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Política | 19/11/2023

El Primer Encuentro por la Libertad mostró propuestas variadas y congregó a un público entusiasta

El Primer Encuentro por la Libertad mostró propuestas variadas y congregó a un público entusiasta

Antonio Saravia, líder del movimiento, le habla a los asistentes.

Brújula Digital |19|11|23|

Especial de Jorge Patiño, desde Santa Cruz

El sábado 18 de noviembre se celebra en Bolivia el aniversario de la batalla de Ingavi, en la que nuestro Ejército, bajo el mando del general Ballivián derrotó en 1841 al invasor peruano cerca de Viacha. Por casualidad, anteayer, nuestra casi desahuciada selección derrotó a la del Perú. También en Santa Cruz de la Sierra se registró uno de los días más calientes del año. Pero el 18 de noviembre no será recordado por ninguno de estos motivos, sino porque se celebró en esta ciudad el Primer Encuentro por la Libertad y si esto no fuera históricamente cierto no tiene importancia porque los ahí presenten sí lo creían, como lo ponía de manifiesto su entusiasmo.

Este encuentro fue organizado por el Partido Liberal (en formación), bajo la dirección de Antonio Saravia y otras personas. Como saben los que de vez en cuando me leen, me separan de Saravia enormes diferencias en lo político y de visión, lo que no me impide reconocer la importancia de encuentros como este, que contribuyen a compartir y promover ideas y en última instancia al proceso de formación de opiniones, núcleo esencial de la democracia y que tanto nos falta. Que las ideas que ahí se compartieron no sean de mi agrado es una cuestión desde ese punto de vista secundario.

A este reconocimiento debo, y no a regañadientes, añadir otro: el encuentro ha sido sin duda un éxito en términos de participación cuantitativa ya que la sala estaba llena a tope, con más y más sillas que se iban poniendo hasta llegar, calculo yo, a más de 300, con participantes de La Paz, Cochabamba, Tarija y, naturalmente, Santa Cruz, mayoritariamente. Particularmente notable ha sido la llegada anunciada con vítores de un bus de jóvenes que habían viajado desde El Alto para poder asistir al evento. Puedo afirmar con toda seguridad que no fue por la comida ni el alojamiento, ambos de la calidad que se podía esperar por una tasa de registro de 30 bolivianos. Entre los participantes había personas de todas las edades. Incluso menores de edad, a pesar del daño que algunas de las ideas expresadas podrían causar.

Si hago dos reconocimientos, ¿por qué no tres?: la selección de disertantes no era en absoluto despreciable. Hablaron, además de los organizadores Saravia y Jaime Dunn, Branko Marinkovic, Fernando Untoja, Humberto Vacaflor, Juan Claudio Lechín, Marco Antonio del Río y otros. Lamentablemente, cancelaron su esperada participación Roberto Laserna, Ronald MacLean y Robert Brockmann.

La libertad, bien supremo

La libertad es uno de esos bienes supremos, universalmente valorados y deseados sin límite. No hay quién no la valore, y no quiera ser lo más libre posible; así como no hay nadie que no admita que no es absolutamente libre. La mortalidad y los límites a la libertad son las grandes limitaciones que debemos aceptar como básicos de la condición humana. Encuentros que promuevan la inmortalidad o elixires que la aseguren ya no existen, pero la libertad no ha dejado de tener a lo largo de la historia de la humanidad esa cualidad de bien preciado. No es pues en absoluto sorprendente que un encuentro que la promueve tenga buena acogida.

Lo que es menos evidente es que se la quiera vender como algo ausente en este momento de nuestra historia, pero esto se explica por una de las verdades fabricadas la derecha: que el Gobierno actual, además de corrupto, desnortado e ineficiente –lo que es sin duda cierto– quiere controlar nuestras vidas. Si se piensa, es una tesis curiosa, que un gobierno que apenas se controla a sí mismo, pueda controlarnos.

Sin embargo, esta es la tesis subyacente que motivaba casi todos los discursos de los participantes. Están en guerra contra el totalitarismo, contra esas fuerzas del mal que quieren decirnos qué hacer, dirigir nuestras vidas y arrebatarles la libertad. Un enemigo es siempre una manera de unir y motivar a las huestes y los libertarios, ahora convertidos en liberales, han elegido ese como enemigo aglutinador de las energías y convicciones, al Estado que todo lo quiere controlar y cuya desaparición –o casi– permitirá que se desaten las energías creativas de la iniciativa privada, la que, desafiando las leyes de la economía, las finanzas y la probabilidad, nos catapultará hacia el sueño del desarrollo económico y la felicidad general en un paraíso libertario. Es su utopía.

