Un dossier especial de The Economist señala que desde la crisis de contaminación urbana que China vivió en 2013, el país cambió drásticamente sus prácticas de combustión de carbón y combustibles pesados. Ahora lidera la lucha contra el cambio climático.
Brújula Digital|25|12|25|
Tres fenómenos simultáneos están redefiniendo el rol de China en la crisis climática global: la reducción de su contaminación por azufre, que ha acelerado el calentamiento del planeta; la expansión de su tecnología solar en el Sur Global, con Pakistán como caso emblemático; y el avance de los impactos climáticos extremos dentro de sus propias fronteras, que ya ponen a prueba su economía y su sistema político.
Un dossier especial de The Economist señala que desde la crisis de contaminación urbana que China vivió en 2013, el país cambió drásticamente sus prácticas de combustión de carbón y combustibles pesados. La instalación de sistemas para retirar el azufre de los gases industriales y la reducción del uso de combustibles sulfurosos mejoraron de manera notable la calidad del aire en las ciudades chinas, extendiendo la expectativa de vida de millones de ciudadanos.
Pero esta mejora tuvo una consecuencia climática inesperada. Los aerosoles de sulfato –que se forman a partir del azufre emitido– habían desempeñado históricamente un papel de enfriamiento global al reflejar la radiación solar y espesar las nubes. Su reducción en China, equivalente a 20 millones de toneladas menos al año, contribuyó significativamente al aumento del calentamiento global observado desde mediados de la década de 2010.
Según científicos citados en los estudios más recientes, el descenso de las emisiones de azufre en Asia Oriental y Sudoriental explica buena parte de la aceleración del calentamiento del planeta en el último decenio. China es, con diferencia, el actor principal detrás de ese cambio.
Aun cuando el país avance desde un “carbón limpio” hacia menos carbón en general, el efecto podría resultar en un pequeño incremento adicional de temperatura. Sin embargo, los expertos subrayan que esto no implica mantener el carbón: los sulfatos dañan la salud y sus beneficios climáticos son de corta duración, mientras que el dióxido de carbono persiste durante siglos.
Este dilema ha reavivado el debate sobre la geoingeniería: la posibilidad de inyectar pequeñas cantidades de azufre en la estratósfera para generar un efecto de enfriamiento más controlado y menos dañino para las personas. Aunque China aún investiga el tema con cautela, su capacidad científica sugiere que podría acelerar su trabajo en este campo si lo decide.
Pakistán: laboratorio del boom solar chino
Mientras China altera el ritmo del calentamiento global, su tecnología solar está transformando las economías del Sur Global. Ningún país ilustra ese impacto tan claramente como Pakistán.
Agobiados por apagones, tarifas eléctricas elevadas y olas de calor que superan los 50°C, millones de pakistaníes han optado por instalar paneles solares chinos en sus hogares, comercios, talleres y granjas. La adopción masiva ha sido abrupta: entre 2022 y 2024, las importaciones anuales de paneles chinos se quintuplicaron, alcanzando 16 gigavatios, cifra que volvió a repetirse en los primeros nueve meses de 2025.
Al finalizar este año, Pakistán habrá importado una capacidad solar equivalente a la capacidad total de generación del sistema eléctrico nacional –incluyendo cuatro plantas de carbón financiadas por China en años recientes–, lo que ha causado una caída del 12% en el consumo eléctrico desde la red tradicional.
Este fenómeno ha desencadenado un “círculo de muerte” para las empresas eléctricas: los ingresos caen mientras sus costos y deudas persisten. Los intentos de frenarlo, como un impuesto del 10% a los paneles solares importados, han tenido poco efecto: la demanda continúa, y ahora se acelera la compra de baterías chinas que permiten a los hogares almacenar energía.
El gobierno de Pakistán negocia con China la reestructuración de los contratos de las plantas de carbón y busca atraer inversión en manufactura de paneles y baterías para reducir la dependencia del mercado importado. Analistas aseguran que la manera en que China responda podría definir modelos de transición energética en buena parte del Sur Global.
Al mismo tiempo, otros países –desde Sudáfrica hasta Brasil y Nigeria– están imponiendo aranceles o restricciones a los paneles chinos ante el rápido desplazamiento de sus industrias energéticas tradicionales. China está respondiendo con inversiones en fábricas en el extranjero y un giro cada vez más estratégico en su “Belt and Road” hacia la tecnología verde.
El clima golpea a China desde adentro
Mientras influye sobre el clima del planeta y las transiciones del Sur Global, China también enfrenta impactos internos cada vez más severos. El país registró en los últimos años una aceleración notable en eventos extremos: lluvias más intensas, inundaciones repentinas, olas de calor prolongadas y efectos crecientes sobre la agricultura y la infraestructura.
Un caso reciente, ocurrido en julio en la localidad montañosa de Taishitun, al norte de Beijing, dejó 31 muertos en un hogar de ancianos cuando una riada de dos metros ingresó súbitamente al edificio. En septiembre, durante una visita de The Economist, el pueblo todavía mostraba marcas de barro en las paredes y ventanas rotas. Las autoridades locales calificaron el tema de “sensible”, pero admitieron una preocupación creciente: “Todos lo sienten. Los veranos son más calientes; los inviernos, más secos”.
Los datos oficiales confirman esa percepción. Desde 1961, la temperatura media en China ha aumentado 0,31°C por década. Las lluvias extremas se han vuelto más frecuentes y una ola de calor de 70 días en 2022 dejó fallas energéticas masivas, pérdidas agrícolas y problemas de salud pública. Cada uno de los años posteriores marcó un nuevo récord de calor nacional.
La seguridad alimentaria –prioridad histórica de los líderes chinos– está cada vez más amenazada. Estudios financiados por el Ministerio de Agricultura prevén que, para 2030, sequías y lluvias intensas podrían reducir los rendimientos de maíz, trigo y arroz hasta en un 8%.
En respuesta, China publicó en 2022 su primer plan integral de adaptación climática con horizonte a 2035. Reconoce debilidades administrativas, falta de capacidad técnica a nivel local y brechas de financiamiento. Aun así, la presión pública está aumentando: las encuestas muestran que el cambio climático se ha convertido en una de las preocupaciones ambientales más urgentes para la ciudadanía.
Un momento de inflexión
China, el país que más ha contribuido al fenómeno que calienta el planeta es también ahora el que más rápidamente puede transformarlo mediante la expansión de energías limpias, dentro y fuera de sus fronteras. Al mismo tiempo, los impactos del clima extremo en su propio territorio podrían acelerar decisiones políticas que hasta ahora han sido cautelosas.
El triángulo entre emisiones, exportaciones tecnológicas y vulnerabilidad climática muestra a una China que, por primera vez, está experimentando en simultáneo los efectos, las soluciones y los costos de la crisis planetaria. Y el modo en que responda tendrá consecuencias globales.
BD/RPU