Esa institucionalidad exige aceptar el rigor del descenso para preservar la dignidad del sistema. Si el fútbol boliviano decide salvarse en los pasillos de un congreso, estará firmando su acta de defunción moral y su ostracismo internacional.
Brújula Digital|23|2025|
Eduardo Salamanca Chulver
El fútbol, en su dimensión más elevada, no es un mero espectáculo de masas, sino un sistema reglamentado que descansa sobre la seguridad jurídica y la previsibilidad normativa. El reciente laudo del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que restituye 33 puntos al Club Aurora y deriva en el descenso del Club Wilstermann, en esencia, muestra que lo que este ente ha dictaminado es revertir una sanción previa mal ejecutada.
El imperio de la norma frente a la selectividad de la crisis
La propuesta de ampliar la División Profesional a 18 clubes para evitar el descenso de una institución de gran trayectoria nos enfrenta a una pregunta ética fundamental: ¿Sería la respuesta la misma si el club descendido fuera la Academia del Balompié Boliviano (ABB) o cualquier otra entidad de menor peso mediático? La justicia, para ser tal, debe ser ciega a los colores y a las presiones. Si el derecho deportivo se torna elástico para proteger a los "grandes", deja de ser derecho para convertirse en privilegio.
La historia nos ofrece un espejo de integridad: hace más de tres décadas, la entonces Liga del Fútbol Profesional Boliviano determinó reducir sus participantes a 12, con cuatro descensos. Pese al ruego de los clubes en riesgo, la dirigencia de entonces sostuvo una máxima inamovible: no se puede modificar una norma cuando el torneo está por concluir. Y descendieron CUATRO clubes. Pretender hacerlo hoy, cuando el torneo ha concluido, sería una bofetada a la memoria institucional.
El caso Montaño y la urgencia de una auditoría biológica
El origen de esta controversia radica en la supuesta suplantación de identidad y, fundamentalmente, en la alteración de edad del jugador Gabriel Montaño. Más allá del fallo que restituye los puntos al Club Aurora por errores en el procedimiento sancionatorio, el fondo del asunto revela una llaga purulenta en nuestro fútbol: la falta de certeza en las edades de las categorías formativas.
Es imperativo postular, con carácter de urgencia, que la FBF instruya una investigación exhaustiva mediante estudios laboratoriales de alta confiabilidad (como la resonancia magnética de muñeca o pruebas de maduración ósea) para verificar la edad real de todos los jugadores Sub-20 que participaron en los torneos profesionales, al menos, de los últimos cinco años. El "caso Montaño" podría ser apenas la punta del iceberg. Si se aplicara un rigor científico serio, el fútbol boliviano podría enfrentarse a sorpresas ingratas que obligarían a una reestructuración total, pero necesaria, para limpiar de una vez por todas la competencia desde sus bases.
La falacia del recurso ante el Tribunal Federal Suizo (TFS)
Se ha esgrimido como última esperanza el acudir al Tribunal Federal Suizo (TFS). Es importante aclarar que este Tribunal no constituye una "tercera instancia" deportiva. Según la Ley Suiza de Derecho Internacional Privado (LDIP), el TFS solo anula laudos del TAS por vicios de forma gravísimos: falta de jurisdicción, violación del derecho a ser oído o contrariedad al orden público suizo.
El Tribunal Federal Suizo no revisa si el jugador tenía una edad u otra, ni si los puntos fueron bien devueltos; respeta la soberanía técnica del TAS. Por tanto, apelar a esta vía no es más que una estrategia que no cambiará el destino deportivo y solo desgastará la imagen de la FBF ante el mundo.
El argumento de que un Congreso puede "subsanar" esto mediante un voto de dos tercios es un espejismo peligroso. El Artículo 9 de los Estatutos de la FIFA es taxativo: el mérito deportivo es innegociable. Una decisión de asamblea que anule descensos es una violación directa que invita a la intervención internacional. La FIFA y la Conmebol tienen la potestad de suspender la afiliación de la FBF, con el riesgo de dejar a nuestra Selección fuera de las Eliminatorias y a nuestros clubes fuera de toda competencia internacional.
La verdadera defensa de un club no se hace en los pasillos de un Congreso, sino en el respeto a su historia a través del cumplimiento de las reglas que aceptó al inicio de la contienda. La altura de una institución se mide por su capacidad de resurgir desde la adversidad, respetando la institucionalidad.
Esa institucionalidad exige aceptar el rigor del descenso para preservar la dignidad del sistema. Si el fútbol boliviano decide salvarse en los pasillos de un congreso, estará firmando su acta de defunción moral y su ostracismo internacional.
Eduardo Salamanca Chulver es abogado y afiliado a la Federación de Trabajadores de la Prensa de Cochabamba