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Economía | 10/11/2025   03:53

|ANALIZANDO EL CENSO|Frenar la deserción en secundaria e incentivar la educación técnica y universitaria|

Durante las dos últimas décadas, el gasto en educación ha representado en promedio el 8% del PIB y entre el 9% y el 12% del Presupuesto General del Estado. No obstante, entre el 80% y el 92% de esos recursos se destinaron a gasto corriente, principalmente en salarios, y solo entre el 5% y el 9% a inversión.

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Brújula Digital|10|11|25|

Julio Linares y Jimmy Osorio/BoliviAnalitika

De acuerdo al Censo 2024, la tasa de alfabetismo es del 96%, pero sólo el 41% de la población mayor a 19 años culminó los estudios escolares y el 40% de la población mayor a 25, tiene estudios superiores. 

La educación debería ocupar el centro de cualquier programa de gobierno. No solo porque es un derecho humano y constitucional, sino porque constituye el principal motor del desarrollo y un instrumento eficaz para reducir la pobreza y promover la igualdad. Sin embargo, los resultados del Censo 2024 muestran que Bolivia, pese a los avances en alfabetización y cobertura, enfrenta un estancamiento en la calidad y la continuidad educativa (el boletín completo lo puede ver aquí).

Durante las dos últimas décadas, el gasto en educación ha representado en promedio el 8% del PIB y entre el 9% y el 12% del Presupuesto General del Estado. No obstante, entre el 80% y el 92% de esos recursos se destinaron a gasto corriente, principalmente en salarios, y solo entre el 5% y el 9% a inversión. Esto explica por qué, a pesar del esfuerzo financiero, la calidad educativa no ha mejorado al mismo ritmo.

La centralización de la gestión en el Ministerio de Educación, la formación docente insuficiente y la falta de actualización curricular han contribuido a profundizar los problemas. El sistema continúa privilegiando las horas de clase por encima de las competencias adquiridas. Los estudiantes egresan con bajos niveles de aprendizaje y escasa preparación para la vida laboral o el emprendimiento. Urge revisar la pertinencia de los contenidos y garantizar que lo aprendido tenga aplicación real.

Los datos censales muestran luces y sombras. Menos de la mitad de la población mayor de 19 años culminó los estudios escolares, y una proporción similar de mayores de 25 años accedió a estudios superiores. No obstante, la tasa de alfabetización creció notablemente: en el área rural pasó del 74,2% en 2001 al 91,8% en 2024, y la brecha entre campo y ciudad se redujo de 19,3 a solo 5,8 puntos porcentuales. También disminuyó la brecha de género: la diferencia entre hombres y mujeres bajó de 12,4 puntos en 2001 a 4,4 en 2024. Son avances significativos en inclusión y equidad.

Pero el gran desafío sigue siendo la deserción en secundaria y el bajo acceso a la educación superior. De los 7,3 millones de habitantes mayores de 19 años, apenas el 41% culminó la secundaria. Entre los mayores de 25 años, solo el 40,8% completó estudios superiores. En el área rural, la situación es más crítica: apenas el 16% logró terminar una carrera técnica o universitaria. El promedio nacional de años de estudio (10,6) muestra progreso frente a décadas anteriores, pero sigue por debajo de los 12 años requeridos para completar la secundaria.

Las brechas geográficas y sociales son el principal obstáculo: en zonas urbanas el promedio alcanza 11,7 años, mientras que en el área rural es de 7,9. En el caso de las mujeres, el promedio llega a 10,2 años, frente a 10,9 en los hombres. Estas diferencias reflejan desigualdad de oportunidades y una limitada capacidad del sistema para asegurar continuidad educativa.

Para revertir esta tendencia, Bolivia necesita fortalecer la educación técnica y tecnológica con institutos regionales vinculados a la economía local —agroindustria, energía, tecnología o turismo sostenible—, incorporar la materia de emprendedurismo en todos los niveles y promover programas de inserción laboral para jóvenes bachilleres. También es clave cerrar la brecha rural–urbana mediante centros de educación virtual con conectividad satelital, incentivos para docentes rurales y programas de nivelación para adultos.

Asimismo, es fundamental vincular la educación superior con el mercado laboral, promoviendo carreras orientadas a la innovación, las energías limpias y la salud comunitaria. Una política educativa moderna debe apostar también por la educación bilingüe y el dominio del inglés, herramientas indispensables en un mundo interconectado.

El Censo 2024 confirma que Bolivia ha ganado en cobertura y alfabetización, pero aún debe enfrentar su etapa más compleja: mejorar la calidad, garantizar la equidad y fomentar la especialización. El reto no es solo que todos estudien, sino que cada estudiante encuentre en la educación una vía real hacia un futuro productivo y con menos desigualdad.

BD





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