Ricardo Hausmann propone que Bolivia diversifique su economía desde sus recursos actuales y potencie el conocimiento y la tecnología. Ve oportunidades en agricultura, minería y energías verdes, pero advierte que la desconfianza interna y la falta de cooperación obstaculizan el desarrollo.
Brújula Digital|19|06|25|
Raúl Peñaranda U.
Ricardo Hausmann, economista venezolano y profesor en la Universidad de Harvard, se ha consolidado como una de las voces más influyentes en el análisis del desarrollo económico a nivel mundial. Su enfoque, centrado en la “complejidad económica”, ha cambiado la forma de entender por qué algunos países prosperan mientras otros se estancan.
Exministro de Planificación de Venezuela y ex economista jefe del BID, Hausmann dirige actualmente el Harvard Groth Lab (Laboratorio de Crecimiento de Harvard), desde donde asesora a gobiernos de diversas regiones del mundo, incluyendo América Latina, África y Asia. Su trabajo combina herramientas de datos, redes productivas y análisis institucional para diseñar rutas de crecimiento inclusivo y sostenido.
Su pensamiento ha influido en políticas públicas y debates académicos sobre desarrollo, diversificación productiva, innovación y capacidades estatales.
La Fundación Bolivia 360, que financia el empresario boliviano Marcelo Claure, contrató al Harvard Groth Lab para que, bajo el liderazgo de Hausmann, se conciban políticas que ayuden a encarrilar al país hacia el desarrollo.
Hausmann hizo una rápida visita a Bolivia y abrió un espacio para dialogar con Brújula Digital. Una de las preguntas casi obligadas fue recordarle que, hace 40 años, cuando el país enfrentaba una crisis similar, también un grupo de bolivianos acudió a Harvard para establecer posibles medidas de ajuste. Hace 40 años, Bolivia también acudió a Harvard antes una crisis que vivía y se hicieron reformas que fueron importantes. En el año 85 había otro profesor de Harvard, Jeffrey Sachs. “¿Cómo ve Ud. este tema de que cada 40 años los bolivianos acudimos a Harvard para enfrentar problemas económicos?”, se le preguntó. “Creo que es más que todo una coincidencia, pero desde mi punto de vista, una coincidencia afortunada, porque he disfrutado enormemente de este proyecto y he aprendido muchísimo al haber dedicado tiempo y esfuerzo a entender a Bolivia. Para mí es un privilegio”.
Aquí el resto del diálogo:
¿Qué es lo que está proponiendo la Universidad de Harvard para reconducir el desarrollo de Bolivia?
Bueno, en el mundo no hay recetas fijas, no hay ortodoxias útiles, no hay trajes perfectos. Toda estrategia tiene que adecuarse al contexto local y para eso hace falta tener muchísimo conocimiento del contexto.
Entonces, es no es una ventaja comparativa de Harvard. Nuestra ventaja comparativa, si puede haber alguna, es que venimos desde fuera sin estar involucrados en los conflictos internos y tratamos de ver el set de oportunidades y de soluciones; buscamos entrar en diálogo con la sociedad y eventualmente con su dirigencia social, política y empresarial para poner ideas sobre la mesa.
Hablando de oportunidades, ¿cuáles son las de Bolivia? ¿Podemos salir de la trampa de los recursos naturales?
Creo que hay que buscar el máximo de oportunidades donde el máximo número de gente pueda participar. Entonces, no es que como dicen, o sea, la gente puede caminar y mascar chicle a la vez, entonces los países pueden hacer muchas cosas y de hecho los países prosperan cuando se diversifican, no cuando se concentran en pocas cosas.
El proyecto Harvard trata de identificar dónde están todas las oportunidades posibles y sobre todo muchas de ellas que no solo no se las ha estimulado sino que se las ha impedido.
¿Por ejemplo?
En un país siempre hay actividades que dependen de su tierra, de su gente y de su cultura. Entonces de su tierra hay siempre algo con agricultura, minería e hidrocarburos, y en este caso Bolivia está superdotada de esos recursos, que se podrían evidentemente explotar mejor. Bolivia está muy lejos de las productividades posibles en las tierras que usa y tiene muchas tierras que no usa, pero que podría decidir que vale la pena usar.
