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13/08/2020
Cara o Cruz

Los problemas de Evo y el MAS

Raúl Peñaranda U.
Raúl Peñaranda U.

El MAS estuvo tanto tiempo en el poder que no se da cuenta que ya lo perdió. Pero sigue con ese reflejo, tras haber gobernado durante casi 14 años. Por eso insiste en imponer sus caprichos, por ejemplo, que las elecciones se realicen el 11 de octubre y no el 18. Con tal de no ceder, estaría dispuesto a hacer las elecciones aunque sea un día antes.

Ese es el reflejo autoritario del MAS y de su órbita de influencia. No pueden imaginar que sea el TSE el que defina la fecha de los comicios sin consultarles a ellos y sobre todo al jefe que vive en una mansión en Buenos Aires.

El MAS ya no es el partido que fue. Ya no puede designar vocales electorales para que le ayuden con el fraude, como lo hizo en el pasado, u ordenar a los magistrados constitucionales que acepten la inverosímil teoría de que tenía el “derecho humano” de reelegirse para siempre. Ni chantajear a los empresarios privados ni cooptar a los medios de comunicación ni perseguir a sus adversarios.

El MAS, o para decirlo con mayor precisión, sus máximos dirigentes, muestran otra debilidad: ya no controlan de la misma manera a los grupos de poder que antes solían tener bajo su tutela. Estos han demostrado que pueden actuar de manera cuasi autónoma, sin aceptar las (leves) indicaciones públicas que vienen desde Buenos Aires o las que señalan Luis Arce y David Choquehuanca en La Paz. Parece que los roles se hubieran invertido. Antes desde Palacio se dominaba a los líderes de esos grupos sociales, pero ahora que el jefe fugó, son ellos los que imponen sus criterios.

Sin embargo, la dirigencia del MAS es la responsable final de lo que sucede, en primer lugar porque durante años impulsó una visión dicotómica de la realidad, de buenos y malos, de abusados y abusivos, de sojuzgados y patrones. No buscó la unión nacional y menos un diálogo intercultural e interregional, sino la manipulación de sus grupos afines para favorecer los intereses del partido. En segundo lugar, porque en octubre y noviembre del año pasado, Morales pintó a la oposición a su régimen como racista y despótica y por ello pidió a sus seguidores a enfrentar en las calles a los manifestantes contrarios a su régimen. Por lo visto le creyeron y ahora están en pie de guerra en decenas de puntos de bloqueo en todo el país. Ha habido, por ello, un efecto búmeran: ahora ya no aceptan ninguna condición para deponer sus actitudes y hasta rechazan las indicaciones del MAS. Tampoco se puede descartar que quieran cupos en las listas de candidatos de ese partido a cambio de volver al redil.

Todas estas son malas noticias para el trío Morales-Arce-Choquehuanca: controle o no a esas organizaciones sociales, para la ciudadanía es el MAS el que está causando hoy tanta zozobra, que incluye que los hospitales no tengan oxígeno y que mueran pacientes en ambulancias bloqueadas en carreteras. Cocaleros armadas y en motocicletas, campesinos negando el paso de implementos médicos, aymaras ensayando gritos militares y haciendo arengas a favor de una guerra civil es lo menos que necesita hoy el partido de Morales. El MAS ya estaba bajando en las encuestas y esto podría afectar más aún sus opciones de votación, lo que podría definir por años una nueva correlación de fuerzas.

Es posible que Arce y Choquehuanca estén exasperados, igual que su jefe, por la situación actual, pero tampoco han tenido la hidalguía y la valentía para realizar un llamado firme y público a que estos abusos terminen, independientemente de que les hicieran caso o no los grupos involucrados.

La irracionalidad del MAS y su órbita de grupos de presión ha despertado al otro extremo de la política boliviana y le ha dado pretextos para mostrar sus inclinaciones antidemocráticas. El Comité Cívico Pro Santa Cruz, que es el virtual partido político de Luis Fernando Camacho, ha pedido la renuncia del presidente del TSE y que las elecciones se organicen el próximo año. Lo hacen por el simple motivo de que saben que obtendrán un resultado paupérrimo en los próximos comicios. Se llenan de pretextos, como las supuestas deficiencias del padrón y la desproporción urbano-rural en la representación legislativa, para tratar de evitar que haya elecciones el 18 de octubre. Creen, ilusamente, que podrán pescar en río revuelto. Más creo que el río terminará por llevárselos corriente abajo.

Raúl Peñaranda U. es periodista.



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