Después de un fin de semana de manifestaciones en Belém, la atención vuelve a las salas de conferencias de la COP30, que se prolongará hasta el 21 de este mes. Esta semana llegan los ministros de los países participantes para encarar las negociaciones más complicadas.
Brújula Digital|17|11|25|
Fabiola Chambi|Connectas
En una pequeña comunidad boliviana, Nardy Velasco y sus habitantes se han convertido en guardianes del agua. Luchan constantemente por combatir los incendios forestales, evitar asentamientos humanos ilegales y consolidar un verdadero territorio agroecológico.
Nardy es cacique de 16 comunidades indígenas en el municipio de Roboré, en la Chiquitanía del oriente de ese país, una región ecológica de transición entre el Gran Chaco y la Amazonía. Aunque ella se siente orgullosa de lo que están logrando, también señala con contundencia una realidad: “Vemos que nuestros gobernantes solamente dicen de boca para afuera, pero en la acción no están ahí (…) le están dejando todo el problema a las comunidades”.
¿Es posible que la acciones pesen más que las promesas de acción climática? Expertos y activistas consideran que la COP30, que se desarrolla en Belém, Brasil, desde el 10 de noviembre debe asumir este desafío.
Por eso, no es casual que se haya escogido a Belém, capital del estado brasileño de Pará, como la primera ciudad amazónica en albergar una cumbre mundial sobre el clima. La Amazonía, que abarca más de seis millones de kilómetros cuadrados de selva tropical, es considerada el pulmón del planeta porque actúa como uno de los mayores reguladores del clima global. Pero también es un punto crítico debido a la deforestación, los incendios y la degradación ambiental que influyen directamente en la temperatura, los ciclos del agua y la seguridad climática.
La COP30, que reúne a líderes mundiales, científicos, organizaciones no gubernamentales, comunidades indígenas y sociedad civil, tiene entre sus metas principales salvar los esfuerzos globales frente al calentamiento, es decir, limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados; presentar los nuevos planes nacionales de acción (NDC); y asumir los compromisos establecidos en la COP29, el más importante, triplicar la financiación climática a los países en desarrollo, al pasar del objetivo anterior de $us 100.000 millones de dólares anuales a $us 300.000 para 2035.
Sin embargo, esto no alcanza, explica Fermín Koop, editor adjunto para América Latina de Dialogue Earth. Por esa razón esta cumbre también deberá consolidar la “Hoja de Ruta de Bakú a Belém” y llegar a los $us 1,3 billones anuales en financiamiento climático a partir de 2025, no solo para la mitigación sino también la adaptación del cambio climático.
Además, están otros temas como la transición energética justa y la protección de los bosques tropicales. “Venimos de años en la COP donde hay mucha resistencia a abordar una transición energética. Se acordó hace dos cumbres atrás, pero eso sí no significa que haya habido avances, hay muchos desafíos en cómo llevar ese camino adelante”, dice Koop.
Sin embargo, las evidentes ausencias pesarán en el resultado. No estuvieron los líderes de cuatro de los cinco principales responsables del calentamiento global. Estados Unidos se desmarcó del evento sin siquiera enviar una representación. Por otro lado, China, India y Rusia participan, pero con delegaciones menores. Solo la Unión Europea acudió con los primeros ministros de Alemania, Francia, España y Reino Unido.
Para Maximiliano Manzoni, periodista especializado en cambio climático del medio Consenso, Estados Unidos no fue un aliado confiable a la hora de enfrentar los desafíos de mitigación y adaptación, y las señales políticas ya estaban incluso desde el primer gobierno de Donald Trump.
“A eso se suma el contexto de guerra, tanto en Ucrania como en Gaza y por eso se entiende que las prioridades de los países europeos han sido otras en los últimos años. Respecto a China, hay más acuerdos bilaterales relacionados con la transferencia de tecnología e inversiones, pero no creo que sea la intención de su política exterior ser un reemplazo de Estados Unidos (…) En general, veo un clima de desconfianza en la conferencia”, dice.
A pesar de la lánguida presencia internacional, el país anfitrión apuesta por los consensos multilaterales con acción directa en “superar las dependencias de los combustibles fósiles, revertir la deforestación de manera justa y movilizar los recursos necesarios”.
