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Mundo | 15/07/2025   15:44

Izquierda latinoamericana: ¿la utopía perdida?

Los gobiernos de izquierda de América Latina parecen haber fracasado en proyectar un futuro que inspire a los jóvenes y hoy se hunden en escasos resultados económicos, baja popularidad y hasta corrupción. Bolivia es vista como el caso más dramático por el “personalismo de Evo”.

Composición fotográfica en la que se ve a Gustavo Petro, presidente de Colombia; Gabriel Boric, presidente de Chile, y a Lula Da Silva, presidente de Brasil. Foto EFE
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Brújula Digital| Connectas|15|07|25|

Guilherme Magalhaes 

En el poder en cuatro países que elegirán presidente en breve–Bolivia, Chile, Colombia y Brasil–, la izquierda enfrenta dificultades para mantenerse viable en un contexto de bajos índices de popularidad, entornos personales cuestionables y un debate público polarizado que favorece discursos radicales en detrimento de plataformas moderadas.

En Bolivia, que tiene la primera vuelta de las elecciones presidenciales programada para el 17 de agosto, el actual mandatario, Luis Arce, ni siquiera intentará la reelección. Según el Latinobarómetro 2024, comenzó su último año de mandato con apenas un 9% de aprobación. Además de liderar un gobierno impopular, Arce observa cómo su partido, el MAS (Movimiento al Socialismo) se desintegra en medio de una agria disputa con su padrino, el expresidente Evo Morales. 

Morales no renuncia a buscar un cuarto mandato pese a haber sido declarado inelegible y tener una orden de detención por los delitos de “violación, explotación y trata de personas”. El candidato de su partido en estas elecciones, Eduardo del Castillo, exministro de Arce, aparece solo con un 1% de intención de voto en las encuestas.

Chile

La situación de la izquierda en Chile no llega a ese nivel de desastre, pero tampoco es alentadora. El presidente Gabriel Boric, visto como una promesa de renovación de la izquierda latinoamericana cuando ganó las elecciones de 2021, alcanzó su peor cifra en mayo: el 66% de los chilenos desaprueban su gobierno, según la tradicional Encuesta CEP (Centro de Estudios Públicos); mientras apenas el 22% lo aprueba. 

En las primarias de esa tendencia realizadas en junio, la coalición de centroizquierda liderada por Boric perdió a manos de una plataforma más radical, representada por Jeannette Jara. Por primera vez ese campo ideológico acudirá a una elección presidencial con una candidatura nominal del Partido Comunista. (Salvador Allende lo hizo por una coalición que incluía a ese grupo en sus filas).

Colombia y Brasil

Colombia y Brasil viven contextos similares. Ambos irán a las urnas el próximo año –los colombianos en mayo y los brasileños en octubre–, pero desde ya el clima electoral contamina los discursos de Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva. Ambos enfrentan dificultades para aprobar sus promesas de campaña. Sus partidos no cuentan con mayoría en el Legislativo y, en el caso de Lula, empieza a experimentar lo que significa gobernar en la era de la polarización en las redes sociales. 

Cuando dejó la presidencia al final de su segundo mandato, en 2010, Lula contaba con un 80% de aprobación. Hoy, apenas el 28% considera su gobierno “excelente” o “bueno”; mientras que el 40% lo califica de “malo” o “pésimo”.

En el caso de Petro, es emblemática su pérdida de apoyo entre el electorado más joven. El exguerrillero convertido en el primer presidente de izquierda elegido en Colombia tenía el respaldo del 78% de los jóvenes de 18 a 24 años en agosto de 2022, al inicio de su mandato, mientras apenas un 10% lo desaprobaba. En junio pasado, ese apoyo se desplomó al 41%, mientras los que no lo apoyan subieron al 49%, según una encuesta del instituto Invamer.

Oxidación del liderazgo

“Estamos pasando indudablemente por un mal momento a la izquierda. Yo creo que ese mal momento se debe a una comparación entre lo que han hecho y las expectativas que generaron”, afirma José Vicente Carrasquero, estratega político venezolano y consultor en opinión pública y campañas electorales. 

“Las expectativas fueron mucho mayores que los logros y evidentemente eso genera consecuencias en términos de lo que la gente se queda esperando que suceda, que no va a suceder”, añade.

