El texto lamenta que en la ciudad no haya espacios públicos ni homenajes visibles que recuerden la conexión de Vargas Llosa con Cochabamba, e incluso menciona que la casa donde vivió está en riesgo de ser demolida. Esto contrasta con el afecto que el escritor manifestó hacia la ciudad.
Brújula Digital|15|04|25|
Raúl Rivero Adriázola
En las primeras líneas de su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 2010, Mario Vargas Llosa afirmó que “Aprendí a leer en la clase del hermano Justiniano, en el colegio La Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”; además, confiesa que las primeras cosas que escribió fueron continuaciones a los libros de Dumas, Víctor Hugo y Verne, que leía en la casona familiar de la calle Ladislao Cabrera. Años antes, en una entrevista televisiva que le hizo Cayetano Llobet en noviembre de 1998, Vargas Llosa expresó con convicción: “Ojalá me consideraran un escritor cochabambino, me sentiría muy contento y orgulloso”. Para más insistencia sobre su cariño a esta tierra, el escritor nacido en Arequipa, cuando fue declarado Profesor Honoris Causa de la universidad de su ciudad natal, señaló que, siendo niño “mi idea del paraíso era la ciudad de Cochabamba”.
Cuando el 2023 comunicó a sus fieles lectores que había tomado la decisión de dejar de publicar sus columnas periodísticas, bajo el título de “El canto del cisne de un escritor cochabambino”, dije:
“Ahora que el brillante escritor e intransigente defensor de la democracia liberal ha decidido dejar de plasmar en el papel sus impresiones de las cosas que pasan en el mundo y, más valioso para sus ávidos lectores, los avatares de escribidores, de conversadores, de habladores, de héroes discretos, de celtas, de peces en el agua, de niñas malas, de visitadoras, de madrastras y señoritas, al aclarar en su novela Le dedico mi silencio, que lo último que escriba será un ensayo sobre Sartre, estamos presenciando el canto de cisne de uno de los más grandes intelectuales de nuestro tiempo.
“En la única oportunidad que tuve el privilegio de charlar a solas con Mario, en un ambiente por demás ideal: en medio de las estanterías llenas de libros de todo tipo, origen y temas de Los Amigos del Libro, en la calle 25 de mayo, frente al templo de Santa Clara, no solamente quedé impresionado por su sencillez en el trato, sino por su pasión por las letras, nombrando, comentando y saboreando al pronunciar un sinfín de nombres de autores y obras de la literatura universal. Pero, si algo merece destacarse de esa charla, fue la calidez con que se refería a Cochabamba, notándose claramente su especial aprecio por esta ciudad.
“Lamentablemente, hoy podemos apreciar que poco o nada nos recuerda el paso de Mario Vargas Llosa por Cochabamba; por ejemplo, la casa de la Ladislao Cabrera sufre el deterioro del tiempo y corre el riesgo de ser demolida para reemplazarla por uno de los monstruos de cemento que afean esta ciudad. Tampoco existe un espacio público que lleve su nombre y nos recuerde ese cariño de quien se «sentiría contento y orgulloso» de ser reconocido como un escritor cochabambino”.
En el mismo artículo, expresaba mi esperanza –lamentablemente, hoy frustrada por la parca– de que se haga posible “llevar adelante un programa de homenajes y, mejor aún, animen a Mario y Patricia, su esposa –ella sí cochabambina de nacimiento–, a visitar la tierra que tanto quieren, y reciban en persona las distinciones que el premio Cervantes de 1994 y Nobel de 2010 se merece, ahora que ha decidido guardar la pluma, dejándonos un apreciable legado literario e intelectual, para orgullo de la tierra donde le sucedió lo más hermoso que la vida humana puede apreciar: aprender a leer”.
Como primer paso para esa iniciativa, con su primo Jorge Llosa Tejada, conseguimos que Mario donara 4.000 libros a las bibliotecas de la Fundación Simón I. Patiño, con el compromiso de que se cree en ella un fondo literario que lleve su nombre y, mejor aún, que los propios espacios de las librerías de la Fundación sean bautizados como “Bibliotecas Mario Vargas llosa”. Al anunciar el despacho de esas obras, desde Madrid, un sonriente Vargas Llosa, expresó cuál era su deseo al hacer esta donación: ”Hagamos de Bolivia un país de lectores”.
Los libros ya están en nuestro país; esperemos que pronto ese homenaje –con su presencia en espíritu– se haga realidad, en honor de nuestro Nobel cochabambino.
Raúl Rivero es economista y escritor.