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Cultura | 25/10/2020

Star Trek Discovery

Star Trek Discovery

Brújula Digital |23|10|20|

Rodrigo Ayala Bluske / Tres Tristes Críticos

En los últimos años, salvo contadas excepciones, hemos sufrido una devaluación en la oferta televisiva. Los aficionados al buen cine (en este caso la “buena televisión”), tenemos en la retina la “edad de oro” que se vivió a partir de ofertas como la serie Lost (2004-2010), y que se desarrolló con ejemplos tan relevantes como Breaking Bad (2008-2013), Homeland (2011-2020), Fargo (2014-2017) o House of Cards (2013-2017), entre muchos otras. En un momento en que el cine comercial se encontró aprisionado por la inmensidad de su mercado, la que lo obligó a usar formulas repetitivas para no arriesgar las inversiones cada vez mayores, la televisión se convirtió en un espacio de desarrollo para la creatividad.

Netflix de los primeros años se apoyó en parte en ese fenómeno, pero la necesidad de contar con una cantidad de productos cada vez mayor y el surgimiento de la competencia, ha tenido como efecto una marcada baja en la calidad. Los usuarios de la plataforma nos hemos acostumbrado a ver estrenos casi todas las semanas, al tiempo que los guiones se vuelven repetitivos y la calidad de las producciones se achata.  

Da la impresión de que las series de televisión se están dividiendo en dos segmentos cada vez más distantes; las producciones estilizadas de gran inversión, como el caso de Watchmen (2019) o Lovecraft Country (2020), que reseñamos recientemente en esta columna, y el grueso de productos que se hunde en la mediocridad. Star Trek Discovery (2017-2019), la última versión de la clásica serial de ciencia ficción, es una propuesta que se ubica en la mitad de ambos extremos.

Vamos por partes, Star Treak (1966-1969), la original, fue una serie que supo adaptarse a las limitaciones tecnológicas de la época a través del desarrollo de sus historias y la solidez de sus personajes. El esquema era simple: los tripulantes de la nave Enterprise se encontraban con nuevos mundos en el espacio, los que generalmente les planteaban dilemas filosóficos o morales (un tripulante que se vuelve una especie de Dios y debe elegir entre sus nuevos poderes y la lealtad a sus compañeros, otro que se encuentra con un antiguo amor que guarda un secreto terrorífico, etc.). Los personajes generalmente terminaban resolviéndolos acudiendo a un código moral básico, que posiblemente hoy calificaríamos como ingenuo y representativo del ideal de la Norteamérica conservadora de esa época.

Mas adelante, en sus nuevas versiones, la serie se “aggiornó” mostrando una mayor cantidad de acción. Las últimas versiones cinematográfica de la serie, dirigidas por J.J. Abrahams (Star Treak, 2009 y “Star Trek: En la oscuridad), tuvieron la virtud de introducir nuevos elementos genéricos a sus tramas, suspenso, historias de conspiración, etc., lo que las volvió más entretenidas.  

Star Treak Discovery quiere aprovechar dichas innovaciones, pero sin perder el planteamiento moral básico y en cierta medida “filosófico” de sus inicios, y para ello tiene la virtud de beber las distintas series y películas que conforman dicho universo. Los primeros capítulos de la primera temporada son interesantes en la medida en que el personaje principal (mujer, negra y adoptada por “vulcanos”, siguiendo el proceso de modernización de la serie), se ve envuelta en una serie de circunstancias adversas e historias de suplantación de identidades. Al mismo tiempo, también de principio, se visualizan y tienen un rol activo los “klingons”, enemigos históricos de la humanidad. Todo ello hace que los minutos transcurran con facilidad.

El problema comienza a darse cuando los guionistas se dejan llevar con demasiada facilidad por las intenciones pseudofilosóficas o moralistas de la serie original (que en su caso podían entenderse por las limitaciones tecnológicas de la época); discusiones acerca de la contradicción entre la “lógica” y la “emocionalidad de los humanos”, situaciones límite en la que los protagonistas deben elegir entre la vida de un amigo y la supervivencia del conjunto de la galaxia (en esos casos la situación se resuelve casi por norma, cuando el protagonista desoyendo los dictados del sentido común, decide salvar al compañero y sorpresivamente esa decisión también salva a la galaxia, debido a algún resorte que no conocíamos).

El Star Trek original llevaba hasta el extremo lo que se entendía por “políticamente correcto” en la época; sus protagonistas eran militantes de la “coexistencia pacífica”, en ese caso la “Federación Unida de Planetas” era una versión de Naciones Unidas donde primaban principios como la no intervención, sus dirigentes eran seres rectos, sin mácula, etc.  El otro lado del espejo de la realidad que conocemos.

El tema es que estamos en el nuevo siglo y la “inocencia” de las edades de oro ya ha quedado muy atrás. En todo caso es un producto, a mi juicio, más entretenido que varios de los otros intentos que integran la saga. Ideal para un fin de semana en el que no estás con ganas de ponerle los cinco sentidos a un producto superlativo, pero donde tampoco deseas sumirte en la extrema mediocridad de los productos que llenan las listas de las plataformas de streaming. 



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