5_Brújula_Digital_1000x115px_avanzamujer ok
5_Brújula_Digital_1000x115px_avanzamujer ok
08/01/2020

El MAS: problemas electorales a la vista

Voltaire decía del optimismo que es “la manía de sustentar que todo está bien cuando está uno muy mal”. Esta paranoia puede advertirse en la reciente declaración del ex canciller masista, Diego Pary: “Tenemos un 20% de apoyo, todavía sin candidato, sin rostro, sin una imagen, sin una representatividad. Una vez que se defina al candidato, ese 20% crecerá aún más”. (Página Siete, 05-01-20). Tomando como referencia esta aseveración, el propósito del presente artículo es objetar dicho exceso de certidumbre infundada.

Hasta no hace mucho, el MAS era una estructura conformada por fracciones (grupos de personas organizadas que comparten una identidad y actúan en función del logro de un objetivo político) y sólidamente cohesionado en torno a su venerado caudillo. Al principio, las fracciones se distinguían por su cooperación mutua hasta lograr el objetivo de conquistar el poder; luego, en función de gobierno, las fracciones ingresaron en pugas por la aplicación o no de determinadas políticas, la designación o no de ciertas personas en algunos cargos públicos y la distribución o no de incentivos específicos entre sus miembros. Estas controversias se sobrellevaron y se fueron sorteando, con más o menos satisfacción, cerca de 13 años.

Hoy, sin incentivos que distribuir y sin prebendas que ofrecer, después de renunciar a la presidencia y en el incómodo exilio, las dificultades de Evo Morales para articular a su partido resultaron insuperables; eso pudo constatarse en la fracasada cumbre masista realizada en Buenos Aires los últimos días del pasado año: participaron pocas personas, que representaron a escasas organizaciones sociales y no trataron la designación de candidatos como estaba previsto. Este fiasco político revela la profunda crisis en la que se halla inmerso el MAS; en realidad, desaparecieron las fracciones y emergieron las facciones (grupos con demasiadas ambiciones personales, sin estructura organizativa y de escasa duración); éstas, por la eventualidad del proceso electoral, se hallan profundamente radicalizadas al extremo de postular cada quien a su propio candidato.

Al parecer, Luis Arce Catacora es postulado por la facción de Evo Morales; David Choquehuanca es candidato proclamado por las 20 provincias de La Paz; Andrónico Rodríguez representa a la facción de la federación de productores de coca del Chapare cochabambino; y Eva Copa, actual presidenta del senado, es postulada por El Alto. ¿A quién elegir?

Lo cierto es que el momento en que una de estas facciones imponga su candidato, es probable que el 20% de intención de voto a favor del MAS disminuya significativamente en lugar de crecer. Tres razones permiten sostener esta conjetura. La primera, si se designa al candidato A, con seguridad las facciones X, Y y Z, con razones o sin ellas, no estarán conformes ni se sentirán representadas con semejante postulación; cualquier decisión que se asuma afectará el logro de intereses de los otros grupos que, sin duda, en esta oportunidad no se encuentran dispuestas a mayores sacrificios por un partido que se halla en proceso de descomposición. Así, las facciones marginadas posiblemente opten por dispersarse y perderse en el anonimato o terminen por aliarse con algún partido afín; en cualquier caso, parece inevitable el decrecimiento en la votación del MAS

La segunda, los candidatos masistas en pugna en realidad tienen más debilidades que fortalezas: Arce Catacora carece de una base social que respalde su postulación y, además, su procedencia étnica desentona con el proclamado discurso indigenista del MAS; Choquehuanca solo cuenta con el apoyo de indígenas del altiplano paceño que representan un porcentaje mínimo de personas en otras regiones del país; y la juventud e inexperiencia de  Rodríguez y Copa parecen indicar posibles candidaturas con defectos antes que virtudes para pretender acceder al cargo de presidente. Además de que no obtendrían tampoco respaldo nacional. Estas limitaciones de los virtuales postulantes del MAS permiten concluir que ese partido deberá elegir no al candidato que más sume sino al que menos reste.  

Finalmente, cualquier candidato que sea designado deberá afrontar una campaña electoral absolutamente desfavorable: no tendrá todo el aparato del Estado a su disposición; no contará con el respaldo de los medios de comunicación (éstos se hicieron críticos del MAS al día siguiente de la renuncia de Morales); no podrá obligar a los empleados públicos a mostrar respaldo; y con seguridad, brillarán por su ausencia los insufribles guerreros digitales. Este cúmulo de adversidades es probable que contribuya en la disminución de aquella intención de voto.

Así, según las razones descritas, el desenlace de las elecciones próximas parece anunciar el advenimiento de resultados que contradice el optimismo masista: la merma de su voto real. 

Eduardo Leaño Román es docente universitario.




GIF 2 vision-sostenible-gif-ok
GIF 2 vision-sostenible-gif-ok

Deportes

bk-cuadrado
bk-cuadrado