El protagonismo de los negacionistas
Pero las potencias no solo se han distanciado. También asumen posturas cada vez más frontales, como las del presidente estadounidense, Donald Trump, quien considera que el cambio climático es “la mayor estafa jamás perpetrada contra el mundo”.
Al fin y al cabo, Trump, muy a su estilo, no tuvo inconveniente en septiembre en decir, ante la Asamblea General de la ONU, “todas estas predicciones hechas por las Naciones Unidas y muchos otros, a menudo por razones erróneas, estaban equivocadas. Fueron hechas por personas estúpidas que han costado fortunas a sus países y no han dado a esos mismos países ninguna posibilidad de éxito. Si no se alejan de esta estafa verde, sus países van a fracasar”.
Más recientemente, el magnate y filántropo Bill Gates publicó un manifiesto con una provocadora teoría sobre la crisis climática y creó, tal vez sin quererlo, la imagen de que apoyaba el negacionismo radical de Trump. Gates no deja de reconocer que existe una crisis grave con efectos como sequías, inundaciones y degradación agrícola que afecta a los más vulnerables. Pero considera que no es un escenario apocalíptico, y que “no conducirá a la desaparición de la humanidad”. Por eso propone más bien concentrar los esfuerzos en la innovación tecnológica y mejorar la salud, nutrición y bienestar económico de los más pobres, antes que en reducir las emisiones, como apuntan los principales objetivos medioambientalistas. “Es hora de situar el bienestar humano en el centro de nuestras estrategias climáticas”, asegura.
Ese aparente negacionismo parece ser más bien un reconocimiento de que los compromisos se han quedado en el camino, a pesar de los intentos. Y que esto puede llevar a un planteamiento más honesto en el escenario actual: no se puede evitar el cambio climático, pero sí entender cómo vivir con él y quiénes podrán hacerlo mejor. Sin embargo, los negacionistas puros y duros convirtieron las palabras del magnate tecnológico en una prueba más de su narrativa.
Para Nardy, quien viajó a la cumbre en Belém para hacer conocer la realidad en la que vive con su comunidad, negar el cambio climático significaría también minimizar la lucha que lleva adelante para enfrentarlo y que, considera, está teniendo resultados, incluso para ser replicados en otras regiones. No es la primera vez que asiste a una cumbre del clima y aunque siente que las acciones no llegan de forma efectiva, realza el valor de estos encuentros.
“Es una plataforma importante y nos ayuda a pensar y dar soluciones como comunidades a esta crisis climática. Las acciones no están solo en los gobernantes, también hay ONG e instituciones a las que podemos tocar las puertas para que apoyen nuestras iniciativas. Lo que tenemos que hacer como pueblos indígenas es elevar nuestra voz”, señala.
Paola Cortés-Martínez, abogada ambientalista y experta en cambio climático, señala que las comunidades indígenas son actores principales y guardianes de sus territorios como la Amazonía, pero no son los responsables de lo que está sucediendo.
“Se debe hablar con mucha claridad sobre esto porque hay intereses de sectores, de gobiernos, de actividades extractivas, que tienen que responder de acuerdo a las responsabilidades de cada uno. Esos son los verdaderos responsables. Y en esta COP, lo que debe importar es la justicia climática y la transición; también hablar del financiamiento, pero con el foco en los pueblos indígenas y comunidades de la selva”, declara-
El anfitrión de la COP30, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, defiende la ciencia ante todo. “En la era de la desinformación, los oscurantistas rechazan no solo las evidencias de la ciencia, sino también los avances del multilateralismo. Controlan algoritmos, siembran el odio y difunden el miedo. Atacan a las instituciones, la ciencia y las universidades. Es el momento de imponer una nueva derrota a los negacionistas”, dijo en su discurso inaugural.
Ya lo advirtió el secretario general de la ONU, António Guterres: “Demasiados líderes siguen cautivos de los intereses de los combustibles fósiles, en lugar de proteger el interés público”. Y eso conduce a una contradicción evidente. En 2024, el petróleo se convirtió en la mayor exportación de Brasil, por encima de la soya. Y México, por ejemplo, mientras se plantea el objetivo de posicionarse como líder en la transición hacia fuentes renovables, la estatal Pemex sigue con sus planes de extraer hidrocarburos.
También preocupa el avance de la ultraderecha con posturas que debilitan el consenso político y científico para adoptar medidas sostenidas. Más bien promueven políticas basadas en la expansión de combustibles fósiles con lo que retrasan los compromisos de descarbonización y transición energética.
