En 2025 la derecha ganó en todas las elecciones de América Latina. Bolivia no fue la excepción. ¿Factores como la influencia de Trump, el voto evangélico y una coordinación internacional presagian un giro de largo plazo?
Brújula Digital|Connectas|10|12|2025|
Cristian Ascencio
En 2025, nadie esperaba en Argentina que Javier Milei ganara las elecciones legislativas de medio término. En Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS) perdió el poder que había detentado por casi 20 años. En Honduras, cualquiera que sea declarado ganador en los escrutinios estará muy lejos de la izquierda. En Ecuador, Daniel Noboa ratificó su presencia en el poder con una bandera de mano dura. Y en Chile, a pocos días de la segunda vuelta, el ultraconservador José Antonio Kast se perfilaba como el siguiente inquilino de La Moneda.
Esa tendencia se dio, en algunos casos, incluso contra la lógica. A pesar de los recortes al gasto público, el 40% de los argentinos votaron por la coalición de Milei en octubre e instalaron en sus curules a cinco diputados y una senadora del sector evangélico. Como buenos ultraconservadores, se oponen al matrimonio igualitario, la adopción homoparental y el aborto, entre otras muchas cosas.
Un poco más al norte, en Bolivia, la izquierda que gobernó ese país desde 2005 no logró siquiera llevar un candidato de consenso. El triunfador, Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano, se mueve entre el centro y la centroderecha.
“No hay esa identificación tan radical y tan clara con la derecha –dice la socióloga y académica de la Universidad Mayor de San Andrés de Cochabamba, María Teresa Zegada–, pero las visitas a Estados Unidos, golpear las puertas del Fondo Monetario Internacional y de organismos como la DEA para que retorne a Bolivia” dicen mucho acerca de cómo será su política.
En Ecuador y Honduras la izquierda también fracasó. En el primero Luisa González, de Revolución Ciudadana, no pudo en una segunda vuelta con el presidente Daniel Noboa, que había ascendido a la Presidencia tras la renuncia de su antecesor. Noboa se autoproclama como de centroizquierda, pero los expertos señalan sus políticas más cercanas a la derecha, para ponerlo en duda.
En Honduras la candidata de izquierda Rixi Moncada no tuvo ni siquiera el 20% de los votos. Por eso Nasri Asfura, del Partido Nacional y apoyado por Donald Trump, y Salvador Nasralla, del Partido Liberal, mantienen un empate técnico en el conteo del balotaje a la fecha de la publicación de este artículo.
En 2025, a la izquierda solo le queda la elección en Chile, pero en el balotaje en ese país, programado para el 14 de diciembre, José Antonio Kast, un ultraconservador muy cercano al brasileño Jair Bolsonaro y a Milei, se proyecta como ganador ante la comunista Jeanette Jara, exministra del Trabajo del progresista Gabriel Boric.
El fin de una era
A inicios del 2000 varios izquierdistas ganaron el poder en Latinoamérica, en lo que se llamó la “marea rosa”. Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, el kirchnerismo en Argentina, Rafael Correa en Ecuador, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet en Chile, José Mujica en Uruguay.
Algunos, como Bachelet o Mujica, se transformaron en referentes positivos, pero otros, como Hugo Chávez, en Venezuela, derivaron en el autoritarismo, o terminaron perseguidos por la justicia debido a delitos que cometieron, como Rafael Correa, hoy refugiado en Bélgica, y Evo Morales, investigado por trata de personas en Bolivia.
Lo del MAS en Bolivia es lo más símbolo del fin de la era izquierdista: 20 años después de su ascenso, de marea rosa pasó a convertirse en una marea baja
El año del loco
“Dale poder a un hombre y lo conocerás”, dice Juan Luis González, autor de El loco, la vida desconocida de Milei. Mientras era un economista, el argentino pasaba sus días buscando a los mismos medios que hoy declara sus enemigos. Pero no ha cambiado su discurso violento. “En ese sentido hay una transparencia en el personaje: en el desequilibrio, la vehemencia, que fue lo que lo hizo conocido y lo llevó a la Presidencia. Ahora incluso la exacerbó”, dice González.
