Hace algunos días fui entrevistada con motivo de la efeméride de Cochabamba y en una de las preguntas me sorprendieron al cuestionarme sobre por qué dicho departamento no está generando líderes políticos de alto vuelo, puesto que el que hay es Evo Morales, que no es cochabambino, y que el que podía perfilarse a nivel nacional, Manfred Reyes, se desinfló dramáticamente.
Me sorprendió porque, aunque Cochabamba siempre ha tenido bastante protagonismo político y nos ha dado un buen número de presidentes y líderes políticos, es lamentable que este territorio se mida por política, y no por lo que ha estado haciendo todos estos años.
Me refiero a la economía. Si bien El Alto y Santa Cruz son hoy el símbolo de pujanza y crecimiento económico, la crisis debería hacernos llevar la mirada hacia Cochabamba. Me explico: El Alto ha sabido aprovechar el tipo de cambio fijo y se ha convertido en un espacio de comercio enorme con ferias como la 16 de julio, galerías, mercados, tiendas y puestos de venta con productos importados y de consumo masivo. Hoy esa economía peligra debido a la subida del dólar y a la escasez de dicha moneda.
Por su parte, el agronegocio cruceño ha sido todo un boom que se ha visto favorecido, en parte, por el precio subvencionado del diésel abasteciendo al país y logrando exportar cantidades considerables fruto de la actividad. Hoy esta economía peligra debido a la escasez del diésel y a la inminente suspensión de la subvención.
No estoy diciendo que ambos modelos económicos vayan a desaparecer, pero sí que habrá que buscar alternativas, pues dejarán de ser tan lucrativos y es un momento en el que debemos exportar o morir.
Ahí entra Cochabamba que, el momento de nacer la república, ya era un espacio económico interesante que se había desarrollado para abastecer de alimentos a las minas de Oruro, Potosí y La Paz. Fruto de ello, había desarrollado también una poderosa manufactura textil y un artesanado nutrido, con alta experticia y ya transportaba sus productos a Perú y Chile, aunque todavía de manera tímida. Ya en tiempos virreinales el artesanado cochabambino se caracterizaba por su fuerza. No olvidemos que Alejo Calatayud, rebelde incipiente de 1730, era cochabambino.
Así es, la industria manufacturera de Cochabamba floreció durante el siglo XIX, pero cayó debido a la Guerra del Pacífico. Sin embargo, nunca desapareció, pues el espíritu cochabambino no se dio por vencido en la producción, como pasó con La Paz u otras latitudes. Dando un salto al presente, yo tenía hace años una modesta empresa de poleras. Estampaba toda clase de diseños. No era sublimado ni serigrafía, era impresión directa, lo que garantizaba calidad y duración en la impresión. ¿Quiénes eran mis proveedores? Así es, una empresa cochabambina que preparaba las tallas y los modelos, y me los enviaba para imprimirlos. Nos fue muy bien y a partir de entonces me fijé un poco más en la industria cochabambina.
No fui la única. Brooke Larson y Gustavo Rodríguez Ostria hacen notar en sus trabajos el modo en que Cochabamba creció en su economía, primero con el agro y, segundo, con el comercio, la manufactura y el transporte.
La economía promovida por el Movimiento al Socialismo ha terminado de hacer el trabajo del neoliberalismo al matar de raíz a la industria en el país, pero hete aquí que Cochabamba, tal vez por esa tradición de siglos, no se ha dejado llevar por el modelo y ha seguido a contracorriente, a contrapelo, llevando adelante su industria, no sin conflictos, pero siempre con perseverancia.
En Cochabamba se confecciona jeans, zapatos, sombreros, poleras, comestibles, como esos ricos dulces de mazapán, etcétera. Es una fuerza pequeña pero digna de mencionarse, y es, justamente, ahí adonde debiéramos mirar ahora que nos preguntamos ¿a dónde girar? Deberíamos mirar a ese lado de Cochabamba, a esa economía manufacturera que lucha por no dejarse arrastrar y que ha estado ahí, esperando su oportunidad.
Una vez más, no busquemos políticos, figuras o caudillos; busquemos a esos rostros detrás de las empresas, a aquellos que siguen haciendo andar las industrias contra viento y marea.
Sayuri Loza es historiadora.