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Cultura y farándula | 20/04/2025   03:04

|CRÍTICA|Vargas Llosa, sin lápidas, sólo páginas|Julio Ríos Calderón|

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Brújula Digital|20|04|25|

Julio Ríos Calderón

Nacido en Arequipa, Perú, el 28 de marzo de 1936, la vida de Mario Vargas Llosa estuvo marcada por el viaje, el aprendizaje y la insaciable exploración de la realidad a través de las palabras. Su infancia en Bolivia, particularmente durante su educación primaria en Cochabamba, le permitió descubrir el poder de los libros, sembrando la semilla de una vocación que transformaría la literatura hispanoamericana.

Desde joven, Vargas Llosa no solo se sintió atraído por la literatura, sino por la vida misma como un territorio de lucha y reflexión. Su paso por España y Francia enriqueció su mirada crítica sobre la política y la sociedad, pero su alma permaneció siempre ligada a Perú, el país que le otorgó sus primeras historias y sus más profundas inquietudes.

Como escritor y pensador, construyó una obra monumental que expuso con crudeza los conflictos humanos y las complejidades del poder. Ganador del Premio Nobel de Literatura, fue un maestro de la narrativa y un incansable defensor de la libertad de expresión. De Conversación en la Catedral a La guerra del fin del mundo, su pluma tejió mundos donde la historia y la ficción se funden para revelar la esencia del ser humano.

La esferográfica de Mario Vargas Llosa tenía un poder casi hipnótico: su capacidad para construir mundos, dotar a los personajes de una profundidad psicológica demoledora y desplegar narrativas donde el lector no solo observa la historia, sino que la vive en carne propia. Su estilo, ágil y sofisticado, desafiaba estructuras clásicas, entretejiendo tiempos y voces con una destreza única. Sus diálogos eran vibrantes, repletos de tensión y realismo, capaces de convertir un intercambio cotidiano en una reflexión sobre el destino de los individuos y las sociedades. La magia de sus palabras no solo radicaba en su precisión, sino en su energía: Vargas Llosa narraba con la fuerza de quien busca capturar la esencia misma de la existencia.

Desde sus años de formación, Vargas Llosa se sintió profundamente influenciado por Jean-Paul Sartre, el filósofo y escritor francés que definió el existencialismo como un acto de compromiso con la realidad. La literatura, para el peruano, nunca fue un mero ejercicio estético, sino una herramienta para explorar los dilemas morales y políticos. 

Su vida personal también fue un reflejo de su intensidad como creador. Su primer matrimonio con su tía Julia Urquidi inspiró una de sus novelas más famosas, La tía Julia y el escribidor, mientras que su unión con Patricia Llosa lo acompañó en casi cinco décadas de vida y creación. Más adelante, protagonizó un sonado romance con Isabel Preysler, mostrando que su vida, al igual que sus novelas, estuvo llena de giros inesperados.

El 13 de abril de 2025, Mario Vargas Llosa falleció en Lima, dejando tras de sí un universo de historias y reflexiones. Pero su testamento trasciende el tiempo: su obra sigue siendo un espejo donde los lectores encuentran respuestas, dudas y nuevos caminos por explorar. Vargas Llosa no solo escribió libros, sino que edificó mundos, desafió paradigmas y nos enseñó que la literatura es una ventana para comprender la condición humana.

Entre sus títulos más emblemáticos destacan Los jefes, La ciudad y los perros, La casa verde, Los cachorros, Pantaleón y las visitadoras, Historia de Mayta y Elogio de la madrastra. Cada uno de ellos es una pieza fundamental en el mapa de la literatura hispanoamericana y un testimonio de su incansable búsqueda de la verdad a través de las palabras.

Fiel a su visión de la literatura como el único testimonio perdurable de la existencia, Mario Vargas Llosa expresó su deseo de ser incinerado y que sus cenizas fueran esparcidas en el mar Pacífico peruano. No quiso una lápida, un mausoleo, ni siquiera una flor; rechazó la eternidad de la piedra por la inmortalidad de la palabra. Para él, el verdadero homenaje no estaba en la solemnidad de un sepulcro, sino en el eco de sus libros, en las voces de sus personajes y en los mundos que imaginó. Su legado no necesita mármol ni epitafios: basta con abrir sus páginas para entender que Vargas Llosa sigue vivo en cada historia que contó.

Julio Ríos Calderón es periodista y escritor.





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