Bolivia es un país de 1,1 millones de kilómetros cuadrados, que son 110 millones de hectáreas, y está usando solo cuatro millones para la agricultura. Y hay todo tipo de suelos en Bolivia, todo tipo de ecosistemas, entonces sabemos lo que se ha logrado hacer en Santa Cruz, pero hay un potencial enorme en expandir el modelo negocio de Santa Cruz. Pero también hay valles del país y en occidente, donde podría también mejorar la productividad.
Hay tres millones de llamas, hay posibilidades en quinoa, en frutales, café y eso implica oportunidades de crear valor e involucra oportunidades para mucha gente en todo el territorio.
Y se debe trabajar en cada caso…
Claro, por eso nos interesa ver cuáles son las posibilidades agrícolas y que hace falta para materializarlas.
En minería sabemos de la minería tradicional, sabemos del petróleo y gas y sabemos del litio, Y bueno, yo que vengo de Venezuela, que es el país con las reservas de petróleo más grande del mundo y estamos con los problemas que estamos, este es el país con las reservas de litio más grande del mundo. Entonces allá hay que ver qué se puede hacer para generar el valor que se podría generar con toda la actividad de litio.
Pero ahí también está la gente y está la cultura, entonces obviamente hay que ver las oportunidades del lado de la manufactura, incluso del lado de la manufactura asociada a estos recursos naturales, ya sea en la agroindustria, ya sea con las llamas, la alpaca, etc. Se podría aspirar a producir textiles de altísima calidad.
También nos han hablado del clúster de software en Cochabamba y las oportunidades que eso genera. Pero también tenemos turismo. O sea hay en el país muchas potencialidades que desarrollar de modo que es fácil imaginarse, digamos para el 2050, una Bolivia mucho más próspera, con mucho más oportunidades para mucho más gente.
Pero desafortunadamente hay muchos problemas que obstaculizan el logro de esos objetivos y que hay que poder sortear.
¿Pero esos problemas los hemos producido los propios bolivianos? ¿Se pueden sortear?
Un poco la metáfora que a mí me gusta es que Bolivia está en un desierto. La opción es que se morirse en el desierto. Pero también es verdad de que del otro lado del desierto está una tierra prometida; hay que poder visualizar esa tierra prometida y saber cómo caminar en esa dirección.
Usted ha mencionado que los países que se desarrollan son los que se diversifican. Nosotros no hemos tenido esa capacidad, vivimos como si nuestro sino fueran solo las actividades extractivas, y específicamente, la minería. ¿Cómo han logrado otros países esa diversificación?
Sí, bueno en primer lugar hay mucha diversificación posible dentro de las cosas que dependen de la tierra. O sea, ustedes no solo tienen gas y posiblemente petróleo, ¿verdad? Ustedes tienen también oro, estaño, plata, plomo. Mire, se puede hacer una diversificación de cosas dentro de lo que ya produce Bolivia, como agricultura, minería, etcétera. Todo eso genera posibilidades de cadenas de valor. La cadena de la soya y el maíz va a pollos, huevos, cerdos, aceites, etcétera, que involucran todo otro conjunto de actividades. Y en el caso de la minería, hay muchas posibilidades asociadas, no solamente al procesamiento de los minerales, sino también a la cadena de valor de suplir las necesidades de la minería.
Por ejemplo, Australia es un país minero, pero es un país que sabe hacer minería. Entonces las empresas australianas están en el mundo haciendo minería, porque no necesitas tener el recurso natural. Si tienes el conocimiento, tú puedes llevar el conocimiento donde está el recurso natural. Por eso hay mucho conocimiento que desarrollar en estas cosas.
Por ejemplo, si pudiésemos desarrollar la tecnología necesaria para mejorar la extracción del litio, bueno, el litio se vuelve un activo de muchísimo más valor, y entonces la química que va a estas tecnologías de extracción directa, si ustedes logran volverse muy buenos en ellas, sería una vía al desarrollo. Yo creo que debería ser una prioridad nacional. Y ese conocimiento después tiene aplicaciones en muchas otras áreas.
O sea que la diversificación debe empezar con lo que ya producimos.
Sí, creo que uno no se diversifica dándole la espalda a sus ventajas comparativas, sino expandiéndose desde sus ventajas comparativas hacia otras áreas.
¿Y cómo queda el concepto de la maldición de los recursos naturales?
Yo creo que la maldición de los recursos naturales es cierta y tiene dos aristas. Una primera arista es que hay recursos naturales que son muy rentables, que dejan mucho dinero en el gobierno, y eso incentiva a la sociedad a dedicarse a meterle la mano a los dineros del gobierno, en vez de intentar crear valor. Entonces hay un tema de esto que llaman en inglés rent-seeking, que puede distorsionar la estructura de incentivos de un país.
