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Cultura y farándula | 22/10/2025   06:33

|OPINIÓN|Caravaggio y el estereotipo del intelectual|Esteban Eduardo Burgoa|

El caso de Caravaggio y su novelesca vida nos recuerda que no todas las flores crecen bajo la luz de sol y en campos verdes, algunas florecen en la más completa oscuridad y por ello mismo brillan con más intensidad.

El pintor Michelangelo Merisi, conocido como Caravaggio. Foto RRSS.
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Brújula Digital|22|10|25|

Esteban Eduardo Burgoa

Michelangelo Merisi, o mejor conocido como Caravaggio, fue un pintor italiano ampliamente reconocido por su maestría en el lienzo, uno de los máximos exponentes del estilo del claro-oscuro y precursor del realismo. Fue, sin duda alguna, uno de los grandes maestros de la pintura, realizando grandes obras maestras, que hoy en día siguen siendo admiradas y reconocidas en el ámbito intelectual.

Caravaggi reflejó en su arte las influencias de su vida personal, lo cual generó un gran revuelo y diferentes opiniones en la Italia del siglo XVI por diferentes circunstancias.

Michelangelo estaba ligado con lo que vulgarmente se conoce como lo “más bajo de la sociedad” y sus inicios se dieron en los barrios más pobres de Milán y Roma, donde frecuentaba predios de dudoso prestigio, rodeado de ladrones, borrachos y meretrices que, en muchos casos, fueron modelos para muchas de sus obras, en las cuales, en buena medida, representaban imágenes religiosas en favor de la Iglesia Católica y de la clase más adinerada.

Merisi no era ajeno a las circunstancias del círculo que lo rodeaba. Famoso por contar con un carácter agreste, es recordado por ser un peleador y un pendenciero, hecho que le llevó a tener conflictos con la justicia e, incluso, ser condenado a muerte. Esto lo llevo a escapar durante mucho tiempo a lo largo de la península itálica. Capaz en el uso de la espada, hubo quien dijo que: “Caravaggio tenía un pincel en la diestra y una espada en la siniestra”.

Caravaggio es una afrenta al estereotipo general del intelectual. Venido de los barrios bajos se abrió camino hasta la cumbre de su arte, con un carácter que –se debe decir– no es digno de emulación, pero –se debe considerar– como resultado de su época y circunstancias. Este hecho nos recuerda que el talento y la inteligencia pueden tener por origen los espacios menos pensados de la sociedad.

Se tiene la errada concepción de que todo aquel que es a fin a las letras, a las artes y al conocimiento, por definición debe contar con ciertas cualidades y vivir de una determinada manera para llegar a ser reconocido, como lo que se denomina un intelectual.

El estereotipo menciona seres procedentes de familias que cuenten ingresos interesantes, que consientan el desarrollo de sus habilidades, rodeados de estímulos que los induzcan al gusto por el conocimiento, con un carácter afable, tranquilo, suave y conciliador que permita desplazarse cual nube en el cielo por los ámbitos del saber.

Afortunadamente, la realidad suele ser muy diferente y las historias de casi todos aquellos que decidieron recorrer los caminos del saber tienen inicios e influencias tan pintorescas, como la riqueza misma de la sociedad a la que representan, impulsa e influyen a través de las ideas. Desde aquellos que perdieron un año del colegio, trifulcas nocturnas, bebidas espirituosas e historias dignas de novelas, podemos encontrar estos pensadores en todas partes y, sobre todo, aunque así no se crea, en Bolivia, un país que siempre fue tierra fértil al momento de tener entre sus hijos mentes brillantes con ideas lúcidas.

Caravaggio nos recuerda que nuestros artistas y pensadores pueden salir y salen muchas veces de las villas, los barrios pobres y del campo; que el origen no es una condicionante para escribir nuestro destino con los pinceles y colores que nosotros deseemos; que el pasado y los errores no nos condenan a la oscuridad de la ignorancia, sino que nos llaman a reflexionar sobre la necesidad de apoyar y reconocer el nuevo talento que nace incluso en los espacios más “oscuros” de la sociedad.

El movimiento intelectual, lejos de ser un espacio elitista, es el reflejo de las historias de quienes lo componen. Esto nos demuestra que es más popular de lo que el estereotipo social llega a reconocer. Sin embargo, también debe recordar que aquellos que llegaron a las cumbres de su campo, de cierta manera, le deben algo a los orígenes que los marcaron, y que tienen como deber moral apoyar a la próxima generación de pensadores.

Esta es una carrera de postas, en la cual –espero– nuestra nación nunca se quede sin corredores, para lo cual aquellos que llegaron a la cumbre de las ideas deben también girar la mirada para extender la mano a quienes decidieron recorrer el mismo camino.

El Caravaggio, su novel ysca vida nos recuerda que no todas las flores crecen bajo la luz de sol y en campos verdes, algunas florecen en la más completa oscuridad y por ello mismo brillan con más intensidad.

Esteban Eduardo Burgoa Cardozo es director ejecutivo Generación Bicentenario.



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