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26/09/2020

Estado plurinacional, democracia y crisis multimensional

Debatiéndonos en medio de la pandemia del COVID 19 que desde marzo pasado castiga a todo el planeta, observando los incendios en la Amazonia, en California, en Australia, en Siberia, pensando en el super ciclón que azotó a India y Bangladesh en mayo, seguido por los huracanes que castigan la costa sur norteamericana, dirigiendo seguidamente nuestra atención a las próximas elecciones norteamericanas de este año, que simbolizan la crisis de una de las democracias más publicitadas, nos planteamos la pregunta: ¿Cuál es el espíritu del presente? En verdad no tenemos más opción que reconocer que el signo del presente es la crisis multidimensional. Crisis sanitaria por el COVID 19, que es punta del iceberg de algo más grave, la crisis ecológica y en el campo social-político, el tiempo de crisis de la democracia. Lo que pasa en EEUU poco antes de sus elecciones es solamente una señal, falta mencionar la extendida práctica de persecución, tortura a opositores, coacción a la libertad de prensa y fraude electoral en muchos países que hasta hace poco contaban en la lista de países democráticos.

Esta crisis multidimensional si bien rompe a la superficie a lo largo y ancho del planeta, enseñándonos un planeta acechado, lo cierto es tambien que el remezón golpea con diferente fuerza y pinta cuadros locales de intensidades distintas.  En este horizonte global la gran pregunta que se cuela por las hendijas es: ¿Qué es lo que hace la diferencia para que la crisis del COVID 19 por ejemplo, en algunos lugares este siendo hasta cierto punto “manejada” y en otros lugares el proceso se desenvuelva como tragedia dantesca?

Sin restarle importancia al factor recursos económicos, que tiene que ver con la larga y violenta historia de las sociedades humanas y su entrelazamiento con la emergencia de desigualdades que nos acompañan aún hoy, el factor fortaleza de las instituciones, incluso más que la cantidad de recursos, es ahora el factor decisivo, que hace la diferencia para definir el curso de la crisis de la pandemia.

Para hablar claro, la fortaleza o debilidad de las instituciones define en estos tiempos difíciles como cada país lleva la fiesta: ¿Con cuántos médicos por habitante cuenta el país? ¿Cuál es el nivel del salario de las y los médicos?, Existe un equipamiento adecuado de los hospitales? ¿Las normas se cumplen en el nombramiento de autoridades del sistema de salud? ¿Las normas se cumplen en la selección del personal de salud? ¿La sociedad discute públicamente los problemas del sistema de salud y estos se resuelven a través del compromiso entre los actores sociales relevantes y el Estado?

Desde una perspectiva global lo que nos deja de lección la pandemia, es que lejos de que el mundo esté acercándose para afrontar estos desafíos de forma conjunta, lo que ocurre por el contrario es que los Estados se cierran, no como producto de un debate argumentativo, sino porque el frio arrecia y los Estados se amurallan y ante nuestros ojos emerge lentamente un escenario parecido a una “segunda edad media”.

EEUU ocupado con sus propios abismos, ya sin decoro despliega ante el mundo  imágenes de grupos armados en las calles y lo que se vendía como uno de los centros de democracia que funciona, aparece como crisis sin tapujos.

La China el poder emergente, cuando la observamos ante la lupa de la pandemia en realidad parece haber tenido resultados no despreciables. Sin embargo, no debemos olvidar que su sistema totalitario de “reeducación” de los Uiguren en Xinjiang, de control del último “libre pensante” en Hong Kong e incluso de control del último militante dentro del partido único, no es opción para la gran mayoría de las sociedades humanas. Pensando en Bolivia, la sociedad de la “rebelión en las venas” como nos lo recordó magistralmente Dunkerley, que está lejos de ser “sociedad de ovejas”, que acepta yugos y se doblega ante caudillos, tal cosa es razonar contra la razón.

Si 1979 en Bolivia era el tiempo de la posibilidad de la democracia, cuyo signo era la participación en elecciones del primer partido katarista, como lo escribió René Zavaleta Mercado en los 80, hoy en 2020 podemos decir que el presente es el tiempo de la democracia de masas y su signo es el intimo entrelazamiento la chi'pa entre Estado Plurinacional con autonomías y democracia.

Irónicamente, el tiempo en que la democracia en el mundo afronta la hora de su crisis, es el tiempo en que la democracia boliviana puede alcanzar su mayoridad. Parece ser que en este trance de afianzar o perder la democracia, Bolivia está sola, pero quizás Bolivia siempre estuvo sola y es solo que no pudimos/quisimos darnos cuenta.

Afirmar la democracia en Bolivia es fortalecer nuestras instituciones atendiendo a que en ellas necesitamos caber todos/as. El desafío de los bolivianos es que desde diferentes esquinas entendamos que el Estado Plurinacional con autonomías o será democrático o no será de ningún modo y que Bolivia o fortalece institucionalmente su Estado o naufragara en violencia a la que sobreviene el caos, llevándonos a todos/as al fondo del abismo que algunos autores llaman “Estado fallido”.

En el campo del análisis de actores y sus intereses, lo primero que salta a la vista es que despues de 14 años en el ejercicio del poder, muchos en el MAS-IPSP no acaban de entender que el mayor desafío que le ha puesto la historia a esta tienda política consiste en que o es capaz de reinventarse como partido democrático y con ello ser instrumento en favor de los intereses de los actores sociales campesinos e indígenas, que le han dado vida o sigue escuchando los cantos de sirena “revolucionarios”  y se embarca en aventuras que acabaran con las instituciones y convertirán al Estado plurinacional en un triste recuerdo que habrá conquistado un lugar en el museo, pero será borrado de la historia, empujando en esta maniobra a la sociedad boliviana a retornar a la famosa y triste historia, que comenzó con la fundación de la república y se extendió hasta 1979, de muchos golpes y poco futuro.

El respeto por las normas y las instituciones es el único camino que permitirá al MAS cumplir con su tarea de construcción del Estado plurinacional y todo lo que ello significa para la democratización de Bolivia, para el cierre de la brecha urbano-rural para el afianzamiento de una sociedad que mira con orgullo su diversidad cultural y en que sus regiones reconocen su lugar.

El MAS esta ante el desafío de saltar por encima de su propia sombra y dejar atrás el tiempo del “le meto nomas y después estan mis abogados para arreglar” el gran desafío del MAS-IPSP es entender que la vigencia de la democracia como estado de derecho, es la condición del respeto del Estado Plurinacional y el Estado Plurinacional con autonomías es la marca del tiempo de la democracia de masas en Bolivia, que no solo incluye, sino que pone en el foco, su diversidad cultural, la autoestima de la sociedad que de ella emana y el derecho de sus diferentes regiones a participar en la decisión del camino que transitamos.

En el vacío de la debacle institucional que dejó el que “le metió nomás al fraude” la presidenta Janine Añez del frente Juntos, comenzó medianamente bien su mandato, reconstruyendo desde sus cenizas la legitimidad del Estado y de sus instituciones, despues cometió la torpeza de convertirse en candidata, llevando al tacho, en esta maniobra, todo lo que había reconstruido y Bolivia vivió largos meses de pandemia, terror e incógnita en los rostros ciudadanos preguntándose si se puede creer en los políticos. En la última esquina, la señora Añez y Juntos decidieron retomar el camino del respeto a los ritos de la democracia, que es donde emerge y se reproduce la confianza y hay que decir que, haber dejado la candidatura es un acierto que abre una nueva oportunidad para tener elecciones en que podamos creer todos.

Moira Zuazo, PhD, es investigadora asociada de la Universidad Libre de Berlín. 



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