La segunda cosa es que la minería tiende a darse en los lugares donde está la geología, pero mucho de las actividades más intensivas en conocimiento tienden a darse en aglomeraciones urbanas, en ciudades. Por eso hay que encontrar la forma de conectar a las ciudades en gestoras de este conocimiento y de buscar oportunidades de utilización de ese conocimiento en otras áreas.
Déjame darte una pequeña anécdota. Resulta que hay una ingeniera petrolera canadiense que se cansó de su trabajo en la minería ya ha estado investigando cómo mejorar los sistemas de extracción directa del litio. Ella ha hecho importantes avances, pero en Bolivia debería haber decenas de ingenieros jóvenes tratando de hallar ese método. Ese es un reto tecnológico que el país tiene por delante.
Por eso a mí me da tristeza ver que cuando surgió todo este tema del litio, se dieron cuenta que mucho de la reserva de litio del mundo está entre Argentina, Chile y Bolivia. Y había personas que querían hacer la “OPEP del litio”. Pero no se les ocurrió hacer el MIT del litio. La solución de muchos de nuestros problemas pasan por desarrollar conocimiento. Y allí debemos trabajar.
Bolivia no sabe cuánto petróleo de verdad hay en Madre de Dios. Bolivia no sabe qué minerales de baja ley puede extraer de manera eficiente. O sea, hay muchas de las posibilidades de crear valor que dependen de estos retos tecnológicos y me parece que los jóvenes de este país tienen que ver asumir esos retos tecnológicos como la forma de salvar a la patria y de contribuir a la prosperidad de todos.
Del litio o de la minería podríamos aprender a hacer otras cosas.
Sí. Los países tienden a moverse desde donde están a lo que nos gusta llamar “el adyacente posible”. O sea, el país construye sobre sus fortalezas y va evolucionando a medida que avanza.
¿Y cuál es el rol ahí de la tecnología?
La tecnología es el conocimiento que usamos para cambiar el mundo de cómo es a cómo queremos que sea. Y en el fondo, el conocimiento es el activo principal en toda economía. Los países hacen lo que saben hacer. Y hay muchos países que no hacen otras cosas porque no las saben hacer. El proceso de desarrollo es un proceso de expansión de lo que sabes hacer y saber hacer cada vez más cosas.
Y por eso la importancia de la tecnología, porque esencialmente es el conocimiento de cómo hacer las cosas.
¿Por qué un país como Bolivia le cuesta hacer todo esto? ¿Cuáles son esas trabas? ¿Son trabas institucionales? ¿Son trabas de la política?
Hay un poco de todo, pero es un país donde hay comunidades que se tienen poca confianza. Y eso dificulta la cooperación. O sea, el juego humano realmente es un juego cooperativo. Si cooperamos podemos hacer juntos más de lo que podemos hacer individualmente. Y todos los obstáculos a la cooperación, la falta de confianza, implican dejar muchas oportunidades fuera de la mesa.
Es verdad, hay muy poca confianza entre personas y grupos sociales. Y también tenemos muy poca autoestima colectiva.
Sí, pero yo creo que esas cosas pueden cambiar relativamente rápido. Primero, las sociedades a menudo están más conscientes de sus fracasos que de sus éxitos. Y no se mencionan y no se elabora suficientemente sobre los éxitos para que sirvan como modelos para que otros se inspiren de esos logros.
Vuelvo al tema del petróleo. Extraer petróleo en el Madre de Dios es un tema polémico, es una selva virgen y muy biodiversa. Pero también tenemos el altiplano con mucho sol. ¿Hay opciones en las energías limpias? ¿Y en la hidroelectricidad?
Bolivia tiene unos recursos hidroeléctricos infinitos prácticamente con respecto a la demanda actual de electricidad. Tiene órdenes de magnitud de potencial hidroeléctrico muy superiores al consumo actual de electricidad. Y la hidroelectricidad, no solamente que es verde, sino que a diferencia de la solar, es lo que se llama “despachable”, o sea que la puedes usar más o menos cuando te da la gana a ti, y no cuando le da la gana al sol.