Para Carrasquero “estamos como en la época de la oxidación del liderazgo de izquierda y un renacimiento o un voltearse para el otro lado con unos líderes emergentes de la derecha”. Cita los ejemplos de Javier Milei, en Argentina, Nayib Bukele, en El Salvador, y de Daniel Noboa, en Ecuador.

La politóloga Ana Velasco coincide. Al analizar particularmente su país, Bolivia, afirma: “Hay una visión ultracaudillista. Hubo una resistencia a la renovación de cuadros dentro del MAS, que era el partido dominante desde 2005, cuando gana su primera elección. No se renuevan cuadros, no se renuevan personas, no se renuevan liderazgos”.

Para el sociólogo brasileño José Maurício Domingues, profesor del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, el “agotamiento” define la situación actual de la izquierda en la región.  Domingues sostiene que ésta “aprovechó el boom de las commodities, combatió ciertos aspectos muy problemáticos de la pobreza, pero no abordó la desigualdad. 

“Se involucró demasiado en corrupción y dependió en exceso de líderes supuestamente insustituibles, carismáticos, y acabó cayendo en trampas creadas por esa elección”, dice el sociólogo.

Bolivia, “el caso más dramático”

Domingues afirma que el caso de Bolivia es uno de los más dramáticos de América Latina. “El personalismo de Evo Morales destruyó el proyecto de transformación”, dice. 

En referencia a la forma como ese presidente abusó de su poder, afirma: “Un golpe no es simplemente sacar al Ejército a la calle; un golpe es usar el Tribunal Electoral para tomar decisiones e intentar implementarlas, decisiones que son anticonstitucionales, desarmando a la oposición y desarmando a su propio partido”.

Ana Velasco, de Bolivia, recuerda que los primeros años de Evo en el poder trajeron una inclusión social inédita en la historia boliviana, pero - considera- que su gobierno no acompañó la redistribución de la riqueza con reformas estructurales en la economía del país. 

“El modelo económico generaba créditos, había un superávit. Vendíamos mucho gas, y eso se logró, se pudo hacer a través de este modelo. Se pudo generar esta redistribución de la riqueza, pero se queda ahí, no se planteó qué pasaría cuando ya no hubiera gas, y qué pasaría las reservas se acabaría; o cuando no encontremos más reservas de gas”, señala.

“Para ganar el partido, te olvidas del campeonato”, añade Velasco modo de graficar lo ocurrido con Evo Morales y el MAS No conviene “concentrarse y obsesionarse tanto con el resultado de un solo juego” porque eso hace que se quiebren las relaciones necesarias para ganar el torneo, sostiene.

“Para convertirse en gobierno tuvo que quemar un montón de puentes, ha radicalizado a sus votantes y ellos están esperando acciones más radicales”, advierte Velasco.

Gustavo Petro

Petro tal vez sea el mejor ejemplo en este caso. Para lograr la aprobación de una reforma laboral que fue una de sus banderas de campaña, el presidente colombiano amenazó con proponer una consulta popular rechazada por el Senado. Entonces, Petro acusó a los senadores de fraude y defendió una vez más la convocatoria de una Asamblea Constituyente, mientras la oposición afirmaba que el mandatario incitaba a la población contra el Legislativo. 

Después de la publicación del diario El País de América en sentido de que su exministro de Relaciones Exteriores Álvaro Leyva habría tramado la caída del gobierno, Petro enarboló el discurso de “traición a la patria”.

“La situación de Colombia es bastante preocupante y pone de manifiesto uno de los graves problemas que afecta la imagen de la izquierda es la elasticidad con la que manejan las reglas”, afirma Carrasquero. 

“Mientras las reglas del juego les van sirviendo, evidentemente ellos las van usando para cumplir con sus objetivos. Pero una vez que las reglas de juego empiezan a estorbarles, es muy común que la izquierda trate de cambiarlas. Entonces no debe sorprender que, ante la situación tan precaria, desde el punto de vista de su estabilidad política, Petro quiera acudir a una Asamblea Constituyente para un cambio de las reglas de juego”, añade.