Una nueva esperanza

“Hoy nace una nueva esperanza” dijo quien anunciaba el inicio del encuentro. Admito que cuando un entusiasmo no me contagia, me parece siempre un poco triste, pero sería injusto decir que no era genuino. Los repetidos aplausos a las frases más banales, que no hacían más que tocar ese nerviecito esperando ser tocado, lo demostraban. ¿Cómo, si no, explicar esa explosión de aplausos a frases como “Debemos pasar del pensamiento a la acción”, “Soy solo una ama de casa” o “No debemos tener vergüenza de ser liberales”, “la ideología de género quiere llevar a la promiscuidad”, etc.?

Como es inevitable en encuentros como este, el contenido fue irregular. El primer panel, dedicado a la filosofía, hizo justicia a las expectativas, con una exposición del liberalismo desde sus raíces escocesas y un despliegue de grandes nombres de Mises a Hayek. Incluso Fernando Pessoa apareció para mi secreta satisfacción. No contento con sacar a relucir los nombres y para que no se dudara de su existencia, un expositor llevaba consigo una tauca de libros que iba mostrando a medida que los citaba. No había yo visto una muestra tan material de erudición.

De ahí, el encuentro fue dando oportunidad a varias variantes de la demonización del estatismo y la glorificación del individualismo. Cito algunas frases de esta parte: “Alguien tiene que mostrarnos el camino de la libertad y llevarnos de la mano”, “Los aimaras son liberales porque aman la propiedad”, “Necesitamos más ricos”, “El egoísmo es bueno”, “La única forma de hacerse millonario es invertir”, “El capitalismo es popular”, “La única función del Estado es proteger la vida y la propiedad”, etc.

En todas las exposiciones hubo nutridos y entusiastas aplausos, pero la que sin duda los provocó en mayor cantidad fue la dedicada a la “Batalla cultural”, una más de las que está librando ese heroico ejército en su guerra bajo las banderas de la libertad. De este título uno podría esperar la discusión de varias de las muchas cuestiones sociales y culturales que provoca la creación de una sociedad verdaderamente libertaria. Pero no, la sesión fue enteramente dedicada a “desde mi posición de mamá, defender la inocencia de nuestros niños”, “educarlos en las virtudes, ya que el progresismo quiere que lo malo sea bueno”, y con joyas como “una mujer virtuosa estaría feliz de someterse a un hombre virtuoso” o “la mujer no necesita el derecho a votar ya que el hombre vota por la pareja y, si son virtuosos, los dos piensan igual”, etc. Increíble, pero dicho. No cabe duda de que, al menos para este grupo de libertarios, la moral, la religión y la familia mueven más corazones y mentes que la política. A tomarse en cuenta para futuras campañas. No sorprende que el Partido Liberal tenga como una de sus patas programáticas a la vida.

Final

No sería justo juzgar la reputación de los expositores por ponencias de 15 a 20 minutos dirigidas a un público sediento de slogans, aunque sean viejos, pero no cabe duda de que el nivel de reflexión no ha ido mucho más allá de la superficie dentro de pocas grandes ideas: el enemigo Estado, las bondades del capitalismo, la moral, la iniciativa privada, etc. No dudo de que el público salió de ahí con sus convicciones fortalecidas y en ese sentido me parece que el encuentro cumplió con su objetivo con creces. El futuro político del nuevo partido está por verse, naturalmente, pero viendo lo que pasa en otras partes, no habría que subestimar las posibilidades de esa trivialidad dogmática preñe de posibilidades populistas.

Si alguien sentía que necesitaba reforzar todavía más sus convicciones, podía comprarse una camiseta del partido, un prendedor con el logo del partido o alguno de los libros ofrecidos a la venta a la salida, como “Nuestro enemigo el Estado”, “La mentalidad capitalista”, “Poder y mercado”, o algunos de los clásicos de von Mises, Hayek, Ayn Rand. En fin, toda una experiencia libertaria por meros 30 bolivianos y ocho horas de silla. ¡Un 18 de noviembre para el recuerdo!

BD/RPU



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