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Bienes comunes | 04/07/2025

Cuando el agro impone, la democracia se resiente

Gonzalo Colque
Gonzalo Colque

La Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) organizó un Foro Agropecuario al que asistieron los candidatos mejor posicionados en las encuestas: Samuel Doria Medina, Jorge Tuto Quiroga y Manfred Reyes Villa. Andrónico Rodríguez desistió a última hora. Una de las facetas más llamativas del evento fue su formato cuidadosamente planeado para inducir al alineamiento de los candidatos con la agenda agroempresarial. Esta manipulación dejó al descubierto prácticas que contradicen los principios democráticos que los bolivianos aspiramos fortalecer con las elecciones.

Samuel, Tuto y Manfred fueron obligados a responder levantando un cartel –marcado con un “Sí” por un lado y un “No” del otro– ante cada una de las once preguntas cerradas. Las instrucciones fueron explícitas: no se permitía argumentar, matizar ni disentir, sólo mostrar el letrero con la opción elegida. Cada pregunta era leída en voz alta, no sin antes recordar a los candidatos que sus respuestas estaban siendo grabadas. 

La primera pregunta –¿reconocen al agro como motor de la economía nacional y lo van a priorizar en su plan de gobierno? –obtuvo un “Sí” unánime. La sala murmuró y premió con aplausos. El procedimiento no varió en adelante, incluso para preguntas como “¿autorizarán el uso sin restricciones de la biotecnología y los eventos transgénicos?” o “¿liberarán totalmente las exportaciones agropecuarias?” Solo Samuel se desmarcó en una ocasión. Respondió “No” para oponerse a la eliminación de los carburantes de la lista de sustancias controladas que forma parte de la política de lucha contra el narcotráfico.

Las preguntas estaban formuladas de tal manera que el “Sí” era la única respuesta posible. El espectáculo innecesario, además de prestarse para alimentar el morbo, solo sirvió para imponer una agenda sectorial cerrada, que los tres candidatos terminaron abrazando sin cuestionamientos. Pero esta puesta en escena también develó la desvalorización del debate público argumentado y del disenso democrático, algo no solo atribuible a los organizadores del foro, sino a muchos otros sectores, organizaciones y estratos sociales.

Otra muestra de manipulación fue la presentación de cifras por parte de la CAO. Su presidente afirmó que, sin ampliar la superficie cultivada, la aprobación de transgénicos duplicaría la producción de soya y triplicaría la de maíz. Pero las proyecciones de crecimiento que mostró carecen de sustento técnico. Por ejemplo, Bayer, la fabricante de “soya Intacta” tiene estudios que concluyen que el aumento de rendimiento oscila entre un 6,4% y 9,2%. La CAO no solo exagera, sino que contradice a las propias multinacionales que producen las semillas transgénicas.

Los candidatos aceptaron este relato con entusiasmo y asombro, lo que pone en evidencia una doble falencia. Por un lado, los agroempresarios defienden sus demandas de “biotecnología” y “libre exportación” con datos que no tienen ningún rigor técnico. Por otro, hay una preocupante falta de conocimiento mínimo de los políticos sobre la realidad del sector agropecuario. Es una carencia inaceptable que, en definitiva, bloquea el disenso informado. Aspirar a liderar el país requiere criterio propio y escepticismo frente a promesas sectoriales manifiestamente engañosas.

Las debilidades mostradas por los candidatos reflejan un vacío político alarmante: el no poder confrontar las prácticas antidemocráticas, vengan de donde vengan. El haber aceptado el formato y las condiciones impuestas durante el desarrollo del foro, fue una sumisión disfrazada de pragmatismo electoral. Y la ausencia de Andrónico, lejos de ser un gesto en dirección contraria, fue una retirada anticipada, cómoda y oportunista, sin siquiera haber pisado el campo de batalla.

Sin embargo, no todo está tallado en piedra si queremos ver el futuro con optimismo. Un candidato con una pizca más de lucidez política podría haber transformado el foro en una oportunidad. Podía haber denunciado el formato del evento como prueba del uso instrumental que los grupos de poder económico hacen de la política. Podía haber desafiado a demostrar las promesas de duplicar las cosechas. Podía haberse mostrado como un político dispuesto a escuchar las demandas del sector, incluso aceptarlas, pero dejando un mensaje firme de que ningún interés sectorial puede estar por encima de los intereses nacionales.

Mejor aún, pudo haberse plantado como un político con convicciones democráticas y habilidades para convencer que el guion impuesto, las preguntas direccionadas y las cifras infladas, contradicen los llamados de los propios cruceños a fortalecer la maltrecha democracia boliviana. Eso sí habría marcado la diferencia.

Gonzalo Colque es investigador.



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