A pesar de esto, Koop considera que “la transición energética ya está pasando más allá de que los gobiernos tengan la intención de llevarla adelante o no”.
“Esto ocurre también por el propio mercado, pues se desarrolla por un motivo económico y no necesariamente ambiental (…) El problema es encontrar una fuente alternativa de ingreso que reemplace la exportación de combustibles fósiles de países como Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia que son altamente dependientes. Pero esto no es sencillo y llevará tiempo, porque aún hay una fuerte demanda a nivel global”, añade.
¿Es posible el optimismo?
A 10 años del Acuerdo de París y con el plazo aún vigente para alcanzar ciertos objetivos, la COP30 busca marcar la diferencia. De hecho, el presidente Lula dijo que sería una “conferencia de la verdad”, enfocada en la “implementación”. En este sentido, se asume que ninguno de los gobiernos está haciendo los esfuerzos suficientes para contrarrestar el calentamiento global a 1,5 grados. La denominada vulnerabilidad climática está más latente que nunca, pues el mayor impacto sigue recayendo en los más pobres en los países en vías de desarrollo.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), presentado en Belém, las olas de calor son los eventos climáticos más mortales, con cientos de miles de víctimas cada año. Esto sucede especialmente en las zonas urbanas, donde el efecto conocido como ‘isla de calor’ puede aumentar las temperaturas entre 5 y 10 grados.
El informe también advierte que la demanda de energía por refrigeración puede triplicarse en los próximos 25 años. Según este organismo, la salida radica en soluciones pasivas, energéticamente eficientes y basadas en la naturaleza, como techos y espacios verdes, tecnologías de bajo consumo con ventiladores y sistemas híbridos. “Con su implementación se podrían reducir las emisiones en un 64% (unos 2.600 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente); evitar hasta $us 43 billones en costos energéticos y de infraestructura y mejorar el acceso a la refrigeración para 3.000 millones de personas”.
Los ecosistemas sufren directamente la crisis climática. Ante esta realidad, Brasil tiene una iniciativa para proteger los bosques tropicales, fundamentales para la regulación climática y la biodiversidad: el “Fondo Bosques Tropicales para Siempre (TFFF)” integrado con recursos públicos y privados. Propone que los países que brinden una protección excepcional a sus bosques sean recompensados con este programa, con al menos el 20% destinado a los pueblos indígenas.
Mientras tanto, las cartas están sobre la mesa. Manzoni asegura que es importante entender cómo se llegó a este punto y recordar que entre el fracaso del Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París hubo momentos oscuros en los que parecía difícil llegar a acuerdos mínimos.
Por eso hay que defender los consensos que se puedan obtener en Belém.
“Es una línea muy difícil la que tenemos que caminar. Hay críticas a los procesos multilaterales de nuestros gobiernos que son válidas y necesarias, pero sin hacerle el juego a las narrativas desinformantes de actores maliciosos que quieren derribar todo el sistema internacional del cambio climático (…) Creo que si las acciones del clima llegan a morir, nosotros debemos estar presentes hasta el último día, porque tenemos el derecho a señalar para la posteridad que quienes iniciaron el fuego del mundo son quienes hoy están boicoteando las soluciones para apagarlo”, sostiene.
En esta línea, Koop también señala que no es correcto quedarse con un mensaje fatalista o negativo.
“Tampoco hay que minimizar y dejar de lado lo que se hizo o decir que las COP no sirven para nada, hay que entenderlo como un proceso. No esperemos que la COP30 cambie el eje o solucione todo porque nos vamos a quedar con una sensación amarga y frustrante. Si miramos a lo largo de los años, vemos factores diferenciales y proyectos de reducción de emisiones y adaptación al clima en toda América Latina muy exitosos. Los estudios científicos demuestran que las metas del Acuerdo de París son todavía alcanzables, pero hace falta una ambición más alta y un compromiso de todos, especialmente de los gobiernos y el sector privado”, asegura.
Frente a los gobiernos que dudan o evaden están los pueblos que resisten y lideran. El tiempo juega en contra porque no solo es el calentamiento global, sino también la fatiga emocional de saber que el futuro se mueve entre narrativas de poder más que de humanidad. Pero no todo está perdido.
BD/IJ