La justicia es el derecho de los poderosos, lo advirtió hace más de 2.000 años el filósofo griego Platón. En la Bolivia plurinacional es una realidad el apunte del filósofo. Durante más de 20 años el sistema judicial plurinacional ha actuado en función de los mandatos políticos del poder de turno. Sin disimulo ni maquillajes.
No vamos a echarnos a llorar y seguir haciéndonos haraquiri por el lamentable estado de crisis en que se encuentra el Poder Judicial, cuyas máximas autoridades están ahora enfrentadas, acusándose entre el Tribunal Constitucional Vs. Tribunal Supremo de Justicia. Situación límite que preocupa y genera inestabilidad en las instituciones
El expresidente de Bolivia Eduardo Rodríguez, de forma permanente, alerta sobre el desorden de este Poder Judicial: “¡Deben irse! Persiste la usurpación de funciones. Su mandato era improrrogable, mutilaron las elecciones judiciales y su “declaración” de autoprórroga es inconstitucional. El TCP debe y puede funcionar sólo con titulares electos”.
Desde el precepto constitucional, en sentido de que la justicia es un derecho humano, nos tiene que mover, a cada uno de los ciudadanos, asumirlo bajo esa dimensión; por lo que no podemos quedarnos callados ni con los brazos cruzados ante que los que están a cargo de administrar el Poder Judicial hagan lo que quieran y conviertan a la justicia en un recurso inhumano y en un instrumento del poder político, económico o sectorial.
Algunos ejemplos nos dan ciertas pautas para no confiar y tenerle miedo al Poder Judicial, cuando debería ser, al contrario. Existen mandamientos de aprehensión hace meses para Evo Morales por delitos sexuales cometidos y no se lo detiene; para el exministro Juan Ramon Quintana, por amenazas y muertes, pero se refugió en algún lugar y la eficiente Policía no lo encuentra. También se tiene mandamiento de apremio para el presidente de YPFB Dorgathen y no pasa nada. Para el excobista Juan Carlos Huarachi, y está libre e impune.
Y el último caso, la detención del hijo del presidente Marcelo Arce, por violencia hacia la mujer, fue un acto simbólico, un show al que se prestaron los medios de prensa, los fiscales y, obvio, el juez que determinó dejarlo en libertad y que se someta a terapia psicológica.
Así como Evo Morales hizo meter presa a la exministra Nemesia Achacollo, principal acusada del desfalco del Fondo Indígena, para decir que su gobierno no toleraría ni un acto de corrupción, el libreto se repitió con Luis Arce y su hijo está libre de las acusaciones. No lo procesarán por hechos de corrupción.
Ahí están los ejemplos de cuando uno es alguien del poder, tiene influencias poderosas la justicia no le llega, los fiscales y jueces tiemblan con ellos; pero si sos cualquier ciudadano mortal que cometes un delito tendrás un ejército de policías, fiscales agarrándote del cuello, mostrarte a la prensa, y un juez listo con su sentencia lista para mandarte por 180 días a Palmasola, Chonchocoro o San Pedro.
“Si la justicia existe tiene que ser para todos, nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia”, nos hace recuerdo el escritor Paul Auster en su Trilogía de Nueva York
Esa es la justicia plurinacional, la que nos hace temblar. Parafraseando al poderoso ministro de Propaganda de la Alemania nazi, Josep Goebles, que decía “cuando escucho la palabra cultura, meto la mano al bolsillo y saco el revólver”, pues diríamos en Bolivia: cuando escucho la palabra justicia, meto la mano al bolsillo y saco mi billetera.
Claro. cuántos casos hay de denuncias de sobornos, corrupción y prevaricatos de jueces que han actuado favoreciendo al asesino, al violador, al político, porque hubo maletines negros o sobres bien gorditos. Fiscales que deben inventarse pruebas para acusar al inocente. Jueces que sentencian inocentes y liberan a violadores, corruptos, pedófilos. Policías que aprehenden sin órdenes o tienen miedo de detener a los avasalladores o bloqueadores del poder. Hacen una tríada tenebrosa, que sin duda, funciona a la perfección cuando el poder ordena, lo requiere y necesita para poner entre las paredes a los opositores, o para disminuir el descontento de algún sector.
Frente a ello, los nuevos gobernantes tendrán una enorme tarea que afrontar: la transformación radical del sistema judicial. Y que no repitan las mismas mañas e intereses de sus predecesores, de usar a fiscales y jueces para acallar, silenciar, meter miedo y corromper.
Señores magistrados, fiscales y jueces recuerden que la justicia es sobre todo, y ante todo, rectitud y un derecho humano.
Hernán Cabrera es periodista.