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Cultura y farándula | 26/12/2025   03:34

|CRÍTICA|A propósito del libro de Peñaranda: pensar la compleja época actual|H. C. F. Mansilla|

Este es un esfuerzo multifacético y sostenido por comprender la enorme complejidad que ha adquirido el mundo contemporáneo. En una palabra: Peñaranda no simplifica nunca, presenta al lector los hechos reales y solo sugiere una posible conclusión basada en argumentos de plausibilidad.

HCF Mansilla se dirige al auditorio en la presentación del libro de Peñaranda/David Mercado
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Brújula Digital|26|12|25|

H. C. F. Mansilla

El escritor y periodista Raúl Peñaranda Undurraga nos presenta un nuevo libro que enriquece su ya rico acervo bibliográfico. Nacido en 1966, Peñaranda se adscribió al periodismo desde muy joven. En el colegio secundario creó un periódico mural, cuyo contenido chocó con la línea oficial de la escuela y propició su salida del colegio. Estudió Ciencias de la Comunicación, cursando un año en Harvard gracias a la prestigiosa beca Nieman para periodistas que tengan por lo menos cinco años de experiencia laboral. Como se sabe, Peñaranda ha realizado una brillante carrera en los medios de prensa bolivianos, donde dejó su huella de exigencia cualitativa, claro liderazgo y praxis ética. Su paso por Nueva Economía, La Época, La Razón, Pulso, Página Siete y Brújula Digital determinó la calidad de estos órganos, ennobleciendo sustancialmente el trabajo cotidiano de los órganos de comunicación masiva en nuestro país. También fue Presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz.

Anteriormente Raúl Peñaranda publicó varios libros, como Radiografía de la prensa boliviana, Retrato del periodista boliviano, Contra viento y marea, Escape a los Andes y Control remoto. Este último, que salió a la luz pública en 2014, es hasta ahora la obra más exitosa de nuestro autor en término de ejemplares impresos y vendidos, con siete ediciones. Y también ha sido el libro más comentado de Peñaranda, porque Raúl, en la época del auge económico mayor y del predominio incontestable del gobierno masista, se atrevió a describir y analizar la red de medios de comunicación –periódicos, radios, estaciones de televisión– que el gobierno del Movimiento al Socialismo estaba construyendo sigilosa y efectivamente. 

Casi todos los sectores nacionalistas, populistas e izquierdistas atacaron a Peñaranda con saña curiosa y vehemente, pues no podían asimilar la idea de que el régimen de Evo Morales estaba tejiendo hábilmente un sistema comunicacional para consolidar y justificar el autoritarismo que predominó en el país hasta hace poco tiempo. Una cosa, para ellos, es gozar de las ventajas políticas y financieras que les brindaba aquel gobierno, pero otra, que no aceptaban, es que alguien demuestre cómo se estaba edificando el reino dictatorial de la doctrina única, obligatoria, inescapable e inmensamente tediosa.

Todos estos antecedentes ayudan a valorar su nuevo libro, que es mayormente, pero no únicamente, de compilación de artículos anteriores. En el fondo este es un esfuerzo multifacético y sostenido por comprender la enorme complejidad que ha adquirido el mundo contemporáneo. En una palabra: Peñaranda no simplifica nunca, presenta al lector los hechos reales –siempre sujetos a interpretaciones controvertidas– y solo sugiere una posible conclusión basada en argumentos de plausibilidad. Esto se percibe en el capítulo sexto del libro que hoy nos ocupa, llamado “Personajes” y en porciones del séptimo, titulado modestamente “Perspectivas”. Creo que son las partes más logradas de la obra. Peñaranda concibió un hermoso retrato intelectual de Ryszard Kapuscinski (1932-2007), el notable periodista y escritor polaco, quien entretanto ha construido la marca de ejemplaridad ética e intelectual que debería irradiar el buen periodista.

Me detengo en Kapuscinski por la influencia que tuvo sobre Raúl Peñaranda y los buenos periodistas latinoamericanos. El ejerció la docencia en el instituto “Nuevo Periodismo Iberoamericano”, fundado por Gabriel García Márquez y a la que acudieron estudiantes de todas las corrientes políticas. Como afirma Peñaranda, uno de los méritos de Kapuscinski es haber insistido en que un buen periodista tiene que ser previamente una buena persona desde la perspectiva ética. Raúl aprueba también la conjunción del aspecto moral con la calidad estética que deberían poseer los productos periodísticos, el otro gran mérito de Kapuscinski. Nuestro autor polemiza con Artur Domoslawski, periodista polaco, especialista en asuntos latinoamericanos, quien escribió una amplia biografía de Kapuscinski para demostrar que este último habían inventado y “embellecido” sus experiencias. En el fondo, Domoslawski, un admirador confeso de los populismos latinoamericanos como el venezolano, reprocha a su ilustre compatriota el defender posiciones pluralistas y el tener un espíritu liberal.

El esfuerzo de Peñaranda por entender la complejidad de la existencia moderna se percibe asimismo en algunos de sus retratos intelectuales, como los dedicados a Víctor Paz Estenssoro, Mario Vargas Llosa, Luis Ramiro Beltrán, Carlos Mesa Gisbert y otros. Ninguna de estas semblanzas tiene un carácter laudatorio. El tratar de comprender abarca también el tomar en serio las motivaciones del personaje, a veces muy variables, sus frecuentes contradicciones, la modificación de sus ideas a lo largo del tiempo y, a menudo, el fracaso de sus planes originales. Precisamente este intento de recrear las luces y las sombras de los retratados nos permite obtener una imagen más humana de los mismos, por un lado, y una concepción más realista de los tiempos y las circunstancias, por otro. Es muy interesante el acápite consagrado a Paz Estenssoro (1907-2001), que Peñaranda elaboró mediante una visita al anciano estadista poco antes de su muerte.

Son instructivas y hasta divertidas las semblanzas que Peñaranda escribe sobre los dictadores africanos Robert Mugabe (1924-2019) y Teodoro Obiang (1942). Ambos visitaron Bolivia durante la presidencia de Evo Morales y recibieron el Gran Collar de la Orden del Cóndor de los Andes, además de otros favores. Peñaranda afirma que esto le causó “náuseas”, pues se trataba de potentados de la peor calaña, autoritarios y corruptos en grado extremo. 

El tema de comprender la complejidad de un asunto y evitar juicios emotivos –avalados por una tradición patriótica muy arraigada– emerge también en el análisis de las Islas Malvinas. Peñaranda viajó a esas remotas islas, de clima polar, y nos brinda en tono neutral un análisis de la situación actual. En un plebiscito reciente, la pequeña población de las islas votó casi unánimemente por seguir bajo soberanía británica. El idioma, el sistema escolar, la religión mayoritariamente practicada y las relaciones comerciales representan factores de pertenencia británica. Afirmar todo esto en América Latina no está bien visto a causa del nacionalismo todavía preponderante en el Nuevo Mundo y a las reivindicaciones argentinas sobre las islas, aunque estas últimas tengan una base relativamente precaria. Las Naciones Unidas no han reconocido oficialmente las pretensiones argentinas. Peñaranda nos muestra en este caso las dificultades de un juicio categórico y definitivo sobre la soberanía de las islas: un paciente ejercicio de contraponer argumentos y anhelos.

Algo similar ocurre con los acápites dedicados al asalto del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru contra la Embajada Japonesa en Lima (diciembre de 1996). No hay duda de la falta de legitimidad democrática que tuvieron los movimientos guerrilleros peruanos desde un mismo comienzo; tampoco tenían una concepción aceptable, congruente con el indispensable proceso de modernización que el Perú experimenta desde hace décadas. Entre los guerrilleros se encontraban jóvenes idealistas, quienes querían un futuro mejor para su país, pero que –como en todas las latitudes– hacían gala de una ingenuidad escandalosa ante las actividades delictivas de sus propias jefaturas y frente al desarrollo real, complejo y acelerado, de sus sociedades. 

A la postre se inclinaban, de manera simplista, en favor del precepto maquiavélico: el fin justifica los medios. Peñaranda estudia esa mixtura de ingenuidad y dogmatismo, de entusiasmo juvenil e ignorancia de la realidad concreta, en la figura de Miguel Nothdurfter –un creyente católico serio–, un joven italiano de raíces austriacas que deseaba seguir la carrera eclesiástica. Vino a Bolivia a ayudar a los más necesitados y terminó empuñando el fusil para pretendidamente acelerar este proceso. Aquí también encontramos la combinación fatal de buenas intenciones y malas prácticas, todo ello mezclado con el ímpetu juvenil que legitima el uso de la violencia para conseguir rápidamente los frutos, presuntamente positivos, de una revolución radical.

En una palabra: Raúl Peñaranda, quien dirige uno de los poquísimos medios de pensamiento plural y crítico que quedan en Bolivia, con su nuevo libro nos invita a hacer un recorrido por el ancho mundo, pero también nos obliga a reflexionar sobre la complejidad de nuestra turbia época.

H. C. F. Mansilla es filósofo y cientista político. Este es un extracto de la presentación leída por el autor durante el lanzamiento del libro. El texto completo está como adjunto





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