Quienes lo conocieron destacaban su memoria prodigiosa; Martínez era un archivo viviente que atesoraba con precisión fechas, anécdotas y detalles de la historia nacional. Su capacidad para evocar y narrar sucesos, personajes y tradiciones con lucidez transformaba cualquier conversación en un viaje a través del tiempo, haciendo que el pasado resucitara con riqueza.
Brújula Digital|23|11|25|
Mirna Quezada Siles
Este domingo se cumplen 30 días de la partida de Jorge Martínez Jordán, a los 93 años. Se lo recuerda por su aporte al periodismo, su labor en instituciones nacionales e internacionales y su permanente compromiso con la vida cultural y comunitaria paceña.
Quienes lo conocieron destacaban su memoria prodigiosa; Martínez era un archivo viviente que atesoraba con precisión fechas, anécdotas y detalles de la historia nacional. Su capacidad para evocar y narrar sucesos, personajes y tradiciones con lucidez transformaba cualquier conversación en un viaje a través del tiempo, haciendo que el pasado resucitara con riqueza. Pero también sabía escuchar, lo que lo convertía en un ameno conversador.
A lo largo de su vida mantuvo una actitud reservada, guiada por la ética y la responsabilidad. Creía firmemente que el periodismo debía estar al servicio de la sociedad y que la veracidad era un deber moral. Su constancia, su compromiso y su vocación de servicio dejaron un legado expresado en los medios donde trabajó, en los estudiantes que formó, en las instituciones que fortaleció y en las tradiciones que ayudó a preservar.
Nacido en La Paz el 6 de junio de 1932, Martínez inició su carrera en El Diario, el decano de la prensa nacional. Su precisión en la palabra escrita y su rigurosidad profesional lo convirtieron en una referencia en una época en la que la prensa boliviana desempeñaba un papel esencial en la consolidación del debate público.
Posteriormente asumió responsabilidades en organizaciones gremiales, representando a Bolivia ante la Federación Latinoamericana de Prensa, donde defendió la libertad de expresión y los derechos laborales del sector. Su liderazgo fue reconocido dentro y fuera del país.
Fue cofundador del periódico El Meridiano, y desde allí impulsó una propuesta informativa renovadora, abierta a diversos enfoques. Su visión apostó por un periodismo moderno, plural y comprometido con la ciudadanía.
En el ámbito institucional, ocupó cargos clave en la Organización de Estados Americanos (OEA), la Corte Suprema de Justicia y la Aduana Nacional. En estos espacios promovió mejoras en los sistemas de comunicación con el objetivo de fortalecer la transparencia y el acceso a la información pública.
Su aporte se extendió al campo académico como docente en la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca, donde compartió con estudiantes su experiencia en redacción, ética y comunicación pública.
Vecino del Barrio del Periodista, en la zona de Obrajes, impulsó iniciativas de beneficio local, entre ellas la creación de la primera línea de trufis, que contribuyó a mejorar la movilidad en la zona sur paceña y que se consolidó como parte de la identidad urbana.
Su vínculo con la cultura paceña fue profundo. En 2010 obtuvo el primer premio del Concurso Municipal sobre el Carnaval Paceño con su obra “Costumbres, creencias y tradiciones del Carnaval Paceño del siglo XX”, en la que analizó la evolución de esta festividad y el significado del Pepino, figura esencial del imaginario carnavalero.
Participó activamente en distintas comparsas y agrupaciones locales que mantienen viva la tradición carnavalera paceña. Entre ellas destacan Los Atipiris y otras agrupaciones emblemáticas como Los Olvidados, Los Farsantes y los tradicionales Pepinos de Obrajes, que año tras año participaban del corso y de actividades comunitarias. También formó parte de espacios religiosos y cívicos como la Hermandad del Santo Sepulcro y la Asociación de Periodistas de La Paz, entre otros grupos que contribuyen al tejido cultural y social del municipio.

En una manifestación de un frente docente.

Luis Quezada (izq.), Freddy Alborta y Jorge Martínez.

Antonio Ríos (izq) y Jorhe Martínez
BD/RPU