¿Cómo es el votante de Milei y qué coincidencias tiene con otros de la derecha radicalizada en Latinoamérica? Según un reportaje de La Nación, se trata principalmente de jóvenes, varones, de clase media baja, que se informan por las redes sociales y tienen un discurso antipolítico y contra la intervención estatal.
De acuerdo a González el votante de Milei tiene al individuo como el centro de la prosperidad, de la meritocracia. "Milei engancha bárbaro con este clima de época. Lo sintetiza en esa frase que dice que 'la justicia social es una aberración'. Según él, el Estado no te ayuda, solo te salvas por vos mismo. Y si vos querés –como Milei dijo– te podés cortar la mano y venderla”.
Con este discurso antielite y prorrecortes, Milei se convirtió en uno de los representantes de la internacionalización de los valores de la derecha alternativa. Tanto así que otros líderes mundiales como Elon Musk adoptaron su símbolo: la motosierra.
Según González, Milei saca sus ideas de referentes como Donald Trump y la alt right estadounidense.
“Hay una lógica de conducción política que busca polarizar constantemente. Se copian ideas de la derecha alternativa, como la de la desregulación de las armas y se realiza, por primera vez en la historia argentina, un evento antivacunas en el Congreso, con apoyo gubernamental. En el Congreso se escucharon cosas realmente muy extrañas, como que las vacunas eran un plan satánico de una secta de Bill Gates”, señala González.
Al otro lado de la Cordillera, en Chile, la derecha dura vive su momento soñado. José Antonio Kast, del neoconservador Partido Republicano, pasó a la segunda vuelta con un 19% de los votos. No parece mucho, pero según la mayoría de las encuestas, Kast ganaría la segunda vuelta este 14 de diciembre por al menos 10 puntos por encima de su contrincante.
Hay varias paradojas en este giro. Desde los años 70 Chile tuvo sólo dos presidentes de derecha elegidos: Jorge Alessandri (1958-1964) y Sebastián Piñera (2010-2014 y 2018-2022). Además Chile, junto a Uruguay, es el país menos religioso de Latinoamérica, con un 37% de la población que dice no profesar religión alguna. Con todo, Kast es un ultra católico que ordenó a su esposa no utilizar pastillas anticonceptivas durante su matrimonio.
Como en los casos de Milei y el brasileño Jair Bolsonaro gran parte del voto duro de Kast son los evangélicos, que desde hace años vienen cimentando su influencia en Latinoamérica. Kast también coincide con Milei en su desprecio a la supuesta “casta” de funcionarios que –según él– ganan muy bien y trabajan muy poco.
El periodista Patricio Fernández, exdirector del medio The Clinic y exconstituyente por la centroizquierda, sostiene que este giro forma parte de una tendencia global de desilusión con las promesas progresistas y un giro de las prioridades de la gente hacia el orden, la seguridad y el crecimiento económico.
Pero el giro también responde, como en el caso estadounidense, a otros factores.
“La izquierda vivió mucho tiempo de un resentimiento y de la lucha de clases, que se genera cuando unos lo tienen todo y otros no tienen nada, o sea, un asunto económico. Lo que veo cada vez más es que ese resentimiento se ha vuelto cultural. ¿Cómo entender que Donald Trump y Elon Musk digan que representan al pueblo? Porque hay un desprecio por la sofisticación, como si fuera violento alguien que le gusta Tiziano, como si me pusiera la pata encima alguien que lee libros”, dice Patricio Fernández.
Para el periodista también influyen los fracasos de dictaduras de izquierda en Latinoamérica, frente al éxito, aunque cuestionable, de la mano dura de gobiernos como el de El Salvador. “Nayib Bukele es posiblemente el líder más reconocido y admirado de América Latina”, dice.
Según la encuestadora CID Gallup, que trabaja en toda la región, el salvadoreño tiene un 85% de aprobación.