Pero la hidroelectricidad tiene una complementariedad fantástica con el sol, precisamente porque puedes usar el agua cuando no hay sol y el sol cuando hay sol. Entonces yo creo que Bolivia tiene un potencial de energías verdes no desarrolladas infinito, realmente gigantesco. El problema no va a ser los recursos de energía verde, el problema va a ser quién va a querer tanta energía verde. Y creo que un mundo que se quiere descarbonizar va a querer irse a donde está esa energía verde. Entonces creo que para Bolivia eso también es una fuente muy grande de oportunidades.
¿Y el gas que tiene Bolivia potencialmente?
Mira, la oportunidades son totalmente factibles y permitirían que en vez de usar el gas para quemarlo, generar gases de efecto invernadero y no generar más valor exportándolo, el país podría, si desarrolla su hidroelectricidad, usar ese gas para exportar y usar la energía verde para su consumo interno. Entonces gana más el Estado y gana más la economía en su conjunto. Y creo que se puede convertir en un lugar atractivo para las empresas que quieran producir sin generar gases de efecto invernadero porque idealmente habrían parques industriales verdes que usarían la energía verde que el país tiene gran capacidad de generar.
Y me gusta también que esa hidroelectricidad no la generan megarrepresas hidroeléctricas como hay en Venezuela, o China, o Brasil, sino proyectos pequeños, más fáciles de hacer. Creo que allá hay una oportunidad gigantesca.
¿Usted está de acuerdo con la idea de reducir el uso de los combustibles fósiles?
Yo creo que la mayor contribución que pueda hacer Bolivia a la descarbonización del planeta no es dejando de producir petróleo o gas, es aumentando su producción de litio y aumentando su producción de energías verdes. Mira, el clima del mundo no se va a dar cuenta si las emisiones de gas de efecto invernadero de Bolivia bajan a cero. Eso no va a estar ni en el margen de error. Es demasiado poco lo que extrae y produce Bolivia.
Pero el litio boliviano sí puede cambiar la dinámica de la descarbonización mundial. Y la hidroelectricidad y la energía solar bolivianas pueden hacer una contribución más significativa para el desarrollo mundial. El mundo va a estar usando petróleo por todas las décadas que vienen.
Y si Bolivia no produce su petróleo o su gas, eso generará incentivos para que lo hagan otros. Entonces no creo, como cree el presidente Petro de Colombia, que si Colombia reduce su producción de petróleo ayuda al planeta. No, si lo hace ayudará a Arabia Saudita, pero no al planeta.
Hablando de las cadenas de valor, ¿cómo podríamos nosotros integrarnos a los países vecinos que producen bienes manufacturados? Por ejemplo, en Brasil hay una gran industria automotriz. ¿Bolivia podría ser parte de esa cadena de valor, por ejemplo, haciendo autopartes?
Yo creo que todas esas cosas son posibles. Bolivia tiene ventajas salariales con respecto a Chile, Brasil, Argentina. Y probablemente si tú permites más integración económica, muchas de esas actividades van a ocurrir más o menos naturalmente.
Pero creo que no ocurren porque, en parte, el ambiente de negocios dentro de Bolivia es muy hostil. Y entonces hay una gran desconfianza entre el sector empresarial y el gobierno, y entre empleadores y empleados. Más que no ser posible por razones de capacidad, creo que están siendo dificultadas por razones de orden social.
Chile y Bolivia tienen economías complementarias, no competitivas. Lo que produce Chile no lo producimos nosotros, lo que producimos nosotros no lo produce Chile. Frutas tropicales, por ejemplo. ¿Hay manera de que se complementen esas economías?
Sí. Chile desarrolló una relación con la Universidad de California en Davis, porque está más o menos a la misma latitud que California, entonces lo que se da en California se da en Chile, pero en otro momento del año. Entonces, ¿qué siguió? Chile encontró los arándanos como una opción muy interesante y empezó a producirlos. Después se dieron cuenta que los arándanos se dan un mes antes o después en Argentina y Perú. Entonces, sin que se metan los gobiernos a hacer demasiadas cosas, ese conocimiento se fue desperdigando hacia Argentina y hacia Perú.
Y entonces ahora hay más arándanos durante más meses del año, y mucho conocimiento y mucho de la logística se puede utilizar más meses del año. Creo que en ese sentido habría mucha de esa cooperación que se puede dar entre Chile y Bolivia.
