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