“Es que tiene logros que mostrar. Creo que son logros frágiles que se van a voltear, que no construyen una sociedad permanente. Además con violaciones a los derechos humanos, con autoritarismo. No le apostaría a largo plazo, pero de momento es cierto que él tiene algo que mostrarle a su pueblo, razón por la cual lo votan con unas mayorías que no se dan en ningún país del mundo”, afirma Fernández.
El factor Trump
Juan Luis González considera que en el caso de Argentina, Milei no hubiera obtenido los resultados favorables que logró si no hubiera sido por el apoyo de Donald Trump, no sólo político, sino, sobre todo, económico.
Días antes de los comicios en Argentina, el presidente de Estados Unidos, aprobó una operación swap por $us 20 mil millones, con lo cual –dice González - "pareció, literalmente, haber comprado miles de votos a favor de su aliado.
González también pone el foco en otro aspecto: la coordinación de la derecha.
“Están muy organizados a nivel internacional, con eventos como el Foro Madrid y la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora en Estados Unidos), donde se juntan, se conocen e intercambian ideas”, afirma.
Otros factores
Steven Forti, historiador italiano, identifica tres grandes factores para explicar el auge de las derechas en occidente: Uno, el aumento de las desigualdades y la precarización del trabajo, explicados en torno al rechazo a la inmigración. Dos, la reacción contra los cambios culturales y contra la conquista de derechos, como los LGBTQI. Y, tres, la crisis de las democracias liberales y el consiguiente "deshilachamiento" de la sociedad.
“El impacto a medio y largo plazo de la ideología neoliberal no es solo en la manera de gestionar la economía, sino que es un corpus doctrinal, una visión del mundo marcada en conceptos como el individualismo exacerbado”, sostiene Forti.
Para el italiano ese “sálvese quién pueda” está calando profundo en las clases medias golpeadas por el modelo imperante. Eso explicaría por qué trabajadores precarizados votan por la extrema derecha.
Forti menciona otro punto más que supo aprovechar la derecha: las redes sociales.
“Han entendido antes y mejor las potencialidades de las nuevas tecnologías”, dice el académico.
“Uno de los objetivos desde hace décadas, de las extremas derechas, ha sido normalizarse. Es decir, que una parte de la población no las vea como unas fuerzas extremistas. Las redes sociales han permitido una viralización de sus ideas, las cuales se han convertido en más aceptables”, explica.
Prospectiva
¿Tienen estas ideas la posibilidad de permanecer o desaparecerán junto con sus principales referentes? Trump, por ejemplo, no puede reelegirse como Presidente de Estados Unidos en 2028 y hasta el momento no asoma un sucesor. En el caso de Milei, podría postularse una vez más, pero Juan Luis pone en duda que el éxito en las legislativas de este año garantice su triunfo en 2027.
En el caso de Chile aún falta por saber cuál es la ruta que tomarà Kast: si se radicalizará o tenderá a la moderación, dice el periodista Patricio Fernández.
“No sabemos si se impondrá como el autoritario dictadorcillo, que pone en riesgo la república y que retrocede las libertades, o eso es sólo una alharaca fantasiosa”, expresa Fernández
Remarca que “Chile tiene instituciones sólidas, comparado con el resto del continente".
Sin embargo teme por cómo reaccione la población.
"Tengo una gran preocupación por los retrocesos culturales en la población. Veo un desdén creciente por las libertades, un llamado al autoritarismo, una falta de clemencia con el que yerra. Una mala manera de referirse al que delinque, una mala manera de referirse al migrante", dice.
En 2026 Brasil, Costa Rica, Colombia y Perú irán a las elecciones en las que seguramente se enfrentarán candidatos de derecha e izquierda.
En circunstancias ideales, el futuro de cualquier tendencia en el gobierno depende de su eficacia para mejorar las condiciones de vida de sus países, y los votantes tienen la última palabra. Pero en los contextos actuales, las sociedades tendrán que estar alertas ante los peligros que representan para la democracia los extremismos ideológicos, tanto de izquierda como de derecha.
BD/IJ