El clamor de Petro por una Constituyente parece una propuesta “poco factible”, según Luiz Guilherme Arcaro Conci, profesor de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo y coordinador del proyecto Democracia Inacabada en América Latina. 

“Lo que él está intentando hacer es generar compromiso porque hay elecciones el próximo año y su popularidad es baja”, afirma.

Arcaro Conci recuerda que en la actual coyuntura el contexto diferente al de finales de los años 70 o principios de los 90, cuando varios países latinoamericanos, algunos de los cuales salían de dictaduras militares, promulgaron nuevas constituciones para recuperar o renovar la democracia. 

“Hoy, para la izquierda democrática brasileña, colombiana, chilena, una Asamblea Constituyente es el peor de los escenarios porque difícilmente se produciría una Constitución en Colombia más democrática que la de 1991. Difícilmente en Brasil se produciría una Constitución más democrática y social que la de 1988”, señala. Y lo mismo sucede en Chile.

En busca del alma perdida

No solo la izquierda latinoamericana está en busca de un alma o una identidad perdida, considera Carmen Beatriz Fernández, consultora de DatastrategIA y PhD en comunicación pública. 

“Creo que es un problema global y tiene su origen en los consensos que se generaron globalmente a raíz del fin de la Guerra Fría, de la caída del Muro de Berlín y toda esta idea del fin de la historia de Fukuyama. La izquierda se quedó sin parte de sus argumentos fundamentales. En lugar de dirigirse a sus audiencias tradicionales, la clase trabajadora, se enfoca más en causas identitarias y en temas como el ecologismo. Todo eso hace que terminen alejándose de sus bases naturales”, comenta.

Fernández añade que en la región existe un factor que dificulta la vida de la izquierda: Venezuela.

“Las izquierdas latinoamericanas no han tenido el coraje de llamar a los hechos por su nombre y asumir el tema venezolano como lo que es, una tiranía y no un gobierno de izquierda que tuvo problemas de distinta naturaleza”, sostiene

Sin embargo, en el caso de Venezuela, Fernández encuentra una excepción: el caso de Boric, que siempre se ha posicionado de forma crítica frente al régimen de Nicolás Maduro.

“Boric sí supo distinguir claramente, llamando al régimen venezolano como lo que es. Pero los otros actores de la izquierda, como Lula o Petro, no lo supieron hacer. No tuvieron la valentía de hacerlo y creo que eso les pesa y les ha pesado electoralmente”, afirma.

México

Una vía posible es abrazar el discurso antisistema, lo que hizo Andrés Manuel López Obrador en México, y ahora lo hace Claudia Sheinbaum. 

“Dicen: Tenemos que rehacer muchas cosas aquí, no es solo el Poder Judicial, es la participación popular, un nuevo partido. Esta es una tendencia que sobre todo la extrema derecha ha entendido”, afirma Arcaro Conci

El experto resalta que Clauda Sheinbaum está entre las líderes más aprobadas de la región (75%), según el Latinobarómetro 2024.

En caída

Un episodio reciente en otro país de Sudamérica con elecciones este año también invita a reflexionar sobre los desafíos de la izquierda contemporánea. Se trata de Argentina, donde, en octubre se celebrarán las elecciones para renovar su Legislativo federal. La máxima expresión de la izquierda, la expresidenta Cristina Kirchner, acaba de comenzar a cumplir una condena de seis años de prisión domiciliaria y enfrenta una inhabilitación política perpetua por corrupción. 

Condenada por administración fraudulenta en perjuicio del Estado, en el ruidoso caso Vialidad, Cristina alega que el gobierno de Milei la persigue para impedir su postulación. 

“El caso de Cristina Kirchner es algo terrible. Argentina, que necesitaba una oposición unida, clara, limpia, para enfrentar a Milei, ahora es rehén de la situación de Cristina, que utiliza su partido y el sistema político para defenderse de una condena que hoy nadie cree que haya sido inventada”, afirma el sociólogo brasileño José Maurício Domingues.

“Cuando la izquierda llega al poder es para hacer algo distinto. No es para hacer lo que hace la derecha. Mientras la izquierda latinoamericana no entienda eso, caerá repetidamente en trampas que ella misma se arma”, concluye Domingues.



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