Déjame decirte: el oriente boliviano se está beneficiando del hecho que hubo una revolución tecnológica que empezó en Argentina y después en Brasil, en Uruguay, en Paraguay, sobre toda la cadena de valor de la soya. Pero la soya llegó primero a Bolivia que a Paraguay, y hoy Paraguay produce cuatro veces más. Y eso te da un poco la idea de cuánto valor puede haber en adoptar esas tecnologías.
¿O sea transgénicos?
Sí, parte del problema de Bolivia es que no ha permitido la adopción tecnológica que se ha permitido en otras latitudes, de transgénicos y de todo el paquete tecnológico que, en realidad se da con este asunto de la “siembra directa”. Con esta se termina mejorando las tierras, más que agotándolas, Se hace una agricultura más sostenible, no menos sostenible, y se genera la posibilidad de un clúster muy grande de actividades conexas.
Y acá también, sin embargo, hemos visto que el año pasado hemos quemado 12,5 millones de hectáreas, de las cuales cinco millones eran de bosques y el resto pastizales. O sea, comparado con Paraguay, y nosotros somos el triple de grande, produce mucho más y no quema. Bolivia es el segundo país que más deforesta para agricultura después de Brasil, pero en términos per cápita, obviamente es que el más deforesta. Entonces también hay una crítica a ese modelo de desarrollo.
Yo no sé si asociar el desarrollo de Santa Cruz con la quema de bosques. No he estudiado el tema en profundidad en Bolivia, pero lo estudié con cierta profundidad en Colombia, y esas tierras típicamente que se queman rara vez se usan productivamente.
Tú quieres tener un buen plan de ordenamiento territorial y saber cuáles son los bosques que tú quieres preservar y proteger, y cuáles son las tierras que quieres usar con fines agrícolas. Pero la quema de bosques, típicamente, son actividades ilegales de gente que se quiere apropiarse de tierras que no son suyas, y causan un daño ecológico enorme junto con escasos o nulos beneficios económicos.
Entonces creo que la expansión de la frontera agrícola boliviana tiene que ser hecha de manera concertada: ¿cuáles son todas las tierras que se pueden incorporar a la agricultura? ¿Cuáles no?
Bolivia tiene una posibilidad de ayudar a alimentar al mundo, pero tiene que ser un uso responsable de sus recursos. El mundo va a necesitar proteínas bolivianas y es un excelente lugar para que el mundo produzca proteínas, y hay que hacerlo de buena forma.
Tenemos los ejemplos de Mato Grosso al lado, tenemos los ejemplos de Paraguay, etcétera. Sabemos que se puede hacer y se puede hacer bien. Pero muchas veces lo que termina ocurriendo con algunas formas de limitación tecnológica es que tú impides el aumento de la productividad. Entonces obligas a usar más tierras en vez de usar más eficientemente las tierras que tienes.
Por eso yo creo que los transgénicos, si algo, ayudan al medioambiente porque reducen la necesidad de usar más tierra.
Después de la reunión de los bolivianos en Harvard acá los críticos le decían que Ud. es un economista neoliberal. Pero Ud., por ejemplo, no niega la posibilidad de que el Estado se involucre en actividades económicas. ¿Cuál es el rol que debería tener el Estado?
Bueno, es interesante, porque si me buscas en Twitter vas a ver que muchos de mis compatriotas no me consideran neoliberal sino casi comunista (risas). Y he trabajado con más de 50 gobiernos en el mundo, de todos los tintes políticos.
No, yo no siento que mi pensamiento económico esté mayormente afectado por alguna ideología. Sí te puedo decir lo siguiente: que en economía se produce combinando bienes que puedes comprar en un mercado –llámalos bienes privados– con bienes públicos: tú puedes ir al mercado a comprarte un automóvil, pero no hay mercado para comprar las carreteras, no hay un mercado para comprar reglas de tránsito, no hay un mercado para las señales de tránsito. Entonces, cada actividad económica existe en un océano de bienes públicos que permiten el funcionamiento de esa tecnología.
Esos bienes públicos son complementarios con el mercado de los bienes privados. Complementos son cosas como el café y el azúcar; sustitutos son cosas como el café y el té. El Estado y el mercado son complementos, no son sustitutos.
Y los pecados vienen de lado y lado: los neoliberales piensan que el Estado no hace falta, lo que es un error. Y muchas veces cierta izquierda piensa que el rol del Estado es sustituir al mercado, lo que también es un error. Lo que hay que buscar son los espacios de complementariedad entre actividades de la sociedad –llámese actividades de mercado– y los roles que tiene que cumplir el gobierno.
BD/RPU