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Cultura | 01/02/2024

Sergio Ramírez: “Cuando la palabra libre cobra sus fueros, el poder autoritario prefiere la palabra oficial, que es igual al silencio”

Sergio Ramírez: “Cuando la palabra libre cobra sus fueros, el poder autoritario prefiere la palabra oficial, que es igual al silencio”

Sergio Ramírez, prologuista de "Contra viento y marea". Foto: EFE

Brújula Digital|01|02|24|

El relato a cuatro voces contenido en Contra viento y marea “representa un testimonio de las luchas del periodismo independiente latinoamericano por convertir la libertad de expresión en un instrumento de lucha cotidiana por la democracia”, afirma el escritor y periodista nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, Premio Cervantes de Literatura, en el prólogo al libro escrito por los exdirectores de Página Siete.

En su texto, titulado “El costo de la palabra escrita”, el multipremiado escritor recuerda que “la democracia la construyen también los medios de comunicación”, y advierte que cuando los medios “asumen su papel crítico, y vigilan al poder político con integridad ética”, es cuando “la palabra libre cobra sus fueros” y cuando “se vuelve temida, porque el poder autoritario prefiere la palabra oficial, que es igual al silencio”.

El prologuista describe la “vida intensa y azarosa” de Página Siete y su “lucha constante por mantener a flote una empresa informativa, acosada por el poder político”.

El libro será presentado el martes 6 de febrero a las 19.00 horas en la Asociación de Periodistas de La Paz.

“La historia dramática de Página Siete –señala– ilustra la lucha de los medios de comunicación que en América Latina persisten en informar de manera independiente, con valentía y sin concesiones, a costas de su propia existencia, y no pocas veces de la persecución, la cárcel, el exilio, y hasta la vida de los periodistas, como lo vemos repetirse en países como Venezuela, Guatemala, México, Colombia o Nicaragua”.

Ramírez nació en Masetepe, una pequeña localidad del departamento de Masaya, el 5 de agosto de 1942. Luchó contra la dictadura somocista y, al triunfo de la Revolución Sandinista, el 19 de julio de 1979, formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, integrada por cinco miembros. Tras la victoria electoral del 4 de noviembre de 1984, ocupó la vicepresidencia, hasta 1990, bajo el mandato de Daniel Ortega.

A raíz de su postura crítica al creciente autoritarismo del régimen nicaragüense, tras las protestas de la primavera de 2018 y cuando el escritor se encontraba en España, la dictadura de Ortega le retiró la nacionalidad, en violación flagrante de la Constitución. Ramírez ostenta actualmente la nacionalidad española.

En su prólogo al libro de Isabel Mercado, Raúl Peñaranda, Juan Carlos Salazar y Mery Vaca, el escritor sostiene que “un periódico independiente no se opone a un Gobierno enarbolando una bandera política. Escarba, investiga, saca a luz lo oculto. Reconoce aciertos y expone desaciertos. Informa”.

“Esta tarea –agrega– nunca es fácil de entender, o de asimilar para el poder político, sobre todo cuando el brillo de su propio proyecto ideológico lo ciega. Y, así, un periódico independiente, que investiga a fondo los hechos, y no hace concesiones, se enfrentará tarde o temprano con ese poder, que, aunque originado en unas elecciones libres, y dueño de respaldo popular, no admite voces críticas, ni tolera, otra verdad que la verdad oficial”.

Ramírez se convirtió en 2017 en el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes de Literatura, el mayor galardón de las letras hispanoamericanas. Previamente, en 1998, había obtenido el Premio Alfaguara por su novela Margarita, está linda la mar, y, en 2014, el Premio Carlos Fuentes que otorga el Gobierno mexicano por medio del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. También obtuvo el Premio Hammett de Novela, en 1990, por Castigo Divino, y el Laure Bataillon, en 1998, a la Mejor Novela Extranjera publicada en Francia por Un baile de Máscaras.

“El acoso contra Página Siete empezó a manifestarse desde el primer año de su existencia”, afirma el prologuista. Y recuerda que contra el diario ”se ensayaron medidas muy variadas, basadas todas en el uso de entidades del estado, la primera de ellas, y la más socorrida por el poder, la cancelación de las pautas de publicidad de las entidades controladas por el gobierno, y la presión a empresas privadas para no anunciarse”.

“La independencia a la hora de informar, que presupone no tomar bando, y rechaza la afiliación partidaria –agrega–, sólo puede ser entendida por un gobernante fiel a su identidad democrática, consciente de que la crítica, y aún la denuncia de los abusos de poder y de los casos de corrupción documentados, contribuyen a salvaguarda el estado de derecho, y hacen que el ejercicio de la función pública sea más cuidadoso consigo mismo, y por tanto más transparente”.

“Pero cuando el poder cae en la tentación autoritaria, y busca cerrar espacios –prosigue–, las voces críticas irritan, e incitan a la represión; y aquí la frontera entre regímenes de izquierda o de derecha desaparece, porque la regla de intolerancia y castigo a causa de la fiscalización, viene a ser la misma. El autoritarismo sólo cambia de ropaje, o de retórica, pero conserva el mismo rostro. Un rostro que tampoco ríe nunca, y jamás entiende de humor”.

El escritor sostiene que, Página Siete, “navegando contra la corriente, logró posicionarse como un medio de comunicación creíble y se ganó un amplio mercado de lectores, pero se trataba de un experimento arriesgado en términos empresariales, y nunca pudo ganar su punto de equilibrio financiero”, porque a la hostilidad gubernamental, que significaba el cierre de las fuentes de publicidad de entidades públicas, se sumaron otros factores, como la crisis provocada por la pandemia, y la tendencia mundial a la reducción, o desaparición, de los diarios impresos.

Ramírez evoca también en su texto la “valiente y nostálgica nota de despedida” de los periodistas del periódico, de quienes afirma que “vivían en carne propia la crisis financiera y tenían meses de no cobrar sus salarios”.

BD/RED



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