Hace 20 años varios sectores de clases medias del país miraban con muy buenos ojos a Álvaro García Linera. Decían que era un joven que representaba la renovación de la política, que era un hombre lleno de ideas. Los funcionarios de las ONG estaban enamorados de él, otro tanto muchos cooperantes internacionales, en especial los “vikingos”: escandinavos, suecos, holandeses, franceses, suizos, todos ésos que no pudieron hacer una revolución en sus países, pero querían hacerla en Bolivia.
Decían que éste es un país de indígenas, de originarios –claro, nunca miraron a los mestizos–; se pusieron radicales en sus ideas, pero sin renunciar a sus aceptables sueldos de diplomáticos. Hasta en Santa Cruz, mi buena amiga Susana Seleme presentó en sociedad –a los empresarios– a García Linera; claro que años después, cuando este Robespierre sacó las uñas, ella se arrepintió de ese arrebato de inocencia y criticó al bachiller que ideó, entre otras cosas, la ejecución extrajudicial en el Hotel Las Américas, con su hermano operando lo sucedido en ese lugar.
Ni las ONG, ni los cooperantes u otros sectores de clases medias nos recordaron que García Linera era un guerrillero, era un sujeto que robó los sueldos de los empleados de la UMSS, que hizo actos de terrorismo en el país; nunca dijeron que era un autoritario. No mencionaron nada de eso y solamente se encandilaron con las cosas que García Linera hablaba de Marx y de las revoluciones.
Pasado el tiempo, esas ONG fueron reprimidas, cerradas por orden del propio García Linera. Muchos de los sectores de clases medias que intentaron ser críticos al MAS fueron reprimidos por el Vicepresidente y su partido.
Esos entusiastas del presente olvidan que Andrónico ha crecido políticamente en el Chapare, es decir, en el lugar del más grande autoritarismo. No nos dicen que él está formado en la lógica de guerra de la dictadura sindical, no nos explican que él está acostumbrado a los excesos del narcotráfico, a los negocios del narco que proliferan en el Chapare. No recuerdan que Andrónico está formado por Morales a su semejanza autocrática, no señalan que él cogobernó con el MAS, que participó de la dilapidación de 80.000 millones de dólares del boom de las materias primas, que cogobernó con el partido que eliminó el Estado de derecho y que violentó las libertades democráticas, los derechos humanos, la libertad de expresión y de prensa.
Con amnesia, no nos expresan que cogobernó con Arce, que es culpable con él y Morales de la destrucción de la institucionalidad del país. No aseveran que Andrónico sigue discursando sobre el socialismo, expresando que hay que destruir al enemigo. Ciegos ante las reuniones de Andrónico con García Linera, Cristina Kirchner y Zaffaroni en Buenos Aires, olvidadizos ante las reuniones de Andrónico con Zapatero –padrino de Maduro– en Madrid. Inocentemente nos dicen que es un dialogador, pero que se sepa, sólo dialogó para ser cinco años presidente del Senado.
Andrónico es la renovación del Chapare con todo lo que ello implica: narcotráfico, autoritarismo con alma dictatorial, ideas autocráticas de alma corporativa, no ciudadana ni democrática.
Actualmente, mutatis mutandis, cuando Andrónico Rodríguez se declara candidato a la presidencia, de nuevo salen a la palestra muchos “inocentes”, incluido un millonario boliviano que vive fuera del país, que indican que ya era hora de los jóvenes, señalan que ya llegó el tiempo de la renovación de la política, que es época de abrir la política a nuevas generaciones.
Claro, junto a esos “inocentes” –o que parecen serlo o que navegan con esa armadura– están miles de otros: políticos, funcionarios públicos, dirigentes de los movimientos sociales, los cínicos, los que han gobernado 20 años, los que han robado dos décadas al erario público recibiendo recursos del Fondo Indígena, del Banco de Desarrollo Productivo, de la Renta Interna, de la ABC, de YPFB, de la Aduana, de las gobernaciones, de las alcaldías, del Parlamento, de las empresas públicas.
Están los que en 20 años han reprimido a quienes pensaban diferente, los que han cerrado periódicos, los que han botado al exilio a centenas de bolivianos que discrepaban del MAS. Están todos los sinvergüenzas que no desean perder el poder ni las granjerías que les ha brindado el partido de gobierno. Están ésos que se acostumbraron al robo, al dinero fácil, al narcotráfico y, claro está, ellos no quieren perder nada de ello.
Se dan cuenta de que si gana la oposición las elecciones ya no podrán tener los bolsillos llenos y tendrán que dejar el poder. Por eso hay miles detrás de Andrónico, porque éste se muestra como hombre viable para que todos esos cínicos sigan beneficiándose del poder.
Andrónico es la renovación del Chapare, es la renovación del narcotráfico, del autoritarismo, de la autocracia que busca un camino dictatorial para Bolivia. No caigamos en la inocencia de decir que viene la hora de los jóvenes; jóvenes sí, pero del MAS, que quiere gobernar 20 años más para conducir a Bolivia a una dictadura. Los demócratas debemos luchar por la libertad y cerrar el camino a los autócratas, jóvenes o viejos.