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Cultura y farándula | 02/12/2025   03:22

Qué es un bolivianismo y cómo se incluye en el Diccionario de la Lengua

La inclusión de nuevos bolivianismos (como "pipoca" para "palomita de maíz") y la actualización de definiciones (como "vueltear") en la vigesimocuarta edición del Diccionario de la lengua española (DLE) es motivo de celebración.

Marcus Gossler/Wikicommons
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Brújula Digital|02|12|25|

Tatiana Alvarado y Alba María Paz Soldán

Desde que los medios hicieron público el envío que la Academia Boliviana de la Lengua hizo a la Real Academia Española de una lista de cien palabras para su incorporación en el Diccionario de la Lengua Española (DLE), han circulado opiniones varias sobre la noticia. Algunas, bastante desafortunadas, hablan, como se hace cada vez más, desde el desconocimiento.

Para esclarecer la situación, no está de más comenzar recordando lo que, sin duda, todos saben: los diccionarios son el resultado de un largo, minucioso y riguroso proceso de trabajo y, tratándose del actual Diccionario de la Lengua Española (DLE), el proceso es, además, complejo, pues convergen en él la labor de cada una de las academias que componen la Asociación de Academias de la Lengua entre las cuales, claro, se encuentra la boliviana. 

A esto se añade el hecho de que el diccionario se encuentra en proceso de revisión y actualización constante: es una labor imprescindible y una tarea compleja pues la vitalidad de la lengua transcurre entre la norma que supone una fijación y el dinamismo que otorga su uso en relación con la norma. 

Esta tarea se lleva a cabo entre filólogos y lingüistas que guían el trabajo de becarios, cuya formación lexicográfica es supervisada en su última fase, en reuniones de la Comisión de Lingüística y Lexicografía de la ABL, en las que se debate y cuestiona en detalle las voces: su forma, su semántica, su pragmática e incluso su pronunciación.

La ABL envió una propuesta de cien bolivianismos. Se entiende por “bolivianismos” no solo las palabras fruto del contacto entre el español y las lenguas indígenas, como algunos pretenden; una afirmación de este tenor elude otras formas de creación léxica como pueden ser el cambio semántico, los neologismos o los extranjerismos, entre otras. En este sentido, “jailón” o “billa”, por ejemplo, son bolivianismos, pero no son fruto del contacto entre el español y una lengua indígena. 

La lista de bolivianismos que se envió para su registro responde a la estructura del DLE, aprobado en 2017 por la comisión interacadémica con delegados que representaron a cada una de las academias que forman parte de la asociación mencionada. Entre los criterios de selección en esta fase de adición, cabe señalar, no se han considerado aquellas voces y acepciones “de plantas o animales, ya que las presentes ahora mismo en el diccionario están siendo objeto de estudio y revisión por parte de especialistas, que no pueden asumir novedades en este campo”. Este trabajo se llevará a cabo eventualmente.

Dicha estructura sigue una serie de criterios para la elaboración del diccionario y es el documento que se respeta a cabalidad y que conocemos en detalle en la ABL. No es lugar de detallar las formas de registro de las palabras, si se registran o no verbos pronominales, por ejemplo, pero baste citar lo que ya se decía en 1997 cuando el DLE se llamaba aún DRAE: “Los verbos exclusivamente pronominales aparecerán con el pronombre pospuesto: adormilarse, regodearse”.

El Diccionario de la Lengua Española, en su vigésimocuarta edición, cuya publicación está programada para el siguiente año, utiliza un diseño renovado que tiene como objetivo una distribución digital. Entre las innovaciones más destacadas se incluye el enlace con obras de las otras academias de la lengua, como el Diccionario del español jurídico, La Nueva gramática de la lengua española y la Ortografía de la lengua española. Cabe mencionar que la academia boliviana participa activamente en todos estos proyectos.

Este es parte del camino que se recorre en la ABL, una institución que avanza tanto en el conocimiento de nuestra lengua y en su actualización, así como en las formas de registro que la harán parte de este español universal que el Diccionario de la Lengua Española proyecta desde la Asociación de Academias de la Lengua. 

El estudioso que desee indagar más sobre estos procesos puede contactarse con la Comisión de Lingüística y Lexicografía de la ABL, cuyo grupo de trabajo recibirá de muy buen grado las preguntas que quieran hacerle.

Para terminar, nos gustaría compartir algunas de las palabras que fueron enviadas al DLE para su inclusión, además de “amartelarse” y “cocachear”, como se publicó en notas periodísticas en distintos medios del país en septiembre pasado. 

Entre ellas se encuentran, por ejemplo, nuestra “tunkuña”, que en el DEL remitiría a “rayuela” (que está definida como “Juego infantil, tradicionalmente de niñas, que consiste en ir desplazando un tejo, a puntapiés y a la pata coja, por varias casillas dibujadas en el suelo, procurando no pisar las rayas y que el tejo no quede detenido en ellas”). También “mancanchas”, que en el DLE remite a “enagua”; “vueltear”, que se define en sus dos acepciones como “pasear por un mismo lugar o sin rumbo fijo”, y “dilatar un asunto o respuesta con evasivas o excusas”; y “pipoca”, “palomita de maíz”. 

Ver estas y otras palabras incluidas en la vigesimocuarta edición será razón para que “challemos” este volumen y brindemos con alegría.

Tatiana Alvarado Teodorika es filóloga y Alba María Paz Soldán, doctora en literatura; ambas son académicas de